DERROCAR
A MADURO
Federico
Ruiz Tirado
Cuando el poder económico y
el del Estado, en lugar de empujar en un mismo sentido y hacia unos mismos
fines (como ocurría en la Cuarta República), se activan en sentidos opuestos,
tenemos guerra.
Esta guerra, si bien es
mediática, ya se sabe que siempre puede ser premonición de la otra. La que
todos los imperios de la historia hacen para consolidar su hegemonía. Y ya a
estas alturas no hay que aclarar que eso del “poder económico” es una
estructura transnacional, un club de simpáticos empresarios que juegan a la
democracia y participan en elecciones. El objetivo de esa estructura es
derrocar a Maduro por cualquier medio. Hacerlo a misilazos y exterminio sería
muy fácil y rápido, pero sería muy costoso en términos militares, materiales y
de imagen internacional; el método consistente en irlo debilitando en la
opinión pública a base de noticias prearmadas (aquí entran en juego los medios
privados). Es lento, pero es mucho más barato y es también un método corrosivo;
es una guerra subterránea que no opera en portaaviones ni en ejércitos
convencionales sino en el ámbito sicológico y en el más concreto y perceptible,
que es el sabotaje directo contra los intereses del pueblo: en eso andan los
medios privados.
Y, ¿qué hay de los públicos?
Como en toda conflagración de cualquier tipo los bandos en pugna echan mano de
los recursos a su disposición para evitar ser aplastados, y es obvio que el
Estado debe informarle a la gente lo que el poder económico oculta, inventa o distorsiona.
Si el Estado se encuentra bajo asedio su obligación para con 30 millones de
venezolanos es defenderse, evitar su disolución o su conversión en un centro
comercial. La guerra del monstruo transnacional empresarial no es sólo contra el
Gobierno o el chavismo sino contra el Estado, lo que, despojado de tecnicismos,
equivale a decir que es contra todo el país.
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