sábado, 9 de enero de 2021

 

En busca de los Sones de Negros. Un relato de la tradición larense

in #cervantes • 9 hours ago

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En busca de los Sones de Negros. Un relato de Orlando Paredes

A solo horas de Caracas, capital venezolana, dos hasta Valencia y dos hasta Barquisimeto, ciudad musical de Venezuela, incursionamos integrantes de la agrupación Canto del Pueblo que se dedica a la investigación y difusión de las tradiciones musicales y danzarias venezolanas desde el año 1977. Era por esos años, donde el disco de tamunangue de Ángel María Pérez y el de los Golperos de Barquisimeto fueron referentes importantes para marcar nuestros inicios en la preparación del montaje de esa tradición larense. Fuimos al sur de Barquisimeto, Rio Claro en el año 78 y presenciamos un tamunangue bien completo y didáctico, interpretado por el grupo los Golperos de Barquisimeto y los viejos tamunangueros Patricio Torres, Leonidas Carrillo, Silverio Lunas, Francisco Colmenares y Rangel Pérez. Sin duda muchas emociones, grabaciones, entrevistas y fotos, donde ese hito marcó el arranque y enamoramiento con los sones de negros.

Y de esa manera y gracias a sus aportes, le hicimos seguimiento a tan importante agrupación, donde nuestra primera versión de interpretar el tamunangue y golpes tocuyanos en tarima fue al estilo barquisimetano.

Producto de estar motivado a la investigación y la buena noticia de que Daniel Gil, integrante del grupo tenía familia en el Tocuyo y Humocaro Alto, sin pensarlo, fuimos a encontrarnos con la Ciudad Madre, tierra de los Tamayo, la Azúcar y el Tamunangue.

Era el mes de junio, donde Corpus Christi, San Antonio, San Juan y San Pedro son venerados, festejados en casi todo el país de distintas maneras y costumbres.
Nuestros grupos de jóvenes músicos, bailadoras, bailadores y con ansias de aprender nuestras tradiciones, llegamos al Tocuyo con muy poca referencia vivencial, solo conocimientos documentales, la previa experiencia barquisimetana y con muy pocos recursos para la pernocta y logística. Sin embargo, todo fue mágico, la bienvenida espectacular, gracias al vínculo con algunos familiares y amigos.
--Muchachos quédense acá, esta es su casa, nos decía Cecilia, mujer tocuyana, solidaria y buena gente.
Así comienza el desespero y la preguntadera con lápiz en mano, cámara y grabadora:
-- ¿Dónde hay tamunangue?
--Tranquilo muchachos, que hoy tenemos promesa y velorio del santo, que para mañana vamos pa ´los negros. Nos decía el finado Iván Querales, nuestro amigo y guía principal, --Primero nos comemos unas arepitas con carota.

Camino a la promesa, nuestra mayor sorpresa fue encontrarnos con los referentes de las películas y libros sobre tamunangue: José María Pérez, Alifonzo Pérez, Rufino Colmenares, Santiago Pernalete, Leonidas Mogollón, Julián Mogollón, Chupano Castillo, o sea la pura y exquisita crema tocuyana, la sabiduría viviente, donde el más joven tendría como sesenta años, un encuentro fabuloso, tomamos fotos en papel y en diapositivas. Preguntamos todo lo referente a los sones de negros y mucho más, grabamos en súper 8, en beta, vhs y en casete.

Lo mágico fue escuchar salves y gozos a San Antonio y nos enteramos que hay promesas de 7, 14, 21, hasta 28 sones, dependiendo de la familia promesera, pero con solo una batalla y un seis figuriao, donde terminan con un rosario.

Para darle comienzo, los promeseros llevan a San Antonio el negrito, como suelen llamarlo cariñosamente los devotos, en su recorrida alrededor de la casa o desde una esquina al ritmo y canto de la batalla, interpretados por dúos de cantores, con sus voces de tenor y tercera, alternándose entre versos de cuartetas de romances, octosílabos en rimas pares, de contenidos relacionados con el santo y al juego, acompañados de los cordófonos al estilo Monterol: cinco, medio cinco, requinto y cuatro, instrumentos hechos en su mayoría por los lutieres Mateo Goyo de San José de Quibor y Julio Torrealba del Tocuyo, la percusión a cargo de un tambor, tipo cumaco donde uno ejecuta el cuero y el otro acompaña con los palos en el tronco del tambor al ritmo binario, donde las maracas o capachos y el pandero (furro de mano) juegan importantes papeles en la conformación de la banda. Con esta música de la batalla hombres y mujeres con sus garrotes encabullados se combinan para realizar una simulación de pelea o juego de garrote con sus esquemas bien definidos para honrar al santo y pedirle permiso para el pago de promesas con sus respectivas venias.

