martes, 4 de noviembre de 2014


Julio Escalona: Que hable la calle

El diálogo que se ha emprendido en las altas esferas ha llegado a un callejón sin salida. Ahora cuando cierto aire de confusión y dudas parece presentarse en el horizonte, es el momento de que la gente sea protagonista, haga y hable y no sea la dictadura mediática transnacional la que le ponga contexto con fines desestabilizadores lanzando lodo y más lodo sobre el Gobierno y la sociedad.
Los medios públicos generalmente hablan consigo mismos y no hacen pedagogía política que oriente tanto a los chavistas como a los no chavistas, como hablando solo hacia dentro, como ignorando a la otra mitad del país como radicalizando el lenguaje pero sin profundizar en temas de urgente solución vinculados con la crisis nacional-mundial que ahora vivimos. Dichos medios siguen sin ser el espacio donde se expresen las corrientes populares, incluso no chavistas.
El pueblo chavista y el no chavista enfrentan una vida cotidiana con frustraciones y sufrimientos comunes que están más allá de la polarización partidista. Esa es la base para el encuentro y la acción común que se ve obstaculizada por años de enfrentamientos y prejuicios.
El diálogo con los empresarios y la oposición se ha estancado. Maryclen Stelling ha replanteado este tema y ha señalado que el diálogo es principalmente en la base popular sobre problemas concretos. Podemos reconocernos como ciudadanos que luchamos, digo yo, por la justicia y la necesidad de vivir en paz construyendo un país soberano, solidario e independiente.
Tengo respeto por el Psuv y sus dirigentes, pero todavía en ciertas localidades hay militantes que piden a la gente que para participar en la Misión Vivienda deben asistir a marchas, ponerse franelas rojas… Así no es posible desarrollar una política de unidad popular. Debemos entender que toda la gente que sufre es nuestra hermana. No importa el color de la franela, si no, ¿cómo podremos luchar hombro con hombro contra las injusticias y la explotación?
El sectarismo es enemigo de la unidad de los revolucionarios y de la unidad popular. Es la relación solidaria y paciente en defensa no simplemente de una posición partidista sino de un proyecto de vida y un proyecto de patria, la que nos puede permitir la construcción de un bloque social de los oprimidos, capaz de aislar a la base social fascista que ha surgido y ser fundamento de una nueva sociedad.

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