Con escasa o nula confianza en las decisiones de la COP-16, los movimientos sociales vivieron la cumbre como una oportunidad de mostrar al mundo luchas y alternativas.
(Patricia Manrique - Diagonal) México - “Las dependencias de las Naciones Unidas encargadas de realizar la difícil tarea de generar el nuevo tratado están infiltradas y han sido corrompidas por los intereses de las corporaciones financieras internacionales”, sentenciaba en su llamada a la acción el espacio Anti-c@p que, junto con La Vía Campesina (LVC), dinamizaron a una parte de las organizaciones sociales de base presentes en Cancún. Más allá de una mera contracumbre de presión a la 16ª edición de la Conferencia de las Partes (COP-16) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, los movimientos sociales han afrontado en Cancún un paso más en el complejo trabajo de dar entidad a un término, justicia climática, que responda a las “falsas soluciones” del “capitalismo verde” al deterioro planetario.
Además del campamento de La Vía Campesina y Anti-c@p, otros dos espacios, Klimaforum10 y su Ecoaldea Global en Puerto Morelos (Cancún), y las carpas denominadas “Mup Palas” de Diálogo climático- Espacio Mexicano (EsMex) reunieron a los activistas internacionales desplazados en Cancún.
En la preparación de la cumbre surgieron no pocas desavenencias. Durante las negociaciones para establecer la sede de la cumbre paralela a la COP-16, no hubo entendimiento entre Klimaforum10 y las organizaciones que impulsaron finalmente EsMex. Si bien, de un lado, el foro heredero de la experiencia de Copenhague fue valorado por organizaciones mexicanas como una injerencia europea en la organización de la cumbre cancunense, del otro, para algunos activistas, EsMex ‘tenía detrás’ a “organizaciones comerciales ecologistas”, en referencia a ONG como Greenpeace, Oxfam o la Fundación Heinrich Boll. En los debates, que también se plantearon en listas de correo internacionales, algunos activistas como Tord Björk consideraron que Copenhague había implicado “grandes pasos con rumbo a marginalizar a las grandes ONG profesionalizadas” y que “tienen gran incidencia dentro de las políticas globales”. Klimaforum y EsMex podrían dar entrada nuevamente a este tipo de organizaciones.
Finalmente, no hubo acuerdo, y cada cual organizó su respuesta. Para Deyanira Navarrete, activista del Frente Amplio Opositor a la Supervía Poniente, integrado en Anti-c@p, ambas plataformas tienen en común un punto que, precisamente, generaron el distanciamiento de LVC y su propia red: una postura indeterminada ante el mecanismo de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación (REDD). “A LVC nos une en Cancún que la lucha es desde los pueblos, y que ambas plataformas estamos en contra del proyecto REDD. Los otros espacios en cambio no han mostrado una oposición clara”, apunta.
“Nosotros afirmamos que las campesinas y los campesinos somos necesarios y útiles para la humanidad. Nuestro papel es producir alimentos y lo hacemos de manera sustentable, enfriando el planeta”, afirma Alberto Gómez, a modo de proclama de LVC.
LVC considera preocupante el impulso que está cobrando “un nuevo orden económico mundial, con la agricultura como nexo”, al que políticos y empresas denominan “bioeconomía” y que, presentada como “verde” y “sostenible”, constituye “un conjunto de falsas soluciones, que posibilitan la expansión de la agricultura industrial, y la integración vertical y la consolidación del mercado de las empresas agroindustriales transnacionales”. Alfredo Acedo, de LVC, considera que “reconocer y garantizar los derechos colectivos de las tierras y territorios sería la forma adecuada de proteger bosques y selvas”, ya que en su mayoría están en territorios de comunidades campesinas e indígenas tradicionales, “las más indicadas para velar por su preservación y uso sostenible, porque ya lo han hecho así durante siglos”. Impulsar la agricultura tradicional, familiar, implicaría luchar de un modo efectivo contra el cambio climático pero, por contra, “no se le quiere dar ningún espacio y de hecho la agricultura no es debatida, cuando el agronegocio es el causante del 55% de los gases invernadero que calientan el planeta”, sentencia Gómez.
En la COP-16 se debatió la globalización del mecanismo REDD –rebautizado por la Red Indígena por el Medio ambiente como “Rápido Enriquecimiento con Desalojos y Destrucción de la biodiversidad”– como una solución al cambio climático, barajándose validar globalmente los bosques como generadores de bonos de carbono, convirtiéndolos definitivamente en un objetivo privilegiado para especuladores. Dentro y fuera de la COP-16 Más allá de la confluencia en unos espacios u otros, una pluralidad de organizaciones entre las que se encuentran Amigos de la Tierra, Otros Mundos AC/Chiapas o Carbon Trade Watch, presionaron dentro y fuera de la cumbre para dejar claro a la COP-16 y al mundo que es necesario un “cambio de sistema, no de clima”.
