EL MORDISCO DE VANESSA
Luisana Colomine
El filósofo griego Heráclito de Éfeso, llamado también el oscuro por sus frases aparentemente sueltas, pero de gran significado, solía decir que nadie se baña dos veces en el mismo río porque esas aguas cambian. Todo cambia y nada permanece. Así pasa con las personas.
Conocí a Vanessa Davies en el diario El Nacional. Ella estaba en el cuerpo “C” (l sección también llamada “cuerpo fértil” porque la mayoría de sus periodistas eran mujeres) y yo en el “D” (la influyente sección de Política).
El Nacional era algo así como la “Meca” para cualquier periodista: estar allí, subir los escalones de su vetusta sede en la esquina de Puerto Escondido (la calle de las miserias, el “pocito” de sangre y aquel cine para adultos donde desde tempranas horas hombres de todas las edades hacían cola); caminar, durante interminables noches de guardia, los mismos pasillos que alguna vez “pateó” Miguel Otero Silva; o bajar a la vieja rotativa que imprimió tantas noticias era, francamente, un privilegio.
Yo venía de hacer periodismo “de provincia”, ese que nadie reconoce cuando escribes para un medio “del interior” (reminiscencia gomecista), y tenía mis referentes, es decir, periodistas que admiraba, que leía, que seguía…Como Vanessa Davies.
No voy a criticar su reciente posición de apoyo al también periodista Luis Chataing. Simplemente diré que los mordiscos están de moda y el de Vanessa fue acaso más certero que el del futbolista uruguayo Luis Suárez, porque después destiló un veneno inesperado… Pero claro, con Vanessa no hay FIFA que valga y, por supuesto, su mordisco dolerá un poco y con el tiempo, tal vez no quede ni rastro…
Me costó creerlo al principio, como cuando una vez ella me confesó que quería devolver su título de periodista a la UCV por el giro que había dado la ahora ensombrecida Casa de Estudios. Aquello me pareció un desatino porque ¿qué culpa tiene la UCV?.
Seguía pensando en lo de Chataing y entonces busqué la noticia en un periódico “serio” porque a veces tuiter se pone intenso con tantos rumores, pero era cierto lo que ya habían posicionado las redes sociales. Entonces pensé en la Vanessa gremialista, en la que ha defendido los derechos de algunos periodistas atropellados por las empresas de comunicación y, en realidad, hasta la justifiqué. Pero luego alguien dijo que haría un programa de radio con Luis Chataing y César Miguel Rondón. A Chataing no lo conozco pero a César Miguel sí (muchas veces me entrevistó porque le gustaban las cosas que yo escribía para El Nacional), y el sólo anuncio me hizo sentir maripositas en el estómago porque entonces pensé (¡la pensadora no se cansaba!) en el César Miguel Rondón del 12 de abril de 2002 y en su programa de radio en la 99.9 FM. Aquella mañana entrevistaba a uno de los que hoy está prófugo pero para el momento ostentaba el cargo de Jefe de la Casa Militar del breve Pedro Carmona Estanga: Carlos Molina Tamayo, y éste le decía que al Palacio había que limpiarlo porque “estos chavistas, esta chusma” lo habían dejado “en el suelo”. Y se reían de lo lindo. César Miguel celebraba con grandes risotadas cada chiste de Molina Tamayo y no hacía preguntas sobre un “presidente” que apenas había prestado juramento ante una hojita tamaño oficio que nadie sabe hasta hoy qué diablos decía, mientras que Chávez ganó las elecciones con más del 56% (casi tres millones de sufragios). A esa complicidad con el nuevo estado de cosas no se le podía llamar “periodismo”. Entonces yo sólo pensaba en cómo sería un programa de radio de estos tres personajes. Vanessa compartiría micrófonos con ese periodismo que siempre ha (hemos) cuestionado. Me los imaginé también en franca conversación con el periodista Eduardo Rodríguez, el mismo que pedía delatar a los chavistas el 12 de abril (¿Y porqué no? A estas alturas cualquier cosa es posible).
Pero lo peor fue escuchar el programa de radio “Mucho Gusto”, conducido por César Miguel Rondón, y donde serían presentados Davies y Chataing como esas parejas que al final se preguntan “¿Hay corazón?”.
Rondón introdujo a Vanessa como una persona “afecta al régimen que tenemos”. Ella, con un hilo de voz atinó a decir, cual tía que regaña al sobrino preferido: “¿al régimen?”. Y él, de manera condescendiente la atajó: “bueno, a la revolución bolivariana” y siguió identificando a su invitada de lujo: “dirige el Correo del Orinoco…” pero se oyó un “shhhh” y unas risas pues aparentemente eso no debió decirlo al aire. César Miguel narraba cada gesto de Vanessa porque, como se sabe, en radio no se ven las caras pero sí los corazones…
Ella ratificó que era “usuaria” del programa de Chataing y sugirió que el gobierno le había quitado el espacio al afirmar que: “no creo que tantos años de lucha para transformar el país sean para eso y defiendo el derecho de Luis”. Admitió que a veces Chataing “se pasó” con sus bromas “pero prefiero decir que se pasó a que me lo quiten” Más adelante amplió su respuesta y al referirse a las bromas de Chataing sobre el presidente Maduro, dijo que había temido que le cerraran el programa: “Van a cerrar el programa, lo pensé, de verdad lo pensé”.
