Carola Chávez
“Tenemos cuatro años sin cobrar”
–dijo Delsa Solórzano forzando un puchero que no pudo remontar la parálisis estética del Botox.
Cuatro años sin cobrar, alisado japonés, pestañas postizas, cejas de diseño, bemba carmín creamy mate ultra, el último alarido… Delsa de punta en blanco: chaqueta, blusa, pantalón, zapatos, cartera, collar, zarcillos, pulsera, tongoneo…
Cuatro años sin cobrar tenía Guaidog cuando Fabiana, su esposa, tuiteaba una foto de su nevera semivacía, aquello daba dolor: un litro de Frigur, medio kilo de aceitunas que los que hacemos mercado pelando sabemos con lo que cuestan esos dos productos uno compra varios kilos de verduras y frutas. Tenía también en su triste nevera una manga, una botellita de agua, y litro y medio de jugo de Guayaba Los Andes, con el corazoncito en la etiqueta que dice “hecho en socialismo” y todo. ¡Quí hurribli!
Cuatro años sin cobrar y un guardaropas renovado, un plagio del look monja alpina Tintori, modernizado con un Apple Watch, detalle tecnológico chic y carísimo, y viaje para aquí, viaje para allá, viaje más allá, mientras aquellas aceitunas se abrazaban al Frigur en la soledad de la nevera vacía. Pero ¿quién puede hacer mercado con esa viajadera? ¡Y con cuatro años sin cobrar!Cuatro años sin cobrar y Ramos Allup como si nada. Claro, es que los reales los tiene Diana, o su hermano…
Cuatro años sin cobrar y Julio Borges en Bogotá a todo trapo, pero un poco triste porque él quería estar en el Barrio de Salamanca de Madrid, con sus amiguis prófugos, pero en España lo que le espera es un cuartico con rejas y Julio como que no.
Cuatro años sin cobrar y Gabriela Arellano también en Bogotá tratando de codearse con sus nuevos vecinos millonarios que no quieren codearse con ella.
Cuatro años sin cobrar y el pobre Stalin González viaja a Washington, humildemente, a pedir más sanciones para Venezuela, y a llorar por “la diáspora”, porque pobrecitos los venezolanos que tuvieron que irse del país porque Maduro los arruinó, a la vez que los acusa de ser inflitrados chavistas, pagados por el mismo Maduro malvado para desestabilizar las democracias ejemplares de la región.
Cuatro años sin cobrar. Stalin aprovecha un ratico en Washington para descasar un poco del agobio de su pobreza, y compra entradas para un jueguito de beisbol, una para él y otra para su amigo, el prófugo Gustavo Marcano.
–Son doce mil dólares cada una, señor.
–Ta’ barato, dame dos.
–¿Va a cancelar con efectivo o tarjeta?
–¿Acepta Citgo?
–¡Cómo no!
Cuatro años sin cobrar y como una Kardashian, Stalin se sentó detrás del Home en los play off de la Liga Nacional de la MBL, aprovechando porque las sanciones que él y sus panas gestionan apuntan también al beisbol venezolano y el Caracas-Magallanes como que no va a ser igual, “y el pueblo, sancionado sin beisbol, se va a arrechar y va a marchar a Miraflores para sacar a Nicolás” –sueña despierto Stalin en su asiento de doce mil dólares, mientras el pitcher poncha al bateador de turno y la cámara poncha al diputado Kardashian que tiene cuatro años sin cobrar.
Y al llegar del juego, Stalin, responsable como es, sacó su teléfono tuiteó: “#ResumenAN de la sesión ordinaria de hoy. ¡Seguimos trabajando por la construcción de Venezuela!” –Así trabaja el diputado que tiene cuatro años sin cobrar. ¡Clic!
Y es el Botox, son las pintas, es el béisbol, son los Porsches 911 convertibles de 150 mil dólares que se compraron Carlos Vecchio y Viera Blanco, paraembajadores de Juan el Rastrojo en los EEUU y Canadá; son las rumbas con putas, perico y burundanga, es el cinismo, y la opulencia malandra que no pueden disimular, ni con la lloradera de la crisis humanitaria ni con que tienen cuatro años sin cobrar.
Cuatro años sin cobrar en la Asamblea Nacional. Cuántos años cobrando, eso sí, como agentes extranjeros, como traidores a su Patria, como estafadores y ladrones de “ayudas humanitarias”, como arrastrados gestores del bloqueo, de la asfixia y el sufrimiento de todos los venezolanos y del saqueo de nuestro país.
Cuatro años sin cobrar, dicen con cinismo, como una burlita, jurando que se la están comiendo; hasta llegue el día -y llegará, no lo duden- en que sus amos, estafados, les exijan que paguen por el trabajo cobrado y no hecho. Entonces no valdrá llorar.
Nosotros venceremos.
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