jueves, 6 de febrero de 2020

El Héroe de Yaguajay renace cada febrero


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El pueblo conoció bien al Comandante de la Revolución
 Camilo Cienfuegos, al igual que su Comandante en Jefe, 
y lo ha identificado siempre como uno de sus mejores
 e imprescindibles hijos, a pesar de su muerte tan temprana,
 con solo 27 años.

Por eso cada año celebra su natalicio, ocurrido en 
una humilde barriada de La Habana el seis de 
febrero de 1932, como conmemora el aniversario 
de su desaparición física en un desastre aéreo 
ocurrido el 28 de octubre de 1959.
Y es que ese cubano tan acrisolado, junto al carácter 
extrovertido, dinámico y campechano de la mayoría
 de los hijos de esta tierra, también encarna el ideal 
de lo mejor de la juventud: fervor patriótico, valentía, 
coraje, rebeldía ante lo mal hecho, honradez, solidaridad, 
honestidad, alegría de vivir, patriotismo, humanismo 
y fidelidad; y otras tantas virtudes que si tuvo tachas, 
como cualquier ser humano, nadie las recuerda.
De modo que fue real, pero también es leyenda 
el Señor de la Vanguardia y el Héroe de Yaguajay 
que sus compatriotas aman y recuerdan con 
la estampa radiante y joven que tenía en el momento 
de su desaparición, en cumplimiento de una 
importante misión que había conjurado un hecho de alta traición.
Pocos días después de la histórica batalla de Yaguajay, 
comandada por él a fines de diciembre de 1958 en el 
centro de la Isla, donde se lució como estratega al 
frente de su columna guerrillera invasora y se ganó 
definitivamente el título de Héroe, Cuba entera 
lo conoció en vivo, tras su llegada a La Habana, 
para preparar junto al Che la entrada de la Caravana 
de la Libertad.
Es justo destacar que en la forja de las 
virtudes morales, en su niñez y juventud, resultó 
decisiva la educación dada por sus padres, dos emigrantes 
españoles.
Adolescente inquieto y sensible ante las injusticias 
sociales, participó en protestas populares contra el 
aumento del costo de la vida y en 1954 se incorpora 
a la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista. 
Fichado por los órganos represivos, se ve obligado a 
salir del país.
Por lo demás, las estrecheces económicas de su hogar, 
lo obligan a interrumpir estudios y a viajar a Estados Unidos 
a los 21 años, de donde es deportado. A su regreso a Cuba
 se vincula ya de forma decidida y directa al 
movimiento revolucionario estudiantil. Cae preso y padece 
la tortura, por lo cual se ve forzado a partir nuevamente al exilio.
Durante una estancia breve en Nueva York, conoce de los
 planes de Fidel Castro en México, enfrascado en la 
organización de una expedición libertaria a Cuba.
En tierra azteca se produce la concreción de sus anhelos. 
En la capital de ese país, en septiembre de 1956 contacta 
al movimiento 26 de julio liderado por Fidel y se enrola en 
la tripulación del yate Granma, la que finalmente saldría del
 puerto de Tuxpan con 82 futuros combatientes dispuestos a 
vencer o morir por la independencia de la patria.
El desembarco azaroso por Las Coloradas el dos de diciembre,
 el bautizo de fuego de Alegría de Pio, confirmaron su decisión 
de ser fiel a la causa hasta el final.
Ya reorganizada la exigua tropa, Camilo se destacó en 
el cumplimiento de múltiples misiones armadas al mando 
de Fidel, Almeida y el Che.
Su arrojo y valentía lo hacen ostentar desde el
 16 de abril de 1958, los grados de Comandante del
 Ejército Rebelde que operaba ya como una realidad
 irreversible en las montañas de la Sierra Maestra. 
Su capacidad para la organización, la ofensiva y 
la estrategia empiezan a hacerse notorias y 
anunciaban al brillante jefe guerrillero que fue.
Promovido a jefe de la Columna dos Antonio Maceo,
 realiza exitosas misiones en los llanos del Cauto, 
fuera del territorio de la cadena montañosa.
Por el impacto y efectividad de sus misiones, la tiranía 
se sintió herida en sus flancos y desató una ofensiva 
contra las fuerzas combatientes. Esto no hizo más que
 radicalizar la conciencia patriótica nacional y creció el 
apoyo popular, sobre de todo de valiosos jóvenes del 
campo y la ciudad, al movimiento revolucionario.
Por lo tanto, el jefe rebelde retorna a las cercanías 
del mando, que ya trazaba la mejor respuesta 
a las fuerzas del dictador Fulgencio Batista.
Es así que las huestes revolucionarias pasan a la 
ofensiva final y el 18 de agosto el Comandante en
 Jefe ordena la ejecución de la invasión de Oriente 
a Occidente, tal como lo hicieron los mambises 
en la última guerra de independencia.
Camilo iría al frente de su Columna dos Antonio Maceo 
y el Che Guevara, encabezando la Columna ocho 
Ciro Redondo.
El héroe de la sonrisa franca y el sombrero alón 
combatió entre octubre y diciembre de 1958 
en zonas tan apartadas y desconocidas hasta
 entonces como Seibabo, Venegas, Zulueta
 —en dos ocasiones—, General Carrillo,
 Jarahueca, Iguará, Meneses, Mayajigua y Yaguajay, 
en cuyo cuartel y otras dependencias se habían 
hecho fuerte las tropas enemigas,.
Tras nueve días de batalla, el sitio de Yaguajay culminó 
con el triunfo rebelde. Esta victoria coincidió con la toma 
de la ciudad de Santa Clara por las tropas del Che y con
 la fuga del tirano, el 31 de diciembre de ese año.
En esa campaña Camilo confirmó sus cualidades de 
Señor de la Vanguardia y la batalla de Yaguajay, en la 
antigua provincia de Las Villas, centro del país, lo 
catapultó como héroe y estratega brillante en el combate,
 junto a su aguerrida tropa. Esta última, al igual que la batalla 
de Guisa, dirigida en la Sierra por Fidel, y la de Santa Clara,
 por el Guerrillero Heroico, fueron decisivas en la victoria del 
Ejército Rebelde.
Batista huye en estampida cobarde, pero se conoce de intentos 
de cohortes de instalar un gobierno nuevamente pro yanqui. 
Camilo recibió la orden de marchar con rapidez hacia
 La Habana. Allí tomó el Estado Mayor de la tiranía, el
 Cuartel de Columbia.
A la llegada de la Caravana de la Libertad, el ocho de 
enero a la capital, encabezada por Fidel, Camilo era uno 
de los Comandantes que lo esperaban, al igual que el Che 
y Almeida. Durante su discurso en horas de la noche, 
el líder de la revolución demostró la confianza depositada 
en Camilo con hermosas y sencillas palabras, grabadas 
por siempre en las mentes de los cubanos.
Fue un año de intenso trabajo y ejecutoria de los jóvenes 
dirigentes de la naciente revolución que desde muy 
temprano empezó a cumplir su vocación de igualdad, 
justicia social y soberanía nacional.

La consternación provocada en el pueblo por su partida 
física solo ha sido superada por la convicción de que su
 ejemplo pervive entre los cubanos. Y de que, como 
dijera el Maestro, la muerte no es verdad cuando se ha 
cumplido bien la obra de la vida.

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