La directora del Correo del Orinoco cuestionó el manejo oficial de la enfermedad del presidente Chávez, “se debió haber sido más claros” y hasta dijo que “hay un resquemor hacia todo el que emitió una opinión irrespetuosa sobre la enfermedad del Presidente Chávez”. ¿Resquemor de quién?.
“La muerte de Hugo Chávez fue catastrófica para quienes lo queríamos mucho y se inició un proceso sobre el cual hay muchas interrogantes. Es un momento para pensar…” sentenció la periodista y agregó que la carta de Giordani era “muy dura”.
Pero resulta que Vanessa es también miembro del tribunal Disciplinario del Psuv, es decir, ella es chavista, oficialista, miembro del rrrrrrrégimen (como dice César Miguel) pero pese a eso se desmarcó con esta afirmación:“no hay una idea clara sobre lo que esta ocurriendo en el chavismo (…) estamos en un momento de dificultades y descontentos dentro del chavismo”. En dos oportunidades dejó claro que no tiene acceso a “esta gente”, refiriéndose a Maduro y su entorno y entonces comenzaron a hablar de la oferta presidencial sobre un programa en el canal de las FANB. César Miguel Rondón comentó “la carcajada de la señora almirante” y Chataing dijo: “Sí…Esa me la debe”. Entonces comenzó a hablar con acento cubano y Vanessa, otra vez como la tía que regaña al sobrino favorito, le dijo “ayyy nooo tampoco asíiiiiiii, jajajaja”. Sólo faltaban la guitarrita y una caja de Polar.
Entonces no nos extrañe que pronto veamos a Vanessa Davies en un programa con Cala y Fernando del Rincón porque, ciertamente, esta revolución ¡¡da para todo!!.
Pienso en Heráclito de nuevo y en uno de sus grandes temas: los opuestos. Ya saben, el día y la noche; lo bueno y lo malo; el amor y el odio, y entonces repaso aquella frase: “la armonía oculta es mayor que la manifiesta”.
Fue traumático escuchar a esa Vanessa porque sólo conozco sus preguntas molestas, incisivas y nada complacientes, las preguntas que nos interpretan, pero esta vez…¿Cómo lo digo? Usaré sus mismas palabras: “Te pasaste…Vanessa”
Luisana Colomine
El filósofo griego Heráclito de Éfeso, llamado también el oscuro por sus frases aparentemente sueltas, pero de gran significado, solía decir que nadie se baña dos veces en el mismo río porque esas aguas cambian. Todo cambia y nada permanece. Así pasa con las personas.
Conocí a Vanessa Davies en el diario El Nacional. Ella estaba en el cuerpo “C” (l sección también llamada “cuerpo fértil” porque la mayoría de sus periodistas eran mujeres) y yo en el “D” (la influyente sección de Política).
El Nacional era algo así como la “Meca” para cualquier periodista: estar allí, subir los escalones de su vetusta sede en la esquina de Puerto Escondido (la calle de las miserias, el “pocito” de sangre y aquel cine para adultos donde desde tempranas horas hombres de todas las edades hacían cola); caminar, durante interminables noches de guardia, los mismos pasillos que alguna vez “pateó” Miguel Otero Silva; o bajar a la vieja rotativa que imprimió tantas noticias era, francamente, un privilegio.
Yo venía de hacer periodismo “de provincia”, ese que nadie reconoce cuando escribes para un medio “del interior” (reminiscencia gomecista), y tenía mis referentes, es decir, periodistas que admiraba, que leía, que seguía…Como Vanessa Davies.
No voy a criticar su reciente posición de apoyo al también periodista Luis Chataing. Simplemente diré que los mordiscos están de moda y el de Vanessa fue acaso más certero que el del futbolista uruguayo Luis Suárez, porque después destiló un veneno inesperado… Pero claro, con Vanessa no hay FIFA que valga y, por supuesto, su mordisco dolerá un poco y con el tiempo, tal vez no quede ni rastro…
Me costó creerlo al principio, como cuando una vez ella me confesó que quería devolver su título de periodista a la UCV por el giro que había dado la ahora ensombrecida Casa de Estudios. Aquello me pareció un desatino porque ¿qué culpa tiene la UCV?.
