domingo, 5 de febrero de 2012


Mariadela Linares 
El país de la matraca 
Termina una por creer que los venezolanos nacimos con un gen tramposo que no es común al resto de los mortales. Donde quiera que se abre una oportunidad, aparecen los aprovechadores pretendiendo sacar la mejor tajada. Y no les importa matar si es necesario para preservar sus privilegios, sus comisiones y sus vagabunderías.
La olla podrida que se destapó en los últimos días, a propósito de la serie de informaciones publicadas aquí y relacionadas con las mafias que venden puestos de trabajo, evidencia que el asunto trasciende las esferas de la política. No se trata de si la Cuarta o la Quinta República han podido o no resolver el problema del desempleo, o del acceso de los venezolanos a los beneficios a los que tiene derecho, sino que vamos en el sentido opuesto de crear una sociedad de hombres y mujeres honestos, porque nosotros mismos nos encargamos de mandar al diablo ese noble propósito.
Las mafias operan no sólo en el universo de los buscadores de empleo; van más allá: están en las universidades vendiendo cupos, en los comedores para garantizar el acceso, en la venta de tickets para aprovechar el medio pasaje estudiantil. Y si hurgamos un poquito, la hallamos en la distribución de alimentos, de materiales de construcción, en el ejercicio de la justicia, en el tránsito y, de manera tenebrosamente generalizada, casi que en todas partes. Somos un país de matraqueros.
No hay peaje del país donde no estén apostados unos cuantos guardias dispuestos a cobrarles su cuota de ganancia a los transportistas; los policías comen gratis en las areperas; los fiscales le dicen descaradamente cómo tiene usted que hacer "para resolver el asunto de su infracción". Todas las soluciones, desde encontrar trabajo en una obra hasta sentarse en un pupitre, pasan por pagar en unidades tributarias o en especie, depende de la necesidad y de la magnitud de lo que se busca. Estamos intentando crear un "hombre nuevo", pero no se trata del color de la vestimenta que queremos que se ponga, sino de lo que es capaz de hacer con su conciencia. Mientras no emprendamos la lucha contra el gen maléfico, dejaremos que nos siga controlando la misma miasma de siempre.
Mlinar2004@yahoo.es 

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