DECRETO Y BUEN DISCURSO PRESIDENCIAL POR LAS ISLAS
Para que devuelvan Malvinas hacen falta sanciones a empresas británicas
Malvinas sigue ganando espacio en los debates políticos de Argentina y la región. El imperio británico sigue cerrado y militariza la cuestión. El gobierno argentino reclama muy bien, pero le falta “punch”.
EMILIO MARÍN
Para que devuelvan Malvinas hacen falta sanciones a empresas británicas
Malvinas sigue ganando espacio en los debates políticos de Argentina y la región. El imperio británico sigue cerrado y militariza la cuestión. El gobierno argentino reclama muy bien, pero le falta “punch”.
EMILIO MARÍN
La presidenta argentina retomó el tema Malvinas con un acto y un discurso de unidad nacional, el miércoles 7, en el Salón de los Patriotas Latinoamericanos. Un espectro variopinto la escuchaba, donde se mezclaban los caros trajes de civiles y hasta planchados uniformes de militares, algunos no tan pulcros de ex combatientes y los clásicos pañuelos blancos de dirigentes de organismos de derechos humanos.
El motivo de la convocatoria, retaceado hasta último momento, fue la firma del decreto 200 del PEN para desclasificar el “informe Rattenbach”, elaborado en 1982 por el general Benjamín Rattenbach y conocido sólo parcialmente en versiones periodísticas: 1) La Voz del Mundo, 2) Clarín y 3) revista Siete Días.
La luz no se echará inmediatamente sobre el documento colocado bajo siete llaves por las sucesivas conducciones del Ejército. El decreto forma una comisión de tres miembros (uno por Cancillería, otro por Defensa y el coronel Rattenbach, hijo del general), que en treinta días debería expedirse si hay algún inconveniente de seguridad en correr la cortina sobre algún tramo del Informe.
Por lo que se conocía de aquellas publicaciones de diarios y revistas, se sabe que el viejo militar, de 90 años, era lapidario para con la conducción política y militar de aquella guerra. Desde Leopoldo F. Galtieri y el almirante Anaya, hasta el teniente Alfredo Astiz, pasando por el gobernador interino de las islas, general Mario B. Menéndez, todos se llevaron un sonoro aplazo. Más, había recomendaciones de enjuiciar a varios de los nombrados por cargos que podían incluir la pena de muerte. Irresponsabilidad, mal planeamiento, flojera en el combate, utilización de armas en mal estado y tantas otras culpas fueron endilgadas a esa jefatura.
Tales conclusiones sirvieron para alimentar en la población la idea de que fue una “locura” el 2 de abril, lo que suena contradictorio con que posteriormente se lo convirtió, con toda justicia, en feriado nacional.
Habrá que ver ahora si la mencionada pieza también cuenta la otra parte, positiva de la historia, la que destaca el rol positivo y hasta heroico de muchos soldados, oficiales y oficiales que lucharon con honor por la Patria, como dijo la presidenta en su discurso.
La desclasificación de la investigación Rattenbach es un acierto de Cristina Fernández, porque su conocimiento ayudará al debate malvinero. Es al revés de los funcionarios del gobierno que creen que con esto “se cierra” el debate. No. Se abre, o reabre, para ser más precisos. Se podrá entonces aclarar muchos aspectos polémicos. ¿Galtieri pensó sólo en un toco y me voy (“Touch and go”), y eso era admisible con ojos de hoy? ¿O siempre la dictadura quiso quedarse en las islas, y eso sería inadmisible, aún cuando hubieran hundido al crucero General Belgrano? De hecho la presidenta contó que ella no había participado el 2 de mayo de 1982 de un acto en la plaza de Río Gallegos. Al reivindicar esa negativa suya, pareció inclinarse por la hipótesis de que en ese momento había que apuntar los cañones contra la Junta Militar, y no contra Margaret Thatcher y los ingleses del Conqueror que acababan de cometer el horrendo crimen de guerra.
Complicada historia
Conste en actas: la presidenta actuó con excelente criterio al develar el cuerpo completo del Informe mencionado. Sólo se le podría reprochar una demora, de cinco años si se contabiliza sólo su gobierno, o de casi nueve si incluye la etapa de su marido.
En su mensaje del miércoles, la oradora estuvo impecable en una serie de aspectos, que deben remarcarse sin incurrir en el estilo tan repetitivo del oficialista 678.
CFK habló de los derechos argentinos sobre Malvinas, situadas a sólo 730 Km. de Río Gallegos y a casi 14.000 del Reino Unido. Y más que una cuestión geográfica, profundizó en los aspectos políticos, reprochando a la potencia ocupante la negativa a dialogar con Argentina tal como pidió la ONU. Cristina puso el dedo en la llaga al recordar que aún quedan 16 rémoras coloniales en el mundo, de las que 10 tienen que ver con Gran Bretaña. Fue una manera de recordar un discurso suyo anterior, donde había calificado a Londres como una anacrónica y burda potencia decadente.
