Los Roberto y la Roberta
El humorismo chavista tiene entre sus principales figuras a los Roberto. Se trata de Roberto Hernández Montoya y Roberto Malaver, quienes con desenfado ejercitan la ironía en radio, televisión y medios impresos. Ahora, a la pareja robertiana le ha salido una competencia gringa y tocaya: la subsecretaria de Estado, Roberta Jacobson. De repente, podrían hacer un programa con cierta igualdad de género: Los Roberto y la Roberta.
“Es cómica, la tipa”, reconoce el Latero Ilustrado, muy a su pesar, luego del episodio en el que Jacobson dijo lo que le dijeron y luego dijo lo que no le dijeron. “De que se pega, se pega”, añadió, refiriéndose a que esas actitudes de decir y desdecirse, de hacer y después jurar que “yo no fui” han sido típicas -casi una marca de fábrica- de la dirigencia opositora venezolana en los últimos quince años.
Claro que el caso de misia Roberta es especialmente complicado porque su “confusión” (así la llamó ella misma… ¡tan graciosa!) la llevó a meter la pata ante el Senado estadounidense, que se supone que es una institución muy seria, aunque luego de ver a algunos de sus miembros (en especial el senador Rubio y la senadora Ros-Lehtinen, ¡uf!), cualquiera comienza a albergar dudas.
El tal panel estaba decidiendo, nada menos, si Estados Unidos le va a dar por fin unos correazos a Venezuela, tal como lo exigen a gritos muchos opositores ya completamente desquiciados. Y la funcionaria ofreció su testimonio basada en algo que entendió (mal) de oídas. En realidad no es sorprendente, si se considera que el gran imperio mundial ha destruido países enteros basándose en runrunes que luego resultaron ser falsos, como aquel de las armas de destrucción masiva.
Latero especula acerca de las razones por las cuales a la señora Roberta se le chispoteó eso de que sus amigos de la MUD le habían pedido una taima. Está casi seguro de que la culpa es del exceso de interlocutores opositores que siempre ponen el caldo morao o como quiera que esto se diga en el léxico de las relaciones internacionales. “A la pobre Roberta le llega Ramón Guillermo y le dice una cosa ahí toda prosopopéyica y acartonada; luego llega Maricori, que anda en gira mundial, a calentarle la oreja; después llama Capriles y le dice que si bien es cierto esto, no es menos cierto aquello; y, para colmo, se colea Pablo Medina, pretendiendo que habla inglés (al mejor estilo de “Guacho”), y le dice que no le crea a Capriles porque es un little yellow chicken. Así cualquiera se vuelve un ocho”, expresa Magda.
En resumen, la oposición confía en los gringos para imponerle seriedad al rrrégimen y esta Roberta les sale con una jugada que lo que da es risa. No lo duden, Robertos, contrátenla.
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