Por: Jesús Muñoz Freites
La Iglesia, elemento importantísimo de la cultura, desempeñó en la vida colonial el papel de soporte ideológico del absolutismo; como institución, ella estaba “subordinada al soberano en virtud del derecho de Patronato”. Ella constituyó, desde los primeros tiempos, un instrumento de dominación más del imperialismo español. Los planes de la Congregación Católica en la América Virgen eran sencillos y claros, en apariencia: implantar la fe cristiana, convertir a los infieles, pero detrás de estas beatas excusas estaba la misión de implantar las bases sólidas de la cultura hispánica; vale decir, el andamiaje ideológico que casi destruyó las culturas autóctonas y permitió el dominio político y económico en gran parte del Nuevo Mundo.
En la medida que la vida colonial fue desarrollándose, la institución religiosa adquirió riquezas, prestigio y poder para cumplir eficazmente su misión dominadora, el fraile pálido de enfermedades y hambre, de apariencia flacucha y de cruz en mano y crucifijo en pecho fue sustituido por el prelado gordo, de vida disoluta, vestido con finas telas, sortijas y alhajas, enquistado en un palacio como obispo o por el párroco tartufo, socarrón, ladino y truhan que vivía y satisfacía su lujuria a costilla de sus incautos y supersticiosos parroquianos y parroquianas. Los curas enseñaban a la gente que amar a Dios, implicaba no solamente el amor al prójimo, sino al Estado Monárquico con todas sus instituciones. Específicamente a las clases explotadas, le enseñaban la sumisión y la obediencia al poderoso, al rico, al dueño de las haciendas. Las relaciones de sometimiento y vasallaje eran parte de su catecismo; la resignación ante situaciones paupérrimas de explotación, trabajo esclavo e injusticia social eran muy a menudo su sermón para los pobres y explotados. Los portavoces del catolicismo le predicaba a los negros, indios y pardos en la colonia: la mansedumbre y la pasividad, la subordinación incondicional a los explotadores. Sin embargo, cuando surgen los conflictos independentistas en América y durante la guerra misma de la emancipación americana, algunos sacerdotes abrazaron con fervor revolucionario la causa republicana, como el Cura Morelos en México; pero como regla general la Congregación Católica, con todo su peso ideológico, se mantuvo opuesta a la Independencia. Aun más, en Venezuela casi todos los prelados y sacerdotes fueron realista e hicieron una oposición tenaz y descarada a la causa republicana, evoquemos aquí, los sucesos del terrible sismo del 26 de marzo de 1812, cuando los curas realistas pregonaron por todas partes que el desbastador terremoto era un castigo de la Divina Providencia por haberse los venezolanos republicanos, insubordinado a la Corona y declarado la independencia. Lo que obligó a Simón Bolívar a lanzar la famosa frase: ¨Si la Naturaleza se opone a nuestros designios libertarios lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca¨. Hoy como ayer los altos jerarcas del catolicismo se oponen a los cambios revolucionarios que impliquen: igualdad social, redención de los pobres, inclusión de los excluidos, darle poder efectivo al pueblo, justa distribución de las riquezas y justicia social. Su lugar está al lado de la burguesía apátrida y lambe cul… del imperialismo yanqui. Por otra parte, las culturas autóctonas americanas fueron, en casi todos los rincones de América, aplastadas por el peso de la cultura dominante hispánica. Los españoles obligaban a los indígenas a adquirir la lengua, la religión y las costumbres de la península Ibérica: hubo, literalmente, un genocidio cultural. Al estabilizarse la Colonia, el dominio cultural se manifestó a través de la Iglesia y de las Corporaciones que ella iba creando, por una parte y por otra, a través de las instituciones con fines y funciones políticas, económicas, judiciales y sociales que el Estado Monárquico erigía.
Como es obvio, el pensamiento español en su conjunto impregnó monopólicamente al Nuevo Mundo que supuestamente por legado del Papa Borgia, Alejandro VI (Pederasta y homosexual depravado) “le pertenecía” al imperio español. “Por su transcendencia, la cultura no podía escapar y no escapó a la previsión de España tan empeñada en reproducirse en su obsequio americano. Quería ella que su espíritu, que no otra cosa son la lengua, sus creencias, su arte, filosofía, ciencia, costumbres, gustos, aficiones y hasta prejuicios, fuera impuesto a la naciente sociedad americana. Al excluir de la colonización a los extranjeros, que en principio son los no oriundos de Castilla y de León, y después los súbditos de soberanía distinta de la española, se muestra una espontánea aspiración de monopolio cultural para quien trae sus estructuras políticas, económicas, religiosas, sociales y jurídicas y sólo procede conforme al programa de sus privativas conveniencias”.
Por lo tanto, no nos debe parecer nada extraño la oposición tenaz que los mafiosos obispos venezolanos le hacen a la construcción de la Patria Socialista, la sociedad de iguales condiciones para todos, es ya una tradición en Venezuela que los purpurados defiendan los intereses de los explotadores y se alineen al lado de los apátridas burgueses.
jesusfreites11@hotmail.com
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