Cuentos represivos y la verdad oculta
Miami, 2 de diciembre del 2011
Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce-Martianos-Hermes-Cubainf ormación.- Durante el mes de setiembre del presente año, la prensa internacional se desgañitó gritando denuncias contra Cuba por lo que ellos llaman “represión brutal”, golpizas salvajes” y cosas por el estilo, contra oposicionistas cubanos. En los meses posteriores, hasta la fecha, han arreciado esos ataques.
No volveremos a explicar con mucho detalle porqué la oposición en Cuba no puede ser interpretada en los mismos términos que en los Estados Capitalistas, pero sí lo señalaremos nuevamente porque a veces es necesario llover sobre mojado para que la arcilla permita ser moldeada.
En Cuba no encontramos oposición política en el sentido que tradicionalmente empleamos el término en otros países. El mecanismo político tiene células esenciales que nacen en los barrios y se extienden hacia arriba. Aunque no es totalmente abierta y presenta diversos escollos que impiden canalizar la espontaneidad decisoria del conglomerado contiene todas las avenidas para una real participación mayoritaria de la población. Este mecanismo es de por sí un importante factor para transformar el tipo de actividades llamadas de oposición en un proceso de selección electoral.
Cuando la miseria o la represión social afecta a las grandes mayorías de un conglomerado humano, las explosiones sociales se hacen inevitable y los dirigentes surgen del fondo del descontento. No importa cuánto se proponga la prensa local esconder los hechos. El liderazgo de Lech Walesa en Polonia, Václav Klaus en Checoslovaquia y las revueltas que provocaron el desmerengamiento del llamado Estado Soviético, prueba que las represiones se hacen inútiles si las salidas de las crisis no son atendidas con prontitud y en función de la mayoría poblacional. El mismo ejemplo corresponde a los Estados de derecha como el Chile de Pinochet o la dictadura de Batista en el caso cubano.
El malestar y las revueltas desmantelaron el Estado Soviético, el error del Partido fue dejarse corromper. El dudoso papel de un cuerpo de esa naturaleza, como medio para organizar un Estado, rigiendo sobre el flujo de las ideas y las voluntades, se desplomó por no escuchar la marejada social y no actuar a tiempo rectificando lo andado.
Es cierto, que en el caso de los países pertenecientes al Bloque Soviético la prensa internacional y las poderosas inversiones de Estados Unidos y de los países del Occidente europeo, dirigidos a derrocar los gobiernos del oriente de Europa, influyeron en la disolución de ese proyecto, pero el poder de convocatoria que tuvieron ciertas figuras surgidas en los años previos, adquirió su mayor fuerza alentada por la incapacidad del gobierno de turno para impulsar reformas viables para el proyecto socialista en cuestión.
No hay freno para evitar la protesta social cuando una sociedad no encuentra salida a situaciones que se hacen desesperadas.
No es el caso de Cuba hasta el momento y no se vislumbra que pueda serlo.
La renovación de la dirección del poder fue el mayor obstáculo en los países del denominado socialismo real, como también lo ha sido en las dictaduras de derecha al estilo Pinochet, Rafael Videla en Argentina y otros. El círculo cerrado que determina por decreto o por la imposición de una cúpula militar, quiénes deben asumir las funciones cívicas o administrativas, termina por agotar su poder de mando y mina cualquier otro propósito de poder, no importa cuan humanista o racional pueda ser.
En Cuba ese estilo provino de la experiencia rusa y desde hace algún tiempo busca avenidas que, sin forzar situaciones objetivas, provea un curso adecuado de relativa espontaneidad para el surgimiento de representantes legítimos y estables. Los Estados que logran avanzar y rebasar las crisis con un mínimo de represiones y prohibiciones son aquellos que menos fuerza ejercen para determinar quiénes deben ser sus representantes locales u otras instituciones. Incluso la experiencia histórica indica que, mientras menos se limitan los nacimientos de nuevas instituciones, mayores probabilidades de que una selección natural las consolide o disuelva, sin mayores consecuencias. Al decir esto tampoco queremos significar que pueda apelarse a la anarquía, porque ningún Estado, al margen de criterios ideológicos, puede darse ese lujo so pena de perecer.
En Cuba, no solamente esto se vislumbra como posible a la luz de las reformas que se están realizando y del ajuste de dirección que emprende el nuevo liderazgo que comenzó hace cuatro o cinco años, sino que cada día surgen comentarios de buena crítica de personas nuevas y muchos de esos pensamientos se publican en la prensa de carácter nacional. Aunque aún falta mucho para proliferar un espectro mediático que de cabida a mayor pluralidad, con alcance para amplios sectores, se perciben cambios y sobre todo opiniones que apuntan en ese sentido. El pensamiento que queda reducido a prensa de poca o ninguna circulación poco a poco parece que podrá alcanzar a un mayor espectro de lectores.
Lo que no es palpable dentro de la opinión pública y el sentir de la ciudadanía, es la existencia de corriente alguna que proponga un cambio de planes respecto al tipo de Estado. No hay dudas que el fin es crear un Estado Socialista, lo cual ya no significa un desconocimiento de las leyes que regulan la economía en el mundo que vivimos, sino una administración de sus funciones orientadas al mayor beneficio colectivo.
La dificultad estriba en que Cuba está a 90 millas de Estados Unidos y dicho país no ha cejado en su objetivo de controlar cuanto ocurra en esa pequeña Isla. Pero al margen de esa situación y a pesar de los recursos que Washington emplea para minar la autoridad del gobierno cubano, no ha surgido una protesta o un liderazgo, que aglutine y mueva voluntades en contra de los actuales acontecimientos sociales y políticos. La prensa cubana incluso es más benigna que la soviética en términos de ocultar sucesos. Los llamados disidentes u opositores cubanos han sido mencionados en varias ocasiones en el periódico oficial Granma y en programas televisivos y esto no ha causado un crecimiento de las pocas personas que componen esos grupos. Como buena prensa oficial el propósito ha sido descalificarlos, pero no es menos cierto que al hacerlo, los exponen al conocimiento público, lo cual podría favorecer simpatías si la situación fuese tan crítica como para buscar salidas fuera del actual sistema en fase de organización. Al contrario, muchos los ven como un obstáculo a las posibles soluciones planteadas por la dirección del gobierno.
Hasta la fecha, lo que ha caracterizado a esas mínimas expresiones de supuesta oposición, es una enorme voracidad por agarrar algún céntimo del fondo de 20 millones asignado este año por Washington para derrocar al gobierno cubano.
La ausencia de un poder de convocatoria y de una corriente de ideas que desafíe el proyecto social y de Estado que se lleva a efectos en Cuba, hace que los pequeños grupos interesados en llamar la atención sobre la existencia de un movimiento oposicionista en la Isla, se dediquen a inventar represiones virtuales y adopten provocaciones que la prensa internacional se encarga de editar y vender como grandes acontecimientos.
Todo es un gran montaje, que poco a poco han convertido en una industria de la desinformación, dirigida especialmente a Europa, con el propósito de justificar ese Bloqueo Blando llamado “posición común”, asumido por los países del euro, y cuya política le fue exigida por la Administración Bush a las naciones europeas a cambio de un trato cordial.
La “posición común” es una política que le exige condiciones ideológicas a Cuba, a cambio de préstamos y preferencias comerciales que Europa acostumbra otorgar a los países subdesarrollados. En esencia es una copia en miniatura del Bloqueo de Estados Unidos.
*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en los EE.UU. y subdirector de Radio Miami
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