sábado, 5 de diciembre de 2020

 

Roberto Malaver | Pan de mi alma



“En la CASA codo a codo,
somos muchos más que dos”

Parodiando a Mario Benedetti

Federico García Lorca –ese poeta maravilloso y nuestro– en 1931, en Granada, su pueblo, en la inauguración de la biblioteca Fuente Vaqueros, dio un discurso donde dijo: “Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro”. Y para darle más fuerza a su querencia insistió: “Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?”

Ahora, que estamos en cuarentena para defendernos de este virus que recorre el mundo, es una buena oportunidad para hacerle caso a Federico García Lorca –ese poeta maravilloso y nuestro– y podemos, además, contestarle que los libros están aquí. Ahora todos los podemos bajar por internet y leerlos cómodamente. Y para sumarnos a la solicitud del poeta, vamos a incorporar unos títulos de libros que se pueden leer mientras nos defendemos con conocimientos. Como dijo alguien por ahí. “Nunca imaginé que iba a pelear en una guerra sentado desde mi casa y leyendo libros”.

Venezuela: un país para leer

Ya no se puede decir que no tenemos tiempo para leer, ahora, con esta cuarentena, mientras ayudamos a todo lo que hay que hacer en la casa, desde lavar los platos y el piso y sacar la basura, queda mucho tiempo para conocernos a nosotros mismos. Y ya no basta con decir que “Un bongo remonta el Arauca”, ahora hay que leer a Doña Bárbara para saber para dónde va ese bongo, y qué otras cosas pasan después. Así entonces nos hacemos amigo de Rómulo Gallegos, y leemos también Cantaclaro y Canaima.

De esa manera te vas encontrando con un país que de repente no conocías, un país que ha tenido y tiene grandes escritores y poetas y pintores y músicos y cantantes y artesanos y artistas y tantas alegrías, que ahora, en cuarentena, podemos disfrutarlas tranquilamente.

Si quieres leer poesía, busca por allí al poeta de Manicuare, Cruz Salmerón Acosta, y lees Azul:

“Azul de aquella cumbre tan lejana
Hacia la cual mi pensamiento vuela,
Bajo la paz azul de la mañana,
¡color que tantas cosas me revela!”

Y lo lees completo, porque no basta dejarlo hasta allí. Y quieres más poesía y te encuentras con Francisco Lazo Martí, y lees su Silva criolla:

“El llano es una ola que ha caído,
el cielo es una ola que no cae.”

Quieres entonces leer poetas contemporáneos, que estén más cerca en el tiempo, y entonces lees al poeta y amigo celebrado por sus ochenta años, Gustavo Pereira:

Somaris 6

“Cuando logró ser conocido por todos trató de ocultarse”
Te queda gustando la brevedad y la inteligencia y la ironía y entonces sigues leyendo. Y si, después, quieres leer más poesía, te vas a encontrar con Aquiles Nazoa, poeta y humorista y querendón de Caracas. Y lees la Balada de Hans y Jenny:

“Verdaderamente nunca fue tan claro el amor

Como cuando Hans Christian Andersen amó a Jenny Lind

El ruiseñor de Suecia.”

Y de repente quieres volver a la novela venezolana, la más cercana, te dices, pero antes escuchas a nuestra cantante Cecilia Todd mientras buscas y bajas los libros de internet. Y te encuentras con Rajatabla, de Luis Britto García, texto de relatos que ganó el premio Casa de las Américas, en Cuba. Y lees Helena:

“Un papagayo se hace con papel y verada. Los demás niñitos decían que yo estaba enamorado de Helena.”

Y sigues leyendo ese extraordinario y genial cuento y agradeces la cuarentena porque ya estás siendo más venezolano y más tú y más universal. Y te dices que esos son relatos, que quieres leer una novela, y buscas a País portátil, de Adriano González León, ganadora en 1968 del Premio Internacional Seix Barral, Biblioteca Breve. También fue llevada al cine por Iván Feo. Y lees:

“Este país es una vaina seria.”

Ese es el epígrafe. Y después arrancas a leer lo que le pasa a Andrés Barazarte cuando llega a Caracas.

Y al final, cuando ves que estás contento y sí sabes lo que sientes, termina la pandemia y sales a decirle a Federico García Lorca –ese poeta maravilloso y nuestro– que es verdad, que los libros te ayudaron a salir de la pandemia, y ahora son el pan de mi alma, y gracias García Lorca.
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