Soy el Che Guevara, dicen que dijo aquel Ernesto, presintiendo que se comenzaba a alzar sobre su propio nombre y sobre la manera en que era nombrado, para ser algo más que lo que era… para volverse la forma en que nuestros pueblos cinco siglos sometidos, comenzaban a llamar a su rebelión incandescente, a su fuego sagrado, a su cuerpo desangrado.
No es casualidad que haya sido en Bolivia, donde el Che fue sembrado. Este país que hizo guerras por el agua, por el gas, contra el coloniaje. Este país que sigue guevariando la historia con sus sueños largamente masticados, como la hoja de coca... Este país que expulsó a Mac Donalds y a Coca Cola, a la USAID, y al mismísimo embajador de los EEUU.
Soy el Che Guevara, dicen que dijo Ernesto, el médico guerrillero, cuando supo que le llegó su hora.
Soy el Che, dijo, como podría haber dicho, tal vez… soy Tupac Katari, soy Caupolicán, soy Lautaro, soy Tupac Amaru, soy Lempira… soy el último grito… soy la eterna rebeldía.
Soy el Che Guevara, dicen que dijo Ernesto, el médico guerrillero, cuando supo que le llegó su hora.
Soy el Che, dijo, como podría haber dicho, tal vez… soy Tupac Katari, soy Caupolicán, soy Lautaro, soy Tupac Amaru, soy Lempira… soy el último grito… soy la eterna rebeldía.
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