¿UNA
REVOLUCIÓN DE PURA MENTIRA?
Un
aporte para la reflexión colectiva
¿Es
verdad todo lo que oímos acerca de los avances que la Revolución
Bolivariana ha logrado en diversos terrenos? ¿Acaso es cierto todas
esas consignas con un contenido radical que en muchos actos diversos
compatriotas vocean anunciando el compromiso de vida con el proceso y
de denuncia al imperialismo norteamericano y sus cipayos?
Hay
cosas que son ciertas, que son innegables e irrefutables, reconocidas
incluso por quienes adversan la Revolución Bolivariana. Avances en
materia de atención en salud y educación así como también en
cuanto a vivienda, son logros importantes que han permitido el
beneficio de unos y otros compatriotas. Esto para referirnos a
algunos solamente. Pero sucede que al lado de estos logros aún no
terminamos por hacer avances en cuanto al cambio en la
institucionalidad que heredamos de los gobiernos de la llamada
democracia representativa. Esa institucionalidad está IN-TAC-TA. Y
está intacta desde Miraflores para abajo. Tiene su reflejo en
diversas oficinas públicas y estructuras gubernamentales donde
suelen acercarse – por diversas razones – venezolanos y
venezolanas que solicitan las más variadas informaciones y trámites
para que sus peticiones sean oídas, resueltas o canalizadas. No
obstante, en un alto porcentaje no hay solución posible a muchos
requerimientos. Los ya conocidos: “eso no es por aquí”, “a eso
le faltan las firmas”, “todavía sobre eso no hay decisión”,
“venga la semana próxima” y pare usted de contar. Funcionarios
diversos: ministros, viceministros, gerentes, jefes, coordinadores,
directores y otros tantos, muchas veces sucumben ante un monstruo de
mil cabezas que amenaza con devorarlos sin compasión, echando a uno
y otro lado todos aquellos nobles propósitos revolucionarios que
animaron a aquel o aquella camarada para el momento que decidió
asumir determinada responsabilidad. Toda una estructura, en este caso
una estructura capitalista, se levanta decidida a enfrentar a aquel o
a aquella que ose cambiar las reglas del juego.
Aún
no terminamos de ejecutar el salto cualitativo en cuanto a una
gestión verdaderamente revolucionaria. Hasta el más humilde vocero
del más apartado consejo comunal quiere contar con su asistente; de
ahí en adelante uno puede imaginarse las cosas. Se el caso de
alguien que resultó electo concejal y a los pocos días era
imposible comunicarse con él. Su celular era atendido por un
asistente. Típico resulta también encontrarse con el caso de los
nuevos jefes que asumen determinadas direcciones, ofreciendo y
prometiendo esto y lo otro, con discursos radicalisimos y jurando
meter en cintura a quienes obstaculicen el trabajo que este y su
equipo llevarán adelante. Pasado poco tiempo las viejas prácticas
se imponen en el proceder del nuevo jefe y éste termina haciendo
aquello que criticó, algunas veces de manera vehemente.
Creo
que el salto cualitativo en la gestión del gobierno revolucinario
comienza por la persona misma: demostrando humildad en lugar de
prepotencia, demostrando responsabilidad en el trabajo y no lo
contrario, alta capacidad para desarrollar una gerencia con visión
estratégica, confianza en sí mismo y en los demás, capacidad
política para el analisis, comprensión y solución de los problemas
inherentes a su espacio laboral y fuera de este, y finalmente
desprendimiento y sacrificio en aras de la buena marcha de la
empresa. El no haber tenido presente estos elementos es lo que ha
llevado a la paralización y/o desaparición de algunas iniciativas
surgidas al calor de la Revolución Bolivariana: Mercales
abandonados, instituciones educativas deterioradas (física y
academicamente), consultorios de Barrio Adentro sin la debida
atención o dotación, consejos comunales o comunas cuyos procesos de
registros transitan el camino de las trabas burocráticas, misiones
educativas con despreocupación tanto por la calidad de los
facilitadores como por quienes allí se forman, falta de seguimiento
a algunas acciones emprendidas por el gobierno para enfrentar hechos
como la corrupción, el tráfico de influencia, el acaparamiento y la
especulación, ausencia de castigos ejemplares a elementos que
estuvieron y están inmersos en atentados a la estabilidad del país.
Pero aparte de lo hasta ahora señalado como críticas a la
Revolución Bolivariana, preocupa el aparente olvido que se ha hecho
de una de las últimas órdenes dadas por el Comandante Supremo Hugo
Chávez recogidas en el documento conocido como “Golpe de
Timón”. Creo que poco se ha ejecutado en ese sentido.
Entonces, ¿por qué mentirle al pueblo? Una revolución que se
precie de tal significa chancleta a fondo, ajuste de tornillos y
tuercas, disciplina en todos los niveles de la estructura
gubernamental, eficiencia y eficacia política, enfrentamiento
abierto a todo aquello que represente trabas para avanzar.
Creo
resultaría muy triste que mañana o pasado le tengamos que contar a
las nuevas generaciones que aquí hubo un hombre que se consumió
gustosamente en aras de proporcionarle la máxima felicidad al
pueblo; que entre nosotros estuvo un hombre que impulso importantes
iniciativas dirigidas a lograr soberanía alimentaria, salud y
educación, pero sobre todo que este hombre constantemente nos llamó
a la unidad y al estudio permanente, pero que desafortudamente no
supimos cumplirle. Entonces, seamos honestos. Creo que aún estamos
a tiempo.
Mervin
Rodríguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario