LA IDEOLOGÍA OCULTA DE PRIMERO JUSTICIA
Rafael Pompilio Santeliz El partido Primero Justicia fundado por el Magistrado de la OEA, Dr. Alirio Abreu Burelli, tiene su origen en el socialcristianismo más elitesco y conservador. Nace como una similitud del neofascismo emergente europeo que con gran afinidad encuentra eco en el discurso norteño del orden y la “justicia”.
Siempre en épocas pre-revolucionarias afloran organizaciones que claman por el viejo orden. Recordemos a los fascistas chilenos y su organización “Familia, Patria y Propiedad”. Es la imposición de la Ley del imperio, la del más fuerte, la Ley del revólver que imperaba en el lejano Oeste. En nuestra memoria todavía está fresco el western donde el muchacho de la película era el marshal que ajusticiaba a su mejor amigo con la frase: “Lo siento Sam, es la Ley”. Es la misma política del garrote que Teodoro Rossevelt aplicó a los pueblos que buscaban su liberación.
El discurso ideológico de fondo de esta organización es el de la Ley que preserva el orden de las clases dominantes y del imperio. En él está implícito la conciliación de clases, la justicia a favor del patrón. La misma justicia que aplicaba con soberbia y prepotencia Borges, cuando fungía como Juez de paz, en su programa “Justicia para todos” ante atribulados hombres y mujeres del pueblo cuyas pequeñas querellas eran en último término producto de la injusticia social y una falta de democratización de la propiedad.
En esta sublimación de la Ley los enemigos del progreso social enarbolan contenidos que versan con la descentralización como pantalla para la debilitamiento del Estado. No en vano sus protagonistas ven al Estado como “un ladrón de valores”. Pugnan por “el castigo severo” a los violadores de la ley y el orden, pregonan la recuperación de la legitimidad, que en el fondo es la de los propietarios que históricamente se enriquecieron con el sudor del pueblo.
Su inspiración norteamericana es notoria: El programa Justicia para todos” era una clara versión del talk show que distraía conciencias. Claman por el libre mercado, por el respeto a los derechos humanos, tan violados por los mismos norteños que los financian a través del Fondo de Desarrollo para la Democracia (NED)
Uno de sus voceros, el alcalde Eduardo Battistini, titula en un artículo, parafraseando a Thomás Jefferson, pilar de la cultura norteamericana,“La libertad como regalo de Dios”. En él manifiesta que no se debe ir en contra de la leyes de Dios. Sabemos que los mandamientos de Moisés han sido utilizados por élites históricas como control social que evita el desborde de los oprimidos. También era característico de los “padres fundadores” de los EEUU la fe en que el suyo era un país selecto, guiado por la “Providencia” cuyas manifestaciones nunca ocultaron sus pretensiones de hegemonía en el Hemisferio Occidental. Jefferson decía: “Debemos conceptuar nuestra confederación como un hogar desde el cual los hombres irán a establecerse en todas las partes de América del Sur y de América del Norte”. (The Life and Selected Writings of Th. Jefferson. New York, 1944, p. 391) Benjamín Franklin sostenía a su vez que esa suerte la compartirían Canadá, la Florida y las Bahamas. Esta idea del Destino Manifiesto era también argumentada por el secretario de Estado John Quiney Adams, el cual afirmaba la predestinación divina de la hegemonía de los EEUU y que posteriormente ha sido el principio fundamental de la política exterior estadounidense junto a la doctrina Monroe.
El pitiyankismo tiene su máxima expresión en Primero Justicia cuya base es la pequebú, no es casual que delire por los enlatados de la TV gringa. Todo proceso revolucionario tiene su contrarevolución. El surgimiento del neofascismo no olvida su génesis: Violar su propia legalidad. Los mismos que históricamente han diseñado al Estado burgués con formalidades de libertad de papel, destruyen en momentos en que peligra la propiedad privada sus propios preceptos, los mismos que han servido para distraer y neutralizar la lucha de clases en todo su esplendor.
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