(Patricia Manrique - Diagonal) México - “Las dependencias de las Naciones Unidas encargadas de realizar la difícil tarea de generar el nuevo tratado están infiltradas y han sido corrompidas por los intereses de las corporaciones financieras internacionales”, sentenciaba en su llamada a la acción el espacio Anti-c@p que, junto con La Vía Campesina (LVC), dinamizaron a una parte de las organizaciones sociales de base presentes en Cancún. Más allá de una mera contracumbre de presión a la 16ª edición de la Conferencia de las Partes (COP-16) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, los movimientos sociales han afrontado en Cancún un paso más en el complejo trabajo de dar entidad a un término, justicia climática, que responda a las “falsas soluciones” del “capitalismo verde” al deterioro planetario.
Además del campamento de La Vía Campesina y Anti-c@p, otros dos espacios, Klimaforum10 y su Ecoaldea Global en Puerto Morelos (Cancún), y las carpas denominadas “Mup Palas” de Diálogo climático- Espacio Mexicano (EsMex) reunieron a los activistas internacionales desplazados en Cancún.
En la preparación de la cumbre surgieron no pocas desavenencias. Durante las negociaciones para establecer la sede de la cumbre paralela a la COP-16, no hubo entendimiento entre Klimaforum10 y las organizaciones que impulsaron finalmente EsMex. Si bien, de un lado, el foro heredero de la experiencia de Copenhague fue valorado por organizaciones mexicanas como una injerencia europea en la organización de la cumbre cancunense, del otro, para algunos activistas, EsMex ‘tenía detrás’ a “organizaciones comerciales ecologistas”, en referencia a ONG como Greenpeace, Oxfam o la Fundación Heinrich Boll. En los debates, que también se plantearon en listas de correo internacionales, algunos activistas como Tord Björk consideraron que Copenhague había implicado “grandes pasos con rumbo a marginalizar a las grandes ONG profesionalizadas” y que “tienen gran incidencia dentro de las políticas globales”. Klimaforum y EsMex podrían dar entrada nuevamente a este tipo de organizaciones.
Finalmente, no hubo acuerdo, y cada cual organizó su respuesta. Para Deyanira Navarrete, activista del Frente Amplio Opositor a la Supervía Poniente, integrado en Anti-c@p, ambas plataformas tienen en común un punto que, precisamente, generaron el distanciamiento de LVC y su propia red: una postura indeterminada ante el mecanismo de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación (REDD). “A LVC nos une en Cancún que la lucha es desde los pueblos, y que ambas plataformas estamos en contra del proyecto REDD. Los otros espacios en cambio no han mostrado una oposición clara”, apunta.
“Nosotros afirmamos que las campesinas y los campesinos somos necesarios y útiles para la humanidad. Nuestro papel es producir alimentos y lo hacemos de manera sustentable, enfriando el planeta”, afirma Alberto Gómez, a modo de proclama de LVC.
LVC considera preocupante el impulso que está cobrando “un nuevo orden económico mundial, con la agricultura como nexo”, al que políticos y empresas denominan “bioeconomía” y que, presentada como “verde” y “sostenible”, constituye “un conjunto de falsas soluciones, que posibilitan la expansión de la agricultura industrial, y la integración vertical y la consolidación del mercado de las empresas agroindustriales transnacionales”. Alfredo Acedo, de LVC, considera que “reconocer y garantizar los derechos colectivos de las tierras y territorios sería la forma adecuada de proteger bosques y selvas”, ya que en su mayoría están en territorios de comunidades campesinas e indígenas tradicionales, “las más indicadas para velar por su preservación y uso sostenible, porque ya lo han hecho así durante siglos”. Impulsar la agricultura tradicional, familiar, implicaría luchar de un modo efectivo contra el cambio climático pero, por contra, “no se le quiere dar ningún espacio y de hecho la agricultura no es debatida, cuando el agronegocio es el causante del 55% de los gases invernadero que calientan el planeta”, sentencia Gómez.
En la COP-16 se debatió la globalización del mecanismo REDD –rebautizado por la Red Indígena por el Medio ambiente como “Rápido Enriquecimiento con Desalojos y Destrucción de la biodiversidad”– como una solución al cambio climático, barajándose validar globalmente los bosques como generadores de bonos de carbono, convirtiéndolos definitivamente en un objetivo privilegiado para especuladores. Dentro y fuera de la COP-16 Más allá de la confluencia en unos espacios u otros, una pluralidad de organizaciones entre las que se encuentran Amigos de la Tierra, Otros Mundos AC/Chiapas o Carbon Trade Watch, presionaron dentro y fuera de la cumbre para dejar claro a la COP-16 y al mundo que es necesario un “cambio de sistema, no de clima”.
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