martes, 15 de abril de 2014

Andar y defensa de cangrejo

JM. Rodríguez


Es redundante y también alborotador de nuestra revolución democrática popular (y para cualquier otro tipo de régimen pactado por la vía electoral) hablar de coexistencia. Ella es obvia pues, con la Constitución Bolivariana, todo régimen, sea socialista o capitalista, estará siempre sometido a ese escrutinio.

Tal coexistencia se confirma en el lenguaje tradicional de la polémica política: ¡ustedes, capitalistas, para detener la vía al socialismo, tendrán que derrotarnos electoralmente! O dicho desde el lado de la derecha: ¡su intento de pulverizar la democracia burguesa, que hemos construido durante doscientos años, la derrotaremos en las urnas!

Digo esto porque, luego de los días de perros de la derecha sediciosa, he escuchado al equipo de gobierno, hablar, con evidente angustia, de la construcción de un modelo de coexistencia. Y lo digo porque no puedo apartar de mi mente que ese bonito eufemismo actúa como velo púdico que oculta lo que suena, demasiado, a armisticio.

Y la síntesis de un armisticio, continuando con las formas exclamativas, es: ¡si tú no atacas yo no avanzaré! Eso contraría aquello que Chávez siempre le gritó a la derecha: ¡si vienen con violencia iremos más a fondo! El clarín de llamado al combate acaba de ser sustituido por un sofisma que alardea con “el triunfo de la paz”.

Es la Constitución la que tiene establecido el conjunto de normas que permite la coexistencia de la diversidad (política, económica, cultural, social o de genero), cualquiera que sea. No necesitamos un modelo de coexistencia alternativo o complementario, ni de ninguno de sus sinónimos: cohabitación, convivencia, acuerdo, negociación o reconciliación.

El camino, en medio de la crisis severa que atravesamos, tiene tres canales: 1. Acabar con la impunidad 2. Facilitar la continuidad de la actividad productiva privada. 3. Soltar las riendas que frenan la constitución de las comunas como poder territorial y productivo. Es decir, asumir que la economía es de la sociedad, del Estado sólo la planificación y el control.


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