Alí cabalga en su caballo bolivariano, hoy…
José Millet
Alí redivivo. Extraído de la losa sepulcral adonde lo habían
colocado quienes lo veían como lo que realmente era: un peligro para el opresor. Salido de las urnas y de los sitios
de tarimas en que quisieron esconderlo. Volando vencedor del tiempo y el
olvido, con su ramo de rosas recién besadas por el sol; con su fusil florido y
su sonrisa desafiante del tiempo. Alí niño, reclamando las letras y el espacio
para que los niños rían y jueguen sin descanso. Alí joven y perpetuo rebelde,
con su cuatro y su partida de jinetes insomnes dispuestos a luchar contra la
injusticia en cualquiera lugar del planeta. Alí parado encima del Cerro Galicia
y del Lago Maracaibo, para defender el respeto a todo lo creado en la tierra y
en el cosmos como garantía de la vida en salud del hombre. Alí poeta de flauta
suave, sembrador de alegrías con su canto noble esparcido por donde quiera que
fuera transitando.
Su aliento nos alcanzó siempre para continuar la caminata,
por muy fatigosa que fuese. Su corazón nos insufló el acorde amoroso
indispensable para emprender el ascenso del monte más alto. Su palabra
redentora nos armó de esas razones que hacen del ser humano una criatura amante
del terruño donde nació y consciente del deber que se cumplirá antes que
cualquiera meta personal, por muy importante que sea. Caminamos en vida junto a
él; cuando se ausentó hace veinticuatro años, aprisionamos su espíritu con que
quiso unir al pueblo, con la querencia constante de cada unos de sus profundos
saberes, herramientas indispensables para percibir si el viento estaba batiendo
oportunamente, los malestares que había que combatir y los fines esenciales que
tenían que dibujarse para trabajar en armonía hacia el futuro que hoy se
avizora mejor.
Descansamos ahora en el regazo de sus versos alistados
siempre en el batallón de la primera fila del combate. Su canción es el legado
más hermoso del que disfrutamos hoy. Con ella el pueblo se cobijó más de una
vez, halló motivos de inspiración y arsenal con que rebelarse y, a partir de
entonces, ya no fue ni volverá a ser esclavo de ningún amo, ni del amo lacayo
con que muchos aprendieron a convivir cual ovejas sumisas, ni mucho menos con
el opresor extranjero que succionó nuestra sangre para engordar con ella sus
par iguales. Su cuatro no se apagará nunca y si lo hace servirá de leña para
alimentar esa misma hoguera de redención por la que el juglar paraguanero
ofreció su vida.
Ahora que un huracán de cambios estremece la patria buena
con la que soñó Alí, hacemos un alto para rendirle homenaje precisamente a él,
tan distante de las lisonjas y las poses. Queremos decir: volveremos a
encontrar en Venezuela, a veinticinco años de su hazaña de organizar el primer
Festival de la
Canción Solidaria, cuyos destellos permanecen fulgurantes en
el cielo latinoamericano y caribeño, y se adentran en los tejidos de una cada
vez mayor cantidad de hombres sensibles de numerosas latitudes distantes de la Tierra. Homenaje
en nuestra lengua significa juntarnos para cantar juntos todos los venezolanos,
para volver expandir nuestra voz a lo largo y ancho de la geografía universal,
con la misma voz que lo hizo el juglar falconiano.
Oteando en el horizonte de nuestros pueblos todavía
oprimidos, tanto de los hermanos que nos rodean en América como de los de otras
latitudes del orbe, nos inspiramos en el canto y en la vida de Alí Primera; en
su noble corazón que nos hace palpitar. para volver a escuchar su canto,
disfrutar de su voz cargada de sabor a terruño, a animal silvestre, a flor
radiante y árbol sediento de calor y luz. Recordar sus versos: "Voy a
dejar la casa, pues al combate me voy.."
A cabalgar nos convoca Alí con su canción que lleva en la
crin hirsuta el pensamiento libertario de Simón Bolívar!
José Millet
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