Seguía pensando en lo de Chataing y entonces busqué la noticia en un periódico “serio” porque a veces tuiter se pone intenso con tantos rumores, pero era cierto lo que ya habían posicionado las redes sociales. Entonces pensé en la Vanessa gremialista, en la que ha defendido los derechos de algunos periodistas atropellados por las empresas de comunicación y, en realidad, hasta la justifiqué. Pero luego alguien dijo que haría un programa de radio con Luis Chataing y César Miguel Rondón. A Chataing no lo conozco pero a César Miguel sí (muchas veces me entrevistó porque le gustaban las cosas que yo escribía para El Nacional), y el sólo anuncio me hizo sentir maripositas en el estómago porque entonces pensé (¡la pensadora no se cansaba!) en el César Miguel Rondón del 12 de abril de 2002 y en su programa de radio en la 99.9 FM. Aquella mañana entrevistaba a uno de los que hoy está prófugo pero para el momento ostentaba el cargo de Jefe de la Casa Militar del breve Pedro Carmona Estanga: Carlos Molina Tamayo, y éste le decía que al Palacio había que limpiarlo porque “estos chavistas, esta chusma” lo habían dejado “en el suelo”. Y se reían de lo lindo. César Miguel celebraba con grandes risotadas cada chiste de Molina Tamayo y no hacía preguntas sobre un “presidente” que apenas había prestado juramento ante una hojita tamaño oficio que nadie sabe hasta hoy qué diablos decía, mientras que Chávez ganó las elecciones con más del 56% (casi tres millones de sufragios). A esa complicidad con el nuevo estado de cosas no se le podía llamar “periodismo”. Entonces yo sólo pensaba en cómo sería un programa de radio de estos tres personajes. Vanessa compartiría micrófonos con ese periodismo que siempre ha (hemos) cuestionado. Me los imaginé también en franca conversación con el periodista Eduardo Rodríguez, el mismo que pedía delatar a los chavistas el 12 de abril (¿Y porqué no? A estas alturas cualquier cosa es posible).
Pero lo peor fue escuchar el programa de radio “Mucho Gusto”, conducido por César Miguel Rondón, y donde serían presentados Davies y Chataing como esas parejas que al final se preguntan “¿Hay corazón?”.
Rondón introdujo a Vanessa como una persona “afecta al régimen que tenemos”. Ella, con un hilo de voz atinó a decir, cual tía que regaña al sobrino preferido: “¿al régimen?”. Y él, de manera condescendiente la atajó: “bueno, a la revolución bolivariana” y siguió identificando a su invitada de lujo: “dirige el Correo del Orinoco…” pero se oyó un “shhhh” y unas risas pues aparentemente eso no debió decirlo al aire. César Miguel narraba cada gesto de Vanessa porque, como se sabe, en radio no se ven las caras pero sí los corazones…
Ella ratificó que era “usuaria” del programa de Chataing y sugirió que el gobierno le había quitado el espacio al afirmar que: “no creo que tantos años de lucha para transformar el país sean para eso y defiendo el derecho de Luis”. Admitió que a veces Chataing “se pasó” con sus bromas “pero prefiero decir que se pasó a que me lo quiten” Más adelante amplió su respuesta y al referirse a las bromas de Chataing sobre el presidente Maduro, dijo que había temido que le cerraran el programa: “Van a cerrar el programa, lo pensé, de verdad lo pensé”.
La directora del Correo del Orinoco cuestionó el manejo oficial de la enfermedad del presidente Chávez, “se debió haber sido más claros” y hasta dijo que “hay un resquemor hacia todo el que emitió una opinión irrespetuosa sobre la enfermedad del Presidente Chávez”. ¿Resquemor de quién?.
“La muerte de Hugo Chávez fue catastrófica para quienes lo queríamos mucho y se inició un proceso sobre el cual hay muchas interrogantes. Es un momento para pensar…” sentenció la periodista y agregó que la carta de Giordani era “muy dura”.
Pero resulta que Vanessa es también miembro del tribunal Disciplinario del Psuv, es decir, ella es chavista, oficialista, miembro del rrrrrrrégimen (como dice César Miguel) pero pese a eso se desmarcó con esta afirmación:“no hay una idea clara sobre lo que esta ocurriendo en el chavismo (…) estamos en un momento de dificultades y descontentos dentro del chavismo”. En dos oportunidades dejó claro que no tiene acceso a “esta gente”, refiriéndose a Maduro y su entorno y entonces comenzaron a hablar de la oferta presidencial sobre un programa en el canal de las FANB. César Miguel Rondón comentó “la carcajada de la señora almirante” y Chataing dijo: “Sí…Esa me la debe”. Entonces comenzó a hablar con acento cubano y Vanessa, otra vez como la tía que regaña al sobrino favorito, le dijo “ayyy nooo tampoco asíiiiiiii, jajajaja”. Sólo faltaban la guitarrita y una caja de Polar.
Entonces no nos extrañe que pronto veamos a Vanessa Davies en un programa con Cala y Fernando del Rincón porque, ciertamente, esta revolución ¡¡da para todo!!.
Pienso en Heráclito de nuevo y en uno de sus grandes temas: los opuestos. Ya saben, el día y la noche; lo bueno y lo malo; el amor y el odio, y entonces repaso aquella frase: “la armonía oculta es mayor que la manifiesta”.
Fue traumático escuchar a esa Vanessa porque sólo conozco sus preguntas molestas, incisivas y nada complacientes, las preguntas que nos interpretan, pero esta vez…¿Cómo lo digo? Usaré sus mismas palabras: “Te pasaste…Vanessa”
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