El elefante bocarriba
Federico Ruiz Tirado
¿Y a dónde
quedan Chávez y Maduro?
Hay algo que me ronda el cerebro, sobre todo
después del anatema que produjo el Presidente Maduro cuando interpeló a Luisana
Melo y a Jorge Arreaza sobre el fracaso de sus iniciativas en torno a la
atención a la salud de los venezolanos: la bomba de tiempo que le colocan al
llamado Sistema Público Nacional de Salud (SPNS) consagrado en la Constitución
revolucionaria de Venezuela, para que la “Pe”, en vez de ser por el carácter Público
del sistema sea lo contrario. Un Pri que quiere sonar como timbre de cierre de
la escuela. ¿Estamos asistiendo al Sistema Privado Nacional de Salud? Nos
preguntamos. Veamos.
Hablar
del “uso racional del medicamento” desenfoca el verdadero meollo del asunto: en
la guerra asimétrica no es tema “la racionalidad del uso” sino acceso a lo
público. Pero resulta, que las medidas que está tomando la élite en posiciones
de poder en el sector salud, es para otro contexto: un país con acceso
asegurado pero con uso irracional. Es decir, para otro país, un país que tenga
montones de medicamentos pero que se automedica, con consumo desmedido, sin
guerra económica, entre otros. No es con este país, ni con este pueblo, ni con
el día de hoy. Es la visión elitista: indiferente a la realidad de las
mayorías. ¿Eso se parece al Chávez y a su preocupación por el tema integral de
la salud, al justificado reclamo que en días pasados disparó el Presidente
Nicolás Maduro y aturdió a la Venezuela desesperada y desprotegida, enferma,
que deambula buscando soluciones?
Desde esa lógica,
la gente para acceder a un medicamento debe contar con unos requisitos que
llaman de “prescripción” en donde subyace la posición política. A través de ese
artificio aparentemente “técnico” -en el marco de la guerra económica que ataca
la salud del venezolano de a pie, porque ciertamente hay un grupo de
venezolanos que no está a pie y su afectación no es igual- se fortalece la
privatización de la salud. Hacia allí se está avanzando.
El 0800 o el tesoro
escondido
Hay que ir ahora al
Sefar, llamar o acudir al 0-800 porque
ahora los centros de distribución son centros de expendio. Porque ahora, Sefar
en Las Adjuntas -una zona de difícil acceso para el propio habitante de Caracas-
se convirtió en centro de expendio, o hacer fila india en Sabana Grande donde
está el 0800, que también es en expendio por cierto un tanto misterioso. Ahí el
paciente acude con un récipe, las indicaciones, un informe médico y la copia de
la cédula de identidad y atienden varias personas para revisar los documentos,
objetar que el sello del médico solamente demostraba que era médico cirujano (a
pesar de ser legal, legítimo y tenía nombre, cédula, número de registro del MPPS y
número de dos colegios médicos), negar el expendio del medicamento y “orientar”
que el medicamento debe contar con un informe médico suscrito por un
especialista: un Neurólogo. A un señor que llegó buscando un antihipertensivo
le dijeron que debía estar indicado por
un Cardiólogo con su respectivo informe y su cédula de identidad full color. Es
decir: 1) la nueva escuela de medicina que acredita o desacredita el ejercicio en
Venezuela es un funcionariado que decide cuál médico está autorizado para
expedir tal o cual medicamento; 2) para que el centro público que paga el
Gobierno expenda un medicamento el paciente no debe ir a Barrio Adentro porque
ahí no hay neurólogo (y si lo hay no ejerce porque le está prohibido) y el que
está en el CDI es Cubano, y por lo tanto no tiene sello y no lo reconocen como
tal; 3) para acceder al medicamento que compra el estado venezolano y todos los
funcionarios que paga el supuesto sistema 0-800 y SEFAR (y el montón de
viceministerios y funcionarios del MPPS y los guardaespaldas y los porteros y
todo eso), está al servicio privado, es decir, de un médico que cobre la
consulta y que a partir de su récipe de
acceso al medicamento. 4) El país es concebido como una aldea y por lo tanto,
los centros de distribución son además centros expendedores, actuando como
barreras al acceso. Insólito.
La distribución es
de las cadenas privadas
El paciente va a la
red de farmacias al detal. No hay. Acuden a ella ciudadanos que no pueden tener
uso irracional, porque simplemente no tienen acceso al medicamento esencial.
Las farmacias detallistas tampoco tienen acceso. El mandado está hecho. Resulta
que los desconstructores del Sistema Público Nacional de Salud están
comprometidos en construir el sistema privado, monopólico y exclusivo. La
distribución es de las cadenas. Explico: se compra con dinero público los medicamentos
e insumos que requiere la llamada red comunal, es decir, la de Barrio Adentro. La red comunal sirve para plantear la compra
pero luego no recibe ese insumo en cantidades y oportunidad y distribución que
permita un expendio dirigido a quien las necesita. Las élites con sus monóculos
bien puestos deciden que lo que sobre después que el venezolano haga sus largas
colas a pleno sol buscando medicamentos en estos sitios que son para la
distribución y quieren ser ahora boticas para todo el país concentrado en Las
Adjuntas o en Sabana Grande, se distribuirá y expenderá a través de las grandes
cadenas de distribución farmacéutica y punto.