Antes de cerrar con la consigna de honor a los que habían luchado y caído para siempre en el Atlántico Sur, la jefa de Estado había enlazado esa resistencia con la que se libró mucho más atrás en el tiempo, frente a las invasiones inglesas de 1806 y 1807, así como contra la ocupación inglesa de 1833. El gaucho Rivero fue reivindicado, comentando que este personaje -ninguneado por la historia oficial- había muerto en la defensa de Obligado, en 1845, cuando Rosas se opuso al bloqueo anglo-francés.
Esa manera de contar la historia es congruente con la advertencia hecha, en otro plano y época, por Rodolfo Walsh, quien consideraba erróneo que cada lucha empezara de cero, sin tener en cuenta los antecedentes históricos. La presidenta sí enlazó esos esfuerzos de más de dos siglos por recuperar “la hermanita perdida”.
De todos modos, en su concepción pacifista, su análisis parece fallar al separar el período 2 de abril-14 de junio de 1982 de esa justa resistencia desde 1833 hasta el presente. Ella quiere recibir una herencia con beneficio de inventario. Y si bien nadie puede discutir que la dictadura tuvo planes continuistas a partir de la recuperación del archipiélago, tampoco se puede negar que esos dos meses de recuperación estuvieron en cierta medida justificados en los 149 años de dolorosa amputación de la soberanía y en la cerrazón británica.
Teniendo en cuenta el doloroso saldo de la guerra, de 649 argentinos muertos, a lo que ella añadió los 439 ex combatientes que se suicidaron, la presidenta anunció una excelente iniciativa: en marzo habrá un Hospital de Salud para los veteranos.
Lennon y los pollitos
Por supuesto que ahora, con Democracia, la lucha por la Soberanía está más que justificada. Así lo destacó la mandataria, quien asignó acertadamente a la demanda de Malvinas una característica regional y global. Es visible que los gobiernos y pueblos de Latinoamérica y el Caribe, los de la América del Sur, como ella dijo, comparten ese reclamo como suyo propio.
Por eso pareció muy correcto que –ante la llegada a las islas del destructor inglés y un submarino nuclear, amén de las anteriores ejercitaciones con misiles y ahora maniobras con helicópteros con el príncipe William-, la presidenta informara que la cancillería denunciará este proyecto de militarización ante el Consejo de Seguridad de la ONU. También lo hará ante la Asamblea General., pues el Reino Unido tiene poder de veto en el Consejo.
Esta es una decisión acertada: hay que llevar Malvinas ante la Asamblea General como lo hace Cuba con su moción contra el bloqueo estadounidense, año a año. Carlos Menem y Domingo Cavallo sacaron a Malvinas de allí y la recluyeron a un órgano menor como el Subcomité de Descolonización. Ojalá que a partir de ahora Argentina imite la táctica de Cuba.
Cristina Fernández estuvo brillante al citar a John Lennon y pedirle al premier conservador David Cameron que le diera una oportunidad a la paz.
Esa táctica es buena y además dificulta que eventuales gestos cuasi bélicos desde Buenos Aires le den argumentos a quienes no los tienen. No hubo ninguna brecha a esa crítica inglesa. En este sentido está bien basarse y abrazarse a una plataforma pacifista.
El límite es que ante las negativas sistemáticas de la corona británica, Cristina no anunció ninguna medida política ni económica contra las empresas británicas como HSBC, Shell, British Gas, Unilever, Glaxo, etc. Una cosa es no ser belicista y otra es no presionar con recursos económicos a la potencia ocupante para que devuelva lo que no es suyo.
En la XI Cumbre del ALBA en Caracas, el 5 de febrero, el presidente Rafael Correa propuso que toda la región tomara sanciones contra Londres si no reintegra las islas a su legítimo dueño. Esta es la combinación correcta: reclamar conversaciones diplomáticas y al mismo tiempo golpear a la parte colonialista donde más le duele.
Pero lamentablemente la jefa de Estado, desoyendo esas proposiciones de su colega ecuatoriano, repitió: “negociar, negociar y negociar”. Pero Londres no quiere ni hablar con Buenos Aires, como lo ha dicho Cameron hasta por los codos. Ya le pasó a un ministro de Economía que le habló al corazón de los empresarios argentinos y le replicaron desde el bolsillo, Cristina le cita al premier al sensible John Lennon y Cameron le contesta como si fuera de Kiss, pisando pollitos.
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Sergio Ortiz
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