La convocatoria este próximo 28 de junio a elecciones para elegir a los(as) candidatos(as) de la revolución a las parlamentarias, tiene particularidades políticas propias al mismo proceso electoral y otras asociadas al contexto político y social. Esta cita tiene la singularidad de ser un espacio de revitalización de la buena política, justamente en un marco de adversidades signadas por el brutal impacto de la guerra económica como expresión de la extorsión política burguesa sobre la sociedad venezolana entera.
El liderazgo convencional chavista (ese que llamamos “chavismo institucional”) cede paso a un estilo de liderazgo atomizado, donde rostros visibles en lo local del Psuv se conjugan con rostros de camaradas de movimientos sociales y comunales que están asaltando la escena política. Voceros de movimientos sociales, ecologistas, sexodiversos, comuneros, dirigentes gremiales, dirigentes campesinos, artesanos, entre muchos otros perfiles, se pueden ver en las candidaturas de nuestras internas. Muchos tenemos a algún amigo(a) o algún conocido(a) que ha recibido la postulación de la base y que con pocas o muchas opciones de ganar, participará como candidato(a). Son estas elecciones un proceso de rostros nuevos, de gente nueva, de gente cercana.
Quienes iremos a votar, más allá de apoyar candidaturas, iremos a apoyar un proceso que significa un punto de inflexión en la política que solemos hacer previo a una contienda electoral. Iremos a apoyar lo que está sucediendo, lo que queremos que se siga haciendo cada vez con mayor consistencia.
Las elecciones internas tendrán lugar, con los(as) mejores candidatos(as), con la mayor expresión de pluralidad y con el consistente protagonismo de mujeres y jóvenes que no se había conocido en la política venezolana. Pero más allá de eso, hay un importante proceso de renovación política en el chavismo profundo, justo cuando los fantasmas de la despolitización y la desmovilización amenazan a la sombra de la coyuntura de la guerra económica.
Es la profundización o es la regresión
Esta elección interna no es un mero acto de apoyar personas o tendencias. Se trata de darle un espaldarazo político a lo que somos nosotros, el chavismo, como fuerza movilizadora. Las circunstancias que signan la realidad nacional nos hacen colocar los ojos sobre nuestra dirigencia, la cual lleva a cuestas una responsabilidad política que no es exclusiva de ellos. Es una responsabilidad compartida, ésta, la de asumir un proceso sociopolítico revolucionario.
Nosotros, la base chavista, debemos coincidir en los apoyos fundamentales que brinden solidez a un proceso político que es nuestro. Se trata de construir candidaturas a las parlamentarias, que sean reflejo nuestro, que sean consistentes y leales a la causa nuestra. Se trata de proyectarnos al 6 de diciembre con cohesión revolucionaria, enfervorizados, unidos y fuertes, pese a las adversidades actuales y a las propias contradicciones y errores que pueda haber por parte de nuestra dirigencia. Pero este proceso electoral va más allá de ellos, se trata de nosotros, quienes necesitamos a una dirigencia chavista fortalecida y cohesionada con nosotros dirigiendo los espacios de gobierno, para que nos obedezcan.
La regresión política con la pérdida de espacios en el parlamento nacional sería una fatalidad en el marco de nuestra sociedad ya en guerra política y económica. La única vía por la cual electoralmente la derecha podría alcanzar esos espacios es por la vía de nuestra desmovilización, nuestro desencanto, nuestra apatía e indiferencia ante nuestro rol político. Básicamente sería ceder espacios. Quienes nos quieren extorsionar, entenderían que encontraron la manera correcta de someternos, y en consecuencia no cesarán en su guerra, sino que más bien la recrudecerían hasta el 2018 para alcanzar el poder ejecutivo nacional.
Quienes nos imponen la guerra económica con todo su poder burgués esperan de nosotros que les entreguemos el poder político. Quieren la regresión, llevar al país a nuevas situaciones de confrontación, empleando el portaviones político de la institucionalidad parlamentaria. Quieren paralizar al Gobierno nacional, única expresión del poder instituido que está peleando a favor de nosotros en la guerra económica.
