Germán Ferrer: entre un millón de amigos y un principio…
por Néstor Francia
Análisis de Entorno Situacional Político
Entre un millón de amigos y un principio…
Hoy prescindo una vez más del plural mayestático, pues hay mucho de personal en este Análisis. El Comandante Chávez dijo alguna vez: “Entre un millón de amigos y un principio, me quedo con el principio”. Claro, de esta manera también ponía en lugar especial ese valor venezolano tan apreciado y respetado, la amistad. Fue tan fiel a ese valor, que sus amigos que lo traicionaron no escucharon nunca de su boca ni una ofensa ni un reproche. Por ejemplo, jamás salió de él una palabra amarga contra Luis Miquilena, un caso emblemático aunque no el único.
Para mí fue doloroso hacer la señal de costumbre para aprobar el allanamiento de la impunidad de Germán Ferrer, amigo desde hace al menos 40 años, cuando nos conocimos en el Cuartel San Carlos. A mí me regaló más de una muestra de generosidad y solidaridad, lo digo sin que me quede nada por dentro. Participó de la lucha armada en los años 60-70 del siglo pasado, siendo aun muy joven y fue fundador de un interesante movimiento social, la Asociación Nacional de Redes y Organizaciones Sociales, ANROS, con el cual colaboré más de una vez, y hoy venida a menos por la derivación política hacia la derecha del “Chino”. En 2003, organizamos juntos la Asamblea Nacional Pueblo Dueño de PDVSA, un magnífico y nutrido evento con representación nacional que contó con todo el apoyo de Alí Rodríguez Araque, para respaldar a la Nueva PDVSA después de haber sido derrotado el sabotaje petrolero. Amigos, compañeros de luchas y vicisitudes. Por eso me pesó tanto el brazo cuando tuve que levantarlo para sellar su destino junto al resto de los constituyentes ¿qué podía hacer?: entre un millón de amigos y un principio, me quedo con el principio, lo digo con el corazón herido y en la mano.
Yo, por supuesto, no estoy juzgando al Chino con relación a los hechos que se le imputan, aunque por diversas razones lo considero altamente sospechoso, pero no me corresponde a mí determinar culpas. La decisión de la Constituyente de ayer tampoco es un juicio, sino más bien una medida para facilitar la acción de la justicia y para respaldar la decisión del TSJ de adelantar averiguaciones tras una denuncia sobre la existencia de una red de extorsión que presuntamente tenía como eje a la Fiscalía General de la República.
Es mi deseo que mi amigo use su pasaje por este infierno para reflexionar. Lo último que quiero es que la vida se le convierta en una pesadilla. Si yo fuera él, afrontaría a la justicia, aunque fuera culpable o inocente. Asumiría mis actos, fueran dolosos o no, daría la cara, no me pondría en fuga. Pero esas son sus decisiones, no las mías.
Por otro lado, ayer se dieron intervenciones muy interesantes y aleccionadoras, destacando la de Herman Escarrá, quien dictó una verdadera cátedra constitucional. Yo, como él, abjuro de la odiosa figura de la inmunidad parlamentaria. Se dice que esta existe para proteger políticamente a los legisladores de posibles persecuciones por parte de gobiernos autoritarios. Es un argumento que la Historia hace fútil ¿Acaso le importó a Rómulo Betancourt esa previsión cuando decidió perseguir durante su gobierno a los parlamentarios comunistas? Ante una tiranía, no hay protección legal que valga. Más bien, entonces, la inmunidad parlamentaria termina siendo un privilegio injusto, patente de corso para delinquir. Es la consagración de la diferencia entre delincuentes pobres y delincuentes de cuello blanco.
No puedo alegrarme por lo que le ocurre al Chino Ferrer, pero no por ello podía dejar de cumplir con mi deber, eso está claro ¿Qué puede haberle pasado a un luchador social de tan larga data? ¿Cómo llegó a sentarse en la misma tribuna con la flor y nata del fascismo y de la traición a la Patria? No le critico que se haya separado políticamente del Gobierno, ese es su derecho inalienable ¿Pero hacerle coro a Julio Borges, a Henrique Capriles Radonski, a Freddy Guevara?
Voy a cerrar parafraseando el poema “Píntame angelitos negros”, de Andrés Eloy Blanco: ¡Ah, mundo! El Chino Ferrer, la mano que le pasó, se le murió su pasado, sí señor. Lo siento en el fondo del alma.
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