Del "loco" de la pancarta.
Un testimonio de fe de una vida.
El doce de septiembre de este año dosmil diesiocho (12-9-18) encontrè muerta a la maestra Nohemì de Sanchez que me diò sexto grado de primaria desde el año 1972-73. Cuando ya tengo cincuenta y ocho de edad hace ya cuarenta y seis años que cursè ese perìodo escolar con ella como nuestra maestra en la Escuela Nacional Catorce de Septiembre de Mil Quinientos Cincuenta y Dos en la calle 24 entre carreras 24 y 25 de esta ciudad mi Barquisimeto de siempre donde soy nacido y criado. Pero como si no estuviera ya muerta o cambiando el criterio de lo que significa estar muerto he aqui mi testimonio de fe, de fe de vida, de que quien hace historia no muere asi no mas en el momento de su muerte biològica.
Fuimos su primer curso de alumnos cuando ella empezò a trabajar en susodicha escuela. Y entre tantos gratos recuerdos el mejor y mas significativo para mi fue cuando ya en el año 73 empezò nuestra primera clase de la materia de Estudios sociales. Fue cuando ella al comienzo nos empieza a explicar que se trata de estudiar la sociedad y que la sociedad se trata de todos nosotros como seres humanos en conjunto al que pertenecemos.
Entonces un gesto de esa nuestra añorada y gratamente recordada maestra me fijò un no se què (sentimiento o conocimiento) para siempre en mi nùcleo inmutable y permanente que sustenta mi ego. Este gesto comenzò cuando ella se levanta de su silla dejando lo demàs en su mesa de trabajo y se acerca mas a nosotros levantando la voz y ponièndo ènfasis aclaràndo para que escuchàramos mejor. Y preguntò con un movimiento de su mano izquierda levantada con el dedo ìndice extendido:
_"¿Y esos llamados locos que ustedes habràn visto por las calles abandonados, sucios que nunca se bañan, ni se cambian de ropa, ni se afeitan y andan descalzos? ¿Ustedes creen que pertenecen tambièn a la sociedad?"_
Y empezò alguno que otro a contestar voluntariamente levantando la mano y otros señalados por la maestra para que participaran tambièn. Unos decìan que si y otros decìan que no. Unos que no y otros que si. Y aunque estoy seguro que yo no fui el ùnico que no quizo levantar la mano para contestar y que por suerte tampoco ella nos invitò con su dedo aunque para el momento quedaba yo muy cerca junto a ella me pareciò que todo eso me lo estaban dedicando a mi y que fui el ùnico. Yo me quedè estupefacto como si me estuvieran haciendo en un juicio en mi contra Es que lo que estaba sucediendo me recreò la angustia que me dejò grabada mi mamà hacìa unos seis años antes cuando en un momento en que yo la solicitè con mi necesidad infantil de atenciòn maternal me insultò muy agresiva, furiosa gritàndome a todo pulmòn que yo no era su hijo. Que ella no tenìa hijos locos. Que yo me tenìa que ir de esa casa. En verdad ella era de verdad mi mamà biològica pero era trastornada, como esquizofrènica violenta. Y entre tantos hemanitos ninguno tenìa el mismo padre y ninguno conocìa el suyo. Vivìamos sin un hogar propiamente dicho sino disfuncional parapeteadamente y ambulantes de arrime en arrime. Uno a uno èramos rescatados para llevarnos a otro lugar bien seguro para terminarnos de criar y salvarnos de tanta miseria. Se les hacìa difìcil convenserlos cuando les preguntaban si querìan irse para vivir mejor lejos de aquella madre puramente instintiva nada humana.Conmigo si que fue fàcil porque yo me querìa escapar de aquella miserìa donde no veìa posibilidades de aprender a leer y escribir como era mi ilusiòn infantil, pero; mas que todo por el traumàtico sentimiento que me causaba el rechaso aquel que me hizo mi mamà. A mi me rescataron asi unas monjitas de la caridad que pasaron misioneras por donde estàbamos nosotros. Me llevaron a otra casa donde me terminaron de criar unos viejitos que vivìan solos. Me anotaron en la escuela y me ponìan a trabajar. Asi que aquella clase magistral me recreaba la grabaciòn de aquella irresoluta angustia dejàndome estupefacto y como sometido en un històrico juicio al estilo Nùremberg. Sentìa como si alguien me hubiera denunciado, otros me estuvieran defendièndome y otros acusàndome ante la maestra que me parecìa como juez de lo que yo sentìa como un juicio muy severo. Y lo grato fue que superè aquella angustia del momento cuando la maestra, despuès de haberse dado respondida por todos rematò al final la cuestiòn planteada por ella misma. Recojiendo su dedo indice dicièndo con mas ènfasis y voz mas fuerte no bajò su puño y como gritando dijo dijo ante nosotros: _"¡Sììì! ¡Los locos tambièn pertenecen a la sociedad! ¡Los locos tambièn tienen derechos!"_
Un testimonio de fe de una vida.
