La guerra en Venezuela
EL PROBLEMA ECONÓMICO NO TIENE SOLUCIÓN............. EN EL CAPITALISMO
Juan Manuel Mendoza
EL PROBLEMA ECONÓMICO NO TIENE SOLUCIÓN............. EN EL CAPITALISMO
Juan Manuel Mendoza
Pedir, criticar, molestarse, exigir, reclamar, maldecir e incluso descontentarse con el Gobierno porque la situación económica lejos de mejorar pareciera agravarse, algunos podrían verlo como un derecho, yo lo veo como un acto de infinita comodidad y flojera. Han pasado apenas casi tres semanas desde la elección a la Constituyente convocada por el presidente Nicolás Maduro para alejarnos de la guerra, la violencia y lograr la paz en Venezuela y ya no se habla de paz, ni de violencia, ni de guerra sino de "lo económico". Ya no queremos paz, o en todo caso, solo queremos seguir consumiendo en paz.
Para empezar deberíamos definir a la economía como una gran estafa, diseñada para sostener el modelo capitalista existente, donde se habla de manera tal que nadie entienda pero que todo el mundo crea que es verdad. Es como el latín y la religión hace mil años. Así entonces términos como inflación, crecimiento, producto interno bruto, per cápita, desarrollo humano, acceso a los servicios, cesta básica y canasta familiar, no son más que recursos rebuscados para disfrazar la estafa de la pelotica.
La situación particular que algunos llaman guerra económica, para mí solo guerra (sin necesidad de apellido), es impuesta por factores externos e internos del país, quienes pretenden destruir el Estado-nación, caotizar la vida cotidiana, sacar a flote nuestros más bajos instintos, para poder controlar el territorio sin leyes de por medio. El plan de los dueños es muy viejo, asesinar a las tres cuartas partes de la población del mundo, y para eso necesitan destruir el andamiaje existente, no tienen ninguna contradicción con eso.
Cuando usted o yo en nuestra individualidad nos molestamos porque ya no podemos comer lo que hasta hace algunos años era de fácil acceso (gracias a Chávez y a la Revolución y a una decisión política del directorio que establecía que los pobres debíamos comer) es el acto de mayor comodidad que podemos esgrimir, nos comportamos como niños malcriados que desean lo que le venden en la televisión pero que nuestros padres no pueden comprar. La diferencia es que no somos niños y el tiempo histórico que vivimos es de extremada claridad como para andar excusándonos en la ignorancia.
Desde hace 60 años a los pobres se nos impuso una dieta, un modo de vivir, se nos ciudadanizó acumulándonos como ganado o siembra intensiva en pequeños espacios, se nos terminó de arrancar cualquier posibilidad de cultura que nos enraizara a la tierra y nos volvieron esto que hoy somos. Personas incapaces de producir nuestra propia comida, o construir nuestras casas, gente que no sabe curarse y que aunque lo supiera, bajo las condiciones de vida existentes, actualmente estaríamos incapacitados para sanarnos.
Bajo condiciones normales en el capitalismo, habría anaqueles llenos y pobres como arroz picao. La decisión política de que los pobres en Venezuela debemos comer es solo uno de las facturas que nos están cobrando; la desaparición del alimento, las medicinas, el deterioro de los servicios públicos (agua, luz, gas, teléfonos) estarían mucho peor si no existiese un empecinamiento obstinado del directorio revolucionario de protegernos como pueblo y base social que lo sustenta.
La agroindustria, la industria farmacéutica, entre otras, están ganando millones con el bloqueo que hoy imponen a Venezuela, no es un problema de gestión o eficiencia, no es si la ANC resuelve o no lo hace, no es si el funcionario roba o no lo hace, no es un problema de valores, porque si algo hoy ha florecido como verdolaga en conuco son los valores del capitalismo. No hay manera de resolver el problema en tanto la comida y las medicinas sean mercancías, y dentro de este sistema todo, incluidos nosotros, somos mercancía.
En ese contexto y sabiendo que solo una decisión política nos ha permitido durante los últimos 18 años vivir en una suerte de burbuja de comodidad consumista, ¿qué debemos hacer? ¿Seguimos quejándonos, seguimos pidiendo que el Gobierno resuelva, hasta que a Maduro lo asesinen como a Chávez? ¿O nos ponemos para las cosas? Basta ya de culpar sin vernos a nosotros, ¿cuál es nuestro aporte, aparte de la resistencia? ¿La cómoda queja, o las mágicas propuestas sentados frentes a nuestros teclados?
El problema económico planteado no tiene solución en el marco del capitalismo, por la sencilla razón de que el sistema instalado le pertenece a los dueños del mundo y ellos decidieron detenerlo en este territorio, con el objetivo de destruir al Estado-nación venezolano. A lo máximo que podemos aspirar es que el Gobierno se sostenga como muro de contención y protección de la avalancha que han desatado en nuestra contra. Pero eso a la larga no es sostenible, si no preguntémosle a los otros experimentos hechos por pueblos enteros antes que nosotros, como los soviéticos, los chinos y los cubanos. ¿Dónde están hoy? Entregados al capitalismo, y nadie pretende desmeritar su desprendimiento y resistencia, pero luego de 100 años no existe vestigio alguno de la casa, la comida, la salud, la educación, la vida, en fin, la otra cultura distinta al capitalismo, todos esos experimentos se conformaron con satisfacer necesidades. Las cuales los humanistas descubrieron que eran infinitas y las volvieron ley y motivo de su accionar dentro de su aparato de producción capitalista, para tener esclavos permanentes, con la añoranza de lo que nunca podremos tener. Justo ahí triunfó el humanismo cuando todos se pusieron de acuerdo en el objetivo, y supuestamente difirieron en las formas de conseguirlo.