Aún con los
anaqueles de los Consultorios de Barrio Adentro vacíos, o los de Farmapatria o
los de las farmacias en las gobernaciones o los de las farmacias del pueblo, o
las boticas. Se compra con excusa en lo público y se distribuye y expende en las
cadenas privadas, en lo oligopólico y monopólico. Hay que ir a Farmatodo o a Locatel, que dice que le llegará el martes y
la farmacia de la esquina no. Así si se entiende! En los años ochenta pasó algo
parecido, aparecieron las grandes cadenas y desaparecieron las llamadas
boticas, una sabia medida del FMI ahora cristalizada y peligrosamente sacralizada
por estos funcionarios (no servidores públicos sino operarios de las redes
monopólicas y oligopólicas). Piden a nombre del pueblo, es decir, lo compran a
nombre de la red comunal y supuestamente para que a través de la red comunal le
llegue al pueblo, pero no es así, sino que lo distribuyen y expenden a través de las grandes cadenas de
distribución privada, goteándole desespero e incertidumbre al pueblo y al
pequeño comerciante. Increíble.
Hay que hacer otra
medicina, con otra mirada
En efecto, el sector
privado debe tener medicamentos, la salud debe ser universal, nadie lo duda,
pero lo que sí parece estar en duda es que proteja a los más necesitados y es
eso lo que está en peligro. Tomar medidas al respecto es impostergable. ¿Por
qué? Porque el sector privado tiene garantizado el acceso. Porque no es verdad
que da igual que un médico esté en Alto Barinas o en La Trinidad que en una base
de misiones. No es igual. No es igual que la clase llamada media, que es media
clase (Mario Benedetti dixit) tenga un consultorio popular al que asistirá si
le da la gana, porque tiene otras opciones dado el poder adquisitivo que le
permite ir al privado. El otro no, el otro es visible porque lo tenemos que
exigir así, hacer así, pensar así, a juro. El otro, el que está desigualmente
ubicado ante el acceso a la salud, debe y tiene derechos que consagraron Chávez,
Fidel y el pueblo venezolano hecho poder popular, cuando no solamente
construyeron el Barrio Adentro originario, sino que orientaron que hay que
hacer otra medicina, con otra mirada, con otros médicos: el ejército de batas
blancas. Los médicos de Chávez, a los que ahora el 0-800 niega, y el SEFAR
niega el ejercicio cuando dice que el récipe no puede ser sino de un médico
privado. Porque el 0800 exige qué tipo de médico prescribe y cuál no. El tipo
de paciente que acude a cuál médico puede tener acceso al medicamento que
compra el Estado y cuál no. No va dirigido al que justamente no tiene opción de
comprarlo, o de encargarlo al exterior o llamar a un amigo.
En sociedades desiguales hay que ser revolucionarios
La política de
universalidad no puede estar por encima de la equidad. Es decir, en sociedades
desiguales no se puede pretender aplicar la misma política para toda la
población porque esto no disminuye las brechas sociales, sino que las profundiza. En sociedades desiguales
hay que ser revolucionarios: darle más al que más necesita, garantizar el
acceso al que no tiene opciones por otras vías o por otros mecanismos. Por eso
se crearon las Misiones. Por eso escuchar los testimonios de personas que
estudiaron en la misión Sucre y luego en la misión alma mater no es un
ejercicio de diezmo, sino una política de Estado. Es la respuesta contrahegemónica
de un modelo bizarro que cree y subsidia al que ya tiene garantías de acceso.
Es decir, desperdicia recursos que en otros espacios, en otros territorios en
otra población es vital y no opcional. No es lo mismo un equipo de salud en la
Sierra de Perijá que en zonas urbanizadas estables de Maracaibo. Y el Estado no
puede y no debe desperdiciar recursos. No puede y no debe por más burgués que
sea el pensamiento de algunos dirigentes.
La soberanía en el
abastecimiento es vital, y debe hacerse con equidad, es decir, garantizando que
llegue al que más necesita, el que más necesita es aquel que no tiene opciones
al acceso, el que se levanta en la mañana no a discernir: a) si asistirá a la
clínica privada, b) llamará a un amigo; c) pedirá un comodín y asistirá a
Barrio Adentro.
Aplicar la equidad significa que Barrio
Adentro es el Centro, que las llamadas ASIC son el núcleo del Sistema Público
Nacional de Salud y no un subterfugio para que un gris Viceministerio y una
gris funcionalista viceministra que allí pasta como una vaca y ahorra dólares
de viajes a Ginebra o a cualquier parte del mundo, crea entender señalando