El doce de septiembre de este año dosmil diesiocho (12-9-18) encontrè muerta a la maestra Nohemì de Sanchez que me diò sexto grado de primaria desde el año 1972-73. Cuando ya tengo cincuenta y ocho de edad hace ya cuarenta y seis años que cursè ese perìodo escolar con ella como nuestra maestra en la Escuela Nacional Catorce de Septiembre de Mil Quinientos Cincuenta y Dos en la calle 24 entre carreras 24 y 25 de esta ciudad mi Barquisimeto de siempre donde soy nacido y criado. Pero como si no estuviera ya muerta o cambiando el criterio de lo que significa estar muerto he aqui mi testimonio de fe, de fe de vida, de que quien hace historia no muere asi no mas en el momento de su muerte biològica.
Fuimos su primer curso de alumnos cuando ella empezò a trabajar en susodicha escuela. Y entre tantos gratos recuerdos el mejor y mas significativo para mi fue cuando ya en el año 73 empezò nuestra primera clase de la materia de Estudios sociales. Fue cuando ella al comienzo nos empieza a explicar que se trata de estudiar la sociedad y que la sociedad se trata de todos nosotros como seres humanos en conjunto al que pertenecemos.
Entonces un gesto de esa nuestra añorada y gratamente recordada maestra me fijò un no se què (sentimiento o conocimiento) para siempre en mi nùcleo inmutable y permanente que sustenta mi ego. Este gesto comenzò cuando ella se levanta de su silla dejando lo demàs en su mesa de trabajo y se acerca mas a nosotros levantando la voz y ponièndo ènfasis aclaràndo para que escuchàramos mejor. Y preguntò con un movimiento de su mano izquierda levantada con el dedo ìndice extendido:
_"¿Y esos llamados locos que ustedes habràn visto por las calles abandonados, sucios que nunca se bañan, ni se cambian de ropa, ni se afeitan y andan descalzos? ¿Ustedes creen que pertenecen tambièn a la sociedad?"_
Y empezò alguno que otro a contestar voluntariamente levantando la mano y otros señalados por la maestra para que participaran tambièn. Unos decìan que si y otros decìan que no. Unos que no y otros que si. Y aunque estoy seguro que yo no fui el ùnico que no quizo levantar la mano para contestar y que por suerte tampoco ella nos invitò con su dedo aunque para el momento quedaba yo muy cerca junto a ella me pareciò que todo eso me lo estaban dedicando a mi y que fui el ùnico. Yo me quedè estupefacto como si me estuvieran haciendo en un juicio en mi contra Es que lo que estaba sucediendo me recreò la angustia que me dejò grabada mi mamà hacìa unos seis años antes cuando en un momento en que yo la solicitè con mi necesidad infantil de atenciòn maternal me insultò muy agresiva, furiosa gritàndome a todo pulmòn que yo no era su hijo. Que ella no tenìa hijos locos. Que yo me tenìa que ir de esa casa. En verdad ella era de verdad mi mamà biològica pero era trastornada, como esquizofrènica violenta. Y entre tantos hemanitos ninguno tenìa el mismo padre y ninguno conocìa el suyo. Vivìamos sin un hogar propiamente dicho sino disfuncional parapeteadamente y ambulantes de arrime en arrime. Uno a uno èramos rescatados para llevarnos a otro lugar bien seguro para terminarnos de criar y salvarnos de tanta miseria. Se les hacìa difìcil convenserlos cuando les preguntaban si querìan irse para vivir mejor lejos de aquella madre puramente instintiva nada humana.Conmigo si que fue fàcil porque yo me querìa escapar de aquella miserìa donde no veìa posibilidades de aprender a leer y escribir como era mi ilusiòn infantil, pero; mas que todo por el traumàtico sentimiento que me causaba el rechaso aquel que me hizo mi mamà. A mi me rescataron asi unas monjitas de la caridad que pasaron misioneras por donde estàbamos nosotros. Me llevaron a otra casa donde me terminaron de criar unos viejitos que vivìan solos. Me anotaron en la escuela y me ponìan a trabajar. Asi que aquella clase magistral me recreaba la grabaciòn de aquella irresoluta angustia dejàndome estupefacto y como sometido en un històrico juicio al estilo Nùremberg. Sentìa como si alguien me hubiera denunciado, otros me estuvieran defendièndome y otros acusàndome ante la maestra que me parecìa como juez de lo que yo sentìa como un juicio muy severo. Y lo grato fue que superè aquella angustia del momento cuando la maestra, despuès de haberse dado respondida por todos rematò al final la cuestiòn planteada por ella misma. Recojiendo su dedo indice dicièndo con mas ènfasis y voz mas fuerte no bajò su puño y como gritando dijo dijo ante nosotros: _"¡Sììì! ¡Los locos tambièn pertenecen a la sociedad! ¡Los locos tambièn tienen derechos!"_
No hay comentarios:
Publicar un comentario