lunes, 2 de noviembre de 2020

 

Pandemia y Geopolítica

 

Nueve meses han pasado desde que el contagio del 

coronavirus fuera declarado pandemia. Sus efectos 

no se limitan al campo médico.

Mil millones de personas están confinadas en cuarentena 

para evitar contraerlo. Daniel Beasley, director del Programa 

de Alimentos de la ONU, señala que el mundo padece una 

hambruna que afectaba 135 millones de personas al comienzo 

del contagio  y 270 millones en el presente.

El mundo se encuentra en recesión global, lo cual lleva 

a la Organización Mundial del Comercio  (0MC) a predecir 

para fin de 2020 un descenso del Producto Interno Bruto 

Mundial de -4,8%, que implica magnitudes negativas para 

casi todas las economías.  El volumen total del tráfico de 

bienes habrá disminuido para entonces un 9,2 %, siguiendo 

la consistente tendencia a la baja manifestada desde 2009.

Por la dinámica capitalista, la crisis golpea desproporcionadamente 

a diversas regiones del planeta: la OMC anticipa que  Norteamérica 

descenderá  de un PIB de  2.1 en 2019 a -4.4 en 2020,  

América Central y del Sur, de -0,2 en 2019 a -7,5 en 2020; 

Europa de 1.5 a -7.3;  Asia de 3.9 a -2.4; para Otras Regiones, 

de 1,4 a -5,5. Con la alusión genérica a “Norteamérica”, 

la OMC disimula el severo declive de Estados Unidos, 

principal economía de la región.

La baja menos acentuada se prevé para “Asia”, motorizada 

por China. La caída más profunda, para  “América Central 

y del Sur”: casi pareja con la de Europa.

La crisis retrae  inversiones y desplaza el empleo hacia 

profesiones altamente especializadas y calificadas. 

Para América Latina es ilusorio esperar que solucionará 

sus problemas  una masiva inversión del capital trasnacional, 

el cual históricamente se ha centrado en predar  recursos 

naturales o adquirir a precios regalados empresas o servicios 

con clientelas cautivas para rematarlas o elevar las tarifas 

desproporcionadamente.

Según la OMC, para “Asia” se prevé asimismo una declinación 

de 4,5% para las exportaciones y 4,4% para las importaciones, 

sin embargo menor que el descenso  de ellas en otras regiones. 

Al presentar  estadísticas por regiones, dicha organización 

Mundial disimula el poderío de la economía china, la más 

importante de la región asiática y del mundo.

Los países más exitosos en controlar la pandemia han sido 

también los que mejor se han manejado frente a la crisis 

económica. Quienes han dispuesto que la una y la otra se 

resuelvan mediante mecanismos de libre mercado, han 

terminado empantanados en la depresión económica y 

el contagio.

Estados Unidos, en particular, experimenta en los últimos 

tiempos una pérdida de hegemonía indetenible: ya no es 

la primera potencia económica del mundo, su deuda pública 

supera el 100% de su PIB, han desaparecido cuatro millones 

de empleos; a mediados de año su tasa de desempleo se sitúa 

en 13,3%; para compensar el déficit en la balanza comercial 

recurre a conflictivas medidas proteccionistas; su poderío militar

 ha sido superado por Rusia y China; tiene el mayor número 

de contagiados y muertos por el coronavirus. Gran parte de 

los países europeos confrontan situaciones similares de 

agravamiento de  crisis económicas y morbilidad.

De acuerdo con la profecía de Marx, tpda crisis impulsa 

la concentración del capital en un número cada vez menor 

de manos. Revela el Informe Oxfam que en enero de 2020 

el 1% de la población mundial acumula el doble de riquezas 

que 6.900 millones de personas: al multiplicar dificultades 

económicas para empresas de talla pequeña o mediana, 

la pandemia y la crisis facilitan que  sean devoradas por las 

grandes con mayor celeridad.

No sólo cambia la concentración del capital, también 

su naturaleza: a principios de siglo, las cinco empresas 

incluidas en el Fortune 500 como las más grandes del

 mundo operaban en el sector secundario de la economía, 

de industria y transporte: General Motors Corporation, 

Wal-Mart Stores, Inc., Exxon Mobil Corporation, 

Ford Motor Company, General Electric Company. 

Hoy ocupan su lugar trasnacionales del sector terciario, 

de la comunicación y los servicios:   Facebook, Amazon, 

Apple, Microsoft y Google poseen cerca de la cuarta parte 

del capital del medio millar de empresas más poderosas del planeta.

Durante el pasado siglo las crisis económicas desembocaron

 en guerras, y éstas en la instauración de socialismos o de fascismos.

 La Primera Guerra Mundial facilitó el triunfo del comunismo 

en Rusia; la crisis subsiguiente abrió el camino al fascismo italiano, 

al nazismo alemán y al falangismo español, y finalmente propició 

otra conflagracióm planetaria, que las potencias necesitaban para 

emplear sus capitales vacantes en la producción armamentista y 

sus desempleados y marginales como soldados.

La Segunda Guerra Mundial abrió las  puertas para el acceso al 

poder del Partido Comunista Chino y el inicio de vastos procesos 

de descolonización; al tiempo que encumbraba a Estados Unidos 

como potencia hegemónica y favorecía el auge de autoritarismos 

de derecha en el resto del mundo. También propició el arranque 

de una interminable crisis, y como intento de salir de ella, un no 

menos interminable ciclo de guerras menores indispensables 

para reanimar la inversión capitalista en armamentos, 

el empleo de las marginalidades como soldados o mercenarios,

 y el resurgimiento de fascismos.

El fascismo consiste, según la clásica definición de 

von Neumann, en la complicidad absoluta entre el poder 

del Estado y el gran capital: el racismo, la xenofobia, 

el autoritarismo y la prédica de la agresión imperial 

son complementos invariables de tal fórmula. En numerosos 

países movimientos fascistas explotan el desamparo  

creciente de masas desempleadas y pauperizadas, 

desviando su agresividad hacia minorías étnicas 

o divergencias culturales internas o externas.

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