Quienes creemos que nuestro Gobierno chavista debe actuar cada vez con más consistencia, con nosotros, en respuesta a la guerra económica, debemos otorgarle a nuestra dirigencia toda condición favorable para la gobernabilidad efectiva y total, de cara a la coyuntura, que no es un escenario de corto plazo sino una situación de asedio sostenido que inició cuando la burguesía entendió que Chávez no era comprable ni manejable.
La identidad chavista
La desmovilización y el desencanto son el laberinto ideológico propio de la ausencia de identidad política. No entender que nuestra revolución es mucho más que un rollo de papel tualé o un champú barato, es una afrenta, una incongruencia. Quienes nos quieren perdidos en el laberinto, quienes nos quieren en las colas, quienes nos quieren sometidos al malestar, quieren que entreguemos 15 años de revolución y logros sociales para volver a colocar el papel tualé y el champú barato en los anaqueles.
Ante estas circunstancias vale la pena preguntarnos: ¿es el chavismo un gentilicio idiotizado y chantajeable por un rollo de papel? ¿Somos acaso un pueblo fácil de someter? ¿Cuándo olvidamos nuestra condición de pueblo en rebelión permanente? ¿Cuándo olvidamos nuestro legado genético e histórico, ese de ser un pueblo insurrecto e irreverente? ¿La clase burguesa y mafiosa de la guerra impone toda su fuerza contra nosotros y los vamos a premiar cediéndoles los espacios y entregándoles el poder? ¿Cuándo vimos a Chávez rendirse para nosotros asumir la irresponsabilidad de rendirnos?
El chavismo es hoy una fuerza antagónica, contraria, adversa a toda representación de poder clásico conservador, burgués, paraempresarial y parapolítico que hemos conocido históricamente en Venezuela durante 200 años. He ahí que debemos reconocer como una contradicción que precisamente el chavismo se asuma en la despolitización y en la indiferencia, desconectándonos con nuestra cualidad más genuina que nos resume en una fuerza popular. Es la burguesía contra nosotros. Y en consecuencia, somos nosotros contra ellos.
Hoy y hasta diciembre nos corresponderá enfrentarnos a la burguesía y los autores de la guerra económica en un proceso electoral. Si ellos se asumen ganadores de la guerra en los anaqueles, debemos demostrarles que nosotros seremos los ganadores en los votos. Nuestra condición política no es negociable.
Hay que ir a votar el domingo 28 de junio, hay que ganar las parlamentarias, necesariamente debe ser así. La estabilización de la economía, del abastecimiento, la derrota de los monstruos del dólar paralelo, del mega y micro contrabando y de la inflación especulativa, pasan por un riguroso proceso de establecimiento de la gobernanza económica en diversos frentes por medio de las vías de los consensos y especialmente por el imperio de la institucionalidad revolucionaria.
Necesitamos un “dakazo” económico-estructural generalizado y profundo, prolongado, en la lucha chavista contra la guerra económica. Pero más allá del rol de la dirigencia en estas tareas, está la organización popular. Vacilar en esto es perdernos. No entenderlo es perdernos. Para ganar la guerra, necesitamos a un gobierno chavista parlamentario consolidado, renovado, revitalizado y repolitizado.
La cuestión de apoyar este proceso electoral consiste en fijar postura ante la coyuntura. Quienes nos entendemos y asumimos como chavistas no nos rendimos, no cedemos espacios. Quienes entendemos nuestra responsabilidad política entendemos nuestro rol ante la historia, pues tenemos una revolución en nuestras manos, y ella, con todos sus errores y contradicciones, es nuestro parto político e histórico.
Acudir a esta cita electoral consiste en asumir con claridad que el chavismo es una fuerza política no chantajeable. Quienes nos quieren desmoralizados y desmovilizados con su miserable guerra económica contra nosotros no merecen que les cedamos un centímetro del patrimonio político que hemos construido en revolución. No somos negociables. Nuestra condición chavista es la de asumirnos todos juntos como Chávez; no nos cansamos, somos tercos, somos verticales en lo que creemos, somos consistentes en lo que hacemos. ¡No somos débiles! ¡No nos van a doblegar!
Misión Verdad
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