BRASIL ENTRE LA ESPADA
FASCISTA Y LA PARED PROGRESISTA
FEDERICO RUIZ TIRADO
Intentemos leer en voz alta esta convulsa jornada brasileña, intentemos
escuchar el eco crispado de sus sirenas aullándole al naufragio del sufragio,
metámonos en sus zapatos que son los mismos nuestros; transitemos en reversa
los pasos de más de 200 millones de seres humanos de todos los colores de piel,
de todas las edades, de muchas religiones; de tantos sueños históricos, y
tantas pesadillas sociales. Aunque hablamos diferente lengua nuestro lenguaje
es el mismo; hablamos pueblo, hablamos historia, hablamos sueños y despertamos
realidades.
Aquí en la República Bolivariana de Venezuela, los únicos que se han
proclamado progresistas -en tiempos de elecciones y a media voz-, han sido
María Corina Machado y Henrique Capriles Radonsky, dos cachorros viejos de la
burguesía parasitaria.
Aquí en la República Bolivariana de Venezuela, Chávez nos propuso
socialismo en lugar de barbarie, Comuna o nada, emancipación socialista en
lugar de vasallaje imperialista; aquí en la República Bolivariana de Venezuela
hemos recorrido un largo y empedrado camino en estos casi 20 años de
refundación, de Revolución Socialista pacífica pero armada, para enfrentar como
la hemos enfrentado, la lucha de clases sin cuartel que la burguesía agavilla en
contra nuestra, contra el pueblo, contra la vanguardia histórica (el
proletariado y el campesinado políticamente consciente), y contra otras capas,
estratos, sedimentos o cómo le dé su gana eufemizarnos, a la sociología melindrosa
políticamente correcta.
Durante casi 15 quince años, Chávez y nosotros entonamos el mismo canto:
socialismo en lugar de barbarie; en estos últimos años ya sin Chávez, soplan
fuertes vientos progresistas por estos escenarios del poder político partidista
y eso es grave, las pruebas están a la vista, Brasil: a raíz de la “caída” del
Muro de Berlín que en realidad no se cayó sino que lo tumbaron a pico y pala, el
anticomunismo se adueñó del discurso político, lo globalizó desde la propia
izquierda a través de los voceros de USA, voceros infiltrados o no. La
izquierda continental se distanció de Cuba, solo la visitaban en plan turístico
y luego le caían a mordiscos ideológicos a Fidel, lo criticaban a sus espaldas,
nunca se le enfrentaron pero tampoco lo acompañaron, se postraron ante el
baboso Vargas Llosa, etc. El anecdotario es largo hasta que llegaron Chávez, la
Revolución Bolivariana y la seguidilla, Evo, Lula, Pepe, Kirchner, Ortega,
Correa. Pero esa es historia conocida, lo resaltante es que la mayoría de los
citados se identificaron, a diferencia de Chávez, con el progresismo.
Lula por ejemplo, protagonizó una indudable ratificación pública de su
talante no socialista: en una ocasión Chávez se dirigió a Lula como socialista,
y Lula le ripostó de inmediato e interrumpiéndole el discurso “Yo no
soy socialista, yo lo que soy es sindicalista”; exabrupto ante el cual
Chávez, con su genial espontaneidad humorística, relató cómo fue el arribo del
Che a Ministro de economía, contó lo siguiente: cuando alguien, en determinada
reunión preguntó si había allí algún economista, el Che respondió YO, creyendo
que la pregunta había sido ¿hay aquí algún comunista? Genio político, genio amable; humor amistoso,
didáctico y socialista, el de Hugo Chávez.
El progresismo, oriundo del Vaticano y no de alguna tendencia euro-comunista
del siglo pasado, ha logrado los estragos perseguidos por el pentagonal Opus
Dei, y seguirá haciendo de las suyas si lo dejamos pasar impunemente y sin
siquiera preguntarnos a nombre de qué, con qué se come eso, a quién le sirve,
para qué sirve navegar en aguas aparentemente tranquilas, burocráticas,
progresistas no socialistas. Ahora Brasil navega hacia un sangriento remolino
fascista, por no haberse atrevido a encarar, junto al pueblo, una
revolucionaria tormenta socialista.
Después de Macri, Temer, Lenin, y Bolsonaro, no es a la gente a quien se
le van a echar las culpas de la carencia total de perspectivas que exhiben las
vanguardias burócratas; de la ineficacia e ineficiencia de los políticamente
empoderados; del desprecio hacia las mayorías que exhiben los cogollos
partidistas; de la demagogia clientelar de los estrategas electorales, de las
maquinarias chupavotos, de las cúpulas gobierneras.
Qué tal si ensayamos vernos en el espejo brasileño para diagnosticarnos,
para anticipar el porvenir si seguimos transitando este sendero a ninguna parte
por donde nos conducen los burócratas; los tecnócratas; los improvisados; los
salta talanqueras; los “maduristas” que son los mismos chavistas sin Chávez;
los progresistas; los socialistas tibios; los chavistas blandos, los
socialdemócratas como Castro Soteldo que ansían que la burguesía de vuelva
revolucionaria. ¿Qué tal, señor Fiscal General, si eliminamos esa aberración de
estar señalando de corruptos a funcionarios que aún no han sido procesados
hasta la última instancia?, ¿Qué tal si los altos funcionarios constriñen sus
híper egos para no pisarle la manguera a otros súper egos funcionariales? ¿Qué
tal si se cumplen a cabalidad y puntualmente las promesas? ¿Qué tal si se
enserian los y las Ministras y no salen a hablar paja a cada rato? ¿Qué tal si
la información de los medios públicos es constitucionalmente oportuna?
50 millones de brasileños pusieron a otros 150 millones de brasileños al
filo de un harakiri, si los burócratas se dejan de progresismos ramplones, le
arriman la brasa a una propuesta socialista, le pierden el asco a los pobres y
el miedo a los muchos, intentan algún gesto antimperialista, anticapitalista,
auténtico y revolucionario, Brasil no se hunde en el espanto de una larga
pesadilla.
Aunque no veamos las barbas de Brasil, arder; pongamos desde ya, las
nuestras en remojo.
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