Cuando no cuestionamos la mercantilización de la comida ya la batalla está perdida. Cuando no discutimos por qué se siembra para vender y no para comer, ya estamos derrotados. Cuando no nos preguntamos por qué comemos lo que comemos, el dueño nos lleva ventaja. Cuando ni siquiera chistamos porque todo obedece al sacrosanto mercado de la compra-venta (incluido usted y yo) entonces es una pérdida de tiempo la conversación. Porque nunca pasará de ser pura habladera de paja, de gente irresponsable que no comprende que solo porque existe este Gobierno que tenemos es que podemos creernos la coba de que tenemos la posibilidad de cuestionar al poder, y además reclamarle nuestros derechos sin observar deber alguno de nuestra parte.
Por qué no tratamos de averiguar de dónde provienen los que creemos son nuestros hábitos alimenticios, qué tiene que ver Rockefeller con eso, cómo es que el 80% de la red de empaquetado y distribución del alimento en este país es manejado oligopólicamente cuando no monopólicamente. Como drogadictos exigimos al Estado que nos garantice nuestros tapa-válvulas, la mayonesa, la margarina, la harina de bagazo de maíz, aceites, salsas, azúcar, pastas y arroz. ¿Quién nos impuso esa dieta? ¿A quién beneficia? ¿Por qué nadie cuestiona esos venenos que llamamos alimentos?
Por qué no tratamos de averiguar de dónde provienen los que creemos son nuestros hábitos alimenticios, qué tiene que ver Rockefeller con eso, cómo es que el 80% de la red de empaquetado y distribución del alimento en este país es manejado oligopólicamente cuando no monopólicamente. Como drogadictos exigimos al Estado que nos garantice nuestros tapa-válvulas, la mayonesa, la margarina, la harina de bagazo de maíz, aceites, salsas, azúcar, pastas y arroz. ¿Quién nos impuso esa dieta? ¿A quién beneficia? ¿Por qué nadie cuestiona esos venenos que llamamos alimentos?
No nos molestamos en cuestionar por qué comemos trigo aun cuando no lo producimos, y que deben traerlos desde al menos 7 mil kilómetros de distancia, para que al final sean los fabricantes de golosinas quienes se queden con la mayor parte del mismo, para seguir matándonos de diabetes. Porque, para que lo sepa, los panes son los que menos utilizan la famosa harina de trigo. Y mientras tanto negamos nuestros panes: la batata, el ocumo, el ñame, la auyama, la yuca, el plátano, el topocho. Obligando a nuestro Gobierno a gastar millones de dólares para importar 60 mil toneladas de trigos por mes (aun y cuando la burguesía empaquetadora dice que se necesitan 100 mil toneladas al mes para abastecer el mercado), un rubro que en realidad no necesitamos. Pero en el mejor de los casos cuando reconocemos nuestros alimentos, no los vemos como tales sino como mercancía, y ahora existe el bachaqueo de la verdura.
Exigimos consumir leche de vaca sin importar que es un veneno. ¿Quién nos impuso el consumo de ese rubro, qué tiene que ver Nestlé con eso? No nos importa, solo queremos que el Gobierno nos resuelva, y si no lo hace pues nos arrechamos y despotricamos de él. Incluso hay casos más patéticos aún, los que reconocen todo esto que arriba se ha dicho pero agregan: "y el Gobierno no hace nada para romper esta círculo vicioso". Es decir, aparte de estar combatiendo brillantemente los embates del Imperio contra nosotros, el directorio está obligado, según estos cómodos pensadores, también a diseñar el mundo por construir. Ninguno de nosotros hace nada por romper la tremenda fuerza de la costumbre impuesta. Los pocos experimentos que hasta hoy se observan siguen entrampados en la compra-venta y acumulación de supuesta riqueza. Como pueblo no nos hemos dado a la tarea de pensar una cosa distinta a esta que hoy somos y vivimos, cómoda e irresponsablemente deseamos que de forma mágica el Gobierno resuelva la debacle capitalista para nosotros poder ser felices en el capitalismo que llamamos socialismo consumiendo como pollos de engorde.
Compañera o compañero, parte fundamental del problema económico planteado somos nosotros mismos, y de ahí la imposibilidad de resolverlo: nos convertimos en enemigos del Gobierno y hasta de nosotros mismos cuando no queremos tocar nuestras supuestas comodidades en el marco del capitalismo. Pero es así, lo primero que debemos saber es que para resolver una situación debemos admitir que algo está mal, la próxima vez que en su desesperación o frustración quiera echarle la culpa de este peo a alguien, búsquese en un espejo y señale al que vea al frente. El robo es una máxima del humanismo y su aparato de producción el capitalismo. Usted y yo estamos inmersos en esa vorágine. Lo único que nos diferencia con los dueños es nuestra capacidad para trampear, que tire la primera piedra quien no sea ladrón.
Pero si a pesar de todo lo leído aún no se le mueve al menos una neurona invitándolo a pensar, no se preocupe, arréchese, arme su barricada y enguarímbese. No hay soluciones mágicas, el Gobierno no puede resolver este peo económico en el marco del capitalismo, lo demás es masturbación mental y deseos de ser felices consumidores.
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