viernes, 1 de noviembre de 2013

DERROCAR A MADURO

Federico Ruiz Tirado
Cuando el poder económico y el del Estado, en lugar de empujar en un mismo sentido y hacia unos mismos fines (como ocurría en la Cuarta República), se activan en sentidos opuestos, tenemos guerra.
Esta guerra, si bien es mediática, ya se sabe que siempre puede ser premonición de la otra. La que todos los imperios de la historia hacen para consolidar su hegemonía. Y ya a estas alturas no hay que aclarar que eso del “poder económico” es una estructura transnacional, un club de simpáticos empresarios que juegan a la democracia y participan en elecciones. El objetivo de esa estructura es derrocar a Maduro por cualquier medio. Hacerlo a misilazos y exterminio sería muy fácil y rápido, pero sería muy costoso en términos militares, materiales y de imagen internacional; el método consistente en irlo debilitando en la opinión pública a base de noticias prearmadas (aquí entran en juego los medios privados). Es lento, pero es mucho más barato y es también un método corrosivo; es una guerra subterránea que no opera en portaaviones ni en ejércitos convencionales sino en el ámbito sicológico y en el más concreto y perceptible, que es el sabotaje directo contra los intereses del pueblo: en eso andan los medios privados.
Y, ¿qué hay de los públicos? Como en toda conflagración de cualquier tipo los bandos en pugna echan mano de los recursos a su disposición para evitar ser aplastados, y es obvio que el Estado debe informarle a la gente lo que el poder económico oculta, inventa o distorsiona. Si el Estado se encuentra bajo asedio su obligación para con 30 millones de venezolanos es defenderse, evitar su disolución o su conversión en un centro comercial. La guerra del monstruo transnacional empresarial no es sólo contra el Gobierno o el chavismo sino contra el Estado, lo que, despojado de tecnicismos, equivale a decir que es contra todo el país.


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