Los relatores cultores tamunangueros, nos echaban los cuentos donde prevalecía la oralidad, la memoria, el legado ancestral y su cosmogonía, nos contaba el maestro y capitán de zaragoza del Tocuyo Nicolás Flores -- San Antonio sacó a los moros de las montañas para catequizarlo y de allí la pelea o batalla.

Al finalizar la batalla y después de unos guamazos de cocuy: el clarito y el pelón para entonar las voces y alegrar el cuerpo, bebida espirituosa que buscábamos clandestinamente, ya que aún no estaba declarado patrimonio. De esta manera y bien entonados dan comienzo a los sones de negros con el yiyivamos, colocándose los músicos en forma paralela cada quien con su dúo alrededor del tambor y palero, mirando siempre hacia el santo que es colocado en una mesa adornada con flores, velas y cocuy. Un solista improvisa versos pentasílabos que guía a la pareja de baile luego de tomar sus respectivas varas se persignan frente al santo y atentos al solista que le van diciendo: -- llévala pallá, pa´que San Antonio, a la media vuelta, zapatiaíto,
--Agua pa ´los gallos, gritaban los músicos, mientras se preparaban para cantar la bella. Solo con una mirada se acercaban a su voz tercera, ya que este canto es a dúo, donde la primera pareja entonan dos versos y los otros dos la completa el siguiente coro, para formar la estrofa. La pareja de baile realiza figuras libres y muchas veces lo hacen los promeseros y si hay alguno que tiene una promesa pendiente del algún niño, también lo bailan y si alguna mujer quiere bailar pero tiene pantalón, los dueños de casa le buscan una falda o vestido.
--¡Tamborero! --¡Palero! se oían esos gritos en coro, cuando se atravesaban en el ritmo.
Para el tercer son, cantan la juruminga, muy parecido al yiyivamos pero con una pausita o tumbaíto noble, donde los solistas igualmente guían las figuras de la pareja de baile, coreando --Tumbirá. Acá en el tocuyo no se realizan figuras de la mujer y el hombre en sus quehaceres, como lo hacen en otros lugares, por ejemplo en Sanare.
--¡Listo, vamos a descansar! decía el capitán Rufino Colmenares, que significa una pausa para tomarse alguito, ir al baño, alejarse del santo por respeto para cantar golpes tocuyanos, pasajes y boleros al estilo golpe, sacan la tambora golpera y se divierten.

Allí aprovechamos con la preguntadera, enterándonos que la banda la dirige un capitán de música y un capitán o capitana de baile, donde coordinan todo lo relacionado al evento. Con tantas emociones juntas, nos involucramos sin prejuicio, bailamos y cantamos.
--¡Vamos pues!, gritaba el capitán, preparándose para ir a su posición inicial, siguiendo con la perrendenga, un son saltadito donde las parejas realizan figuras coordinadas con las varas y un coro que contesta: --Tomé ay tó.

Luego de disfrutar de esos sones al ritmo de seis por ocho muy influyente, pegajoso y sabroso, viene un son con características distintas, el poco a poco que tiene dos partes a manera de teatro o pantomima y una corrida. La primera: los calambres, donde la pareja simulan a un hombre que se emborracha, le dan calambres y se muere, pelando los ojos, sacando la lengua y la mujer asustada lo consuela, le echa aire, le sopla el ojo, pero solo la música de una corrida o guabinero muy alegre, lo revive danzando hasta que viene la segunda parte con sus versos pentasílabos con el coro que entonan: --Oasí, para entrar en el caballito, donde el hombre simula ser un caballo brioso, que tira patadas, la mujer intenta domarlo para montarlo, haciendo figuras dirigidas por el solista, que solo la corrida después de lo brinquitos del animal, bailan nuevamente el son de la corrida.

Después de tanta alegría con este son jocoso, viene una danza por parejas intercaladas al ritmo ternario de pulso binario como lo harías el toque de los palos, el galerón, donde las parejas de cantores realizan versos de cuarteta de romance, con un pie de entrada y otro de salida muy diverso y hermoso, --Zapatiá galerón, cubillá galerón, corré galerón…..las parejas de baile se lucen haciendo figuras de valseao, entrelazao, escubillao y el hombre realiza una figura agachadito moviendo los pies hacia a fuera, como si fuera una acrobacia de la danza rusa.

