El lado oscuro de la democracia
Antonio Peredo Leigue
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española -lo de Real, viene porque España sigue siendo un reino- tiene dos acepciones coincidentes respecto a la palabra democracia. La primera dice: Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. La segunda afirma: Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado. En otros términos: no hay democracia si el pueblo no interviene en las decisiones fundamentales del Estado.
No voy a hablar de algún ejemplo de Nuestra América, donde todos se sienten con agudo sentido crítico para desmenuzar lo que ocurre en cada uno de nuestros países. Mi intención es referirme a lo que está ocurriendo en la Unión Europea , donde dicen que la democracia nació y se fabricaron sus modelos hasta la actualidad. Aquel pueblo que no siga sus sacramentos, será condenado porque no vive en democracia. Es lo que nos enseñaron y, lastimosamente, siguen enseñando en las escuelas de Bolivia y, seguramente, de muchos otros países de esta región.
El primer país donde se mostró que no hay democracia, es Grecia; la Grecia de Sócrates y de Platón. El derroche, aviesamente incitado por los mercaderes, provocó la bancarrota. Presurosos, los jerarcas de la Unión acudieron con montos impresionantes de dinero prestado, bajo la recomendación de reducir el gasto público y constreñir el desarrollo económico. Algo hizo el gobierno pero el desajuste se mantuvo. Los mandatarios de la Unión , el dúo Merkel-Sarkozy, tomaron la sartén por el mango y retuvieron la última entrega del préstamo. Reclamaron e impusieron recortes extremos y paralización de obras como condición para cubrir la cuota. El dinero que entregaron no estaba destinado a las necesidades del pueblo que no fue consultado, sino a pagar las deudas miles de veces millonarias, causadas por el derroche impuesto como forma de vida. Por supuesto, todo el gobierno cambió y, el parlamento griego sometido a los jerarcas de la Unión , confirmó un gabinete tecnócrata encabezado por el señor Lukas Papademos quien, como carta de presentación, declaró: “No hay comida gratis para los deudores, ni soluciones fáciles para los acreedores”; es decir, estamos aquí para pagar las deudas, no para solucionar los problemas del pueblo. ¿Esto es democracia?
Tomemos otro ejemplo en la vieja Europa. Una cumbre de la Unión deliberó la semana pasada sobre las medidas extremas que deben tomarse para evitar el colapso del euro, la moneda de la UE. El primer ministro británico, Cameron, se negó a firmar el acuerdo que aprobaron los mandatarios de los otros 26 países miembros. Al llegar a Londres, Cameron recibió una andanada de acusaciones de la oposición, como era de esperar, pero también de los liberales demócratas, que forman parte de su gobierno. Éstos y los laboristas, que se supone son la izquierda del esquema político británico, acusan al conservador Cameron de haber dejado a Gran Bretaña fuera de la Unión Europea. Cameron se defiende diciendo que el Reino Unido sigue en la UE en razón del mercado común, pero no puede estar de acuerdo con restricciones que pueden perjudicarlos. En toda esta discusión, no tiene nada que ver el pueblo que ya está soportando restricciones. Si Cameron se mantiene, habrá más restricciones. Si cambia el gobierno, las restricciones serán mayores. ¿Hay democracia en todo esto?
La conclusión es manifiesta: la democracia al estilo europeo, es el predominio de los mercaderes en el gobierno político. El pueblo está para trabajar, para votar eligiendo a un gobierno más derechista o menos derechista, para gastar a un ritmo cada vez más enloquecido y para pagar las consecuencias de este perverso manejo mercantil.
Un país, un pequeño país, dio la lección: Islandia. Los medios de comunicación se encargan de no difundir el ejemplo. Las reuniones de la señora Merkel con el señor Sarkozy se conocen en toda su extensión. Por supuesto, lo que se difunde es la versión oficial; de ninguna manera los entretelones. Y, la versión oficial, es tan dura, tan cruel, que salen sobrando los entretelones. La democracia, al estilo europeo, es el derecho de los ricos a exprimir al pueblo y, luego, hacerle pagar las consecuencias. Eso es todo.
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