Y de esta manera viene otro descanso, con mayores ganas de cantar golpes y boleros para que la capitana o capitán de baile coordine y seleccione a las tres parejas para realizar el son más estricto y vistoso, el seis figuriao, con muchas figuras para cerrar la serie de sones. Peguntándole a la capitana Carmen Pérez de Querales sobre la cantidad de figuras, nos decía:
--Eso depende de los grupos, algunos hacen doce figuras, otros catorce, dieciséis, dieciocho, pero nosotros hemos aprendido 16 figuras dobles o sea 32.
--Una pareja principal va guiando las diversas figuras, las hay de tres personas, de cuatro y de seis, nos decía la capitana. Los músicos al ritmo de seis por ocho y cada quien con su dúo, realizan cuartetas de romances, comenzando con una introducción muy peculiar de cada cantor, donde el tenor o primera voz da comienzo a los versos y su tercera o segunda voz va repitiendo las letras para finalizar con una tercera parte bien definida y muy tradicional.
--¿Y la bella trovada? preguntamos casi en coro, --¿porque no la tocan?, y un maestro nos respondió, --esa casi no se toca, --nadie la sabe entoná, y nuestro empeño logró que la cantaran, es muy hermosa, es en tonalidad menor más suave que la bella mayor y por lo general la hacen para el pago de promesa de los niños, donde lo toman cargados y lo bailan.

Ya para finalizar, los músicos se colocan frente al altar y se quitan los sombreros para interpretar sus canturías y terminar con el rosario, en esta oportunidad cantaron gozos de San Antonio y la salve mayor dedicada a la Virgen María.

Después de esa gran experiencia, vivenciamos la fiesta de San Antonio el 13 de junio, luego de su misa habitual, donde nos impresionaba ver a tantos viejitos de los caseríos de morán caminando hacia la procesión con sus cuatricos debajo del brazo y cosa curiosa, nadie uniformado, se veía que era una fiesta de pueblo, todo el mundo giraba en torno a la devoción y se dirigían a la iglesia San Francisco de Asís, donde cargaban en brazos al santo para realizar su recorrido al son de la batalla, juego de garrotes lucidos con sus mejores figuras por hombres, mujeres y niños.

En su recorrido habitual de cuatro o cinco lugares establecidos, bailan algunos sones. Solo el pedido de la vara a la pareja que está bailando es el permiso para bailar aunque sea solo un ratico, es de gran emoción o también hacer algunos coros o solo. Esa participación fue una realidad para los integrantes de nuestro grupo, recuerdo una corría o fuga del poco a poco que lo hice nada menos que con el compositor de golpes tocuyanos, el maestro Pablo la Ñema Rodríguez, fue todo un lujo de primea clase y así nuestra participación en la danza y en la música, se hizo habitual y desde esos momentos, marcaron la pauta y el inicio de ser los primeros tamunangueros-caraqueños.

Siguiendo con el recorrido de la procesión llevan al Santo para la iglesia donde bailan todos los sones y le cantan una salve mayor y le rezan su rosario correspondiente. Mientras que en las afueras de la iglesia maestros cantores mayores interpretaban sus hermosos golpes bien “jachao” y “cruzao” como lo tocaba el finado Abelardo Morillo, junto a Clemente Torrealba (Manomente), Visitación y Nicolás Flores.

De esos encuentros iniciales, presenciamos un velorio en la casa de la Catira, una promesa en casa de Pulido, en fin tantos tamunangues que se realizaban los fines de semana, o sea, puedo decir con toda autoridad que no solo conseguimos los sones de negros sino amigos cultores como los integrantes de los Golperos de El Tocuyo, Iván Querales, Carmen Pérez, Crucita, Adrián Pérez, Rufino Colmenares, José Maria Pérez, Demetrio Brito, Diógenes Mogollón, el Trio Tocuyo y así nos involucramos con mucho respeto y logramos un aprendizaje para que su difusión en tarimas culturales fuese de manera genuina y tocuyana, que desde luego la constancia, la investigación y el apego a la tradición, nos llevaron a conocer el tamunangue sanareño con la batuta de los Hermanos Rojas, Estanislao Cortés y el Curarigüeño a cargo de Don Pío Alvarado. Es tan compleja la diversidad de realizar la fiesta que nos llevaron a enriquecer nuestros conocimientos y sistematizarlo y socializarlo en talleres y conciertos, tanto así que hoy día, realizamos promesas y encuentros tamunangueros en Caracas, en el Junquito, en San Antonio de los Altos, etc., etc., etc...

Texto: Orlando Paredes
Grupo de Investigación: Grupo Musical Canto del Pueblo

Enero 2021 Orlando Paredes Cabudare, estado Lara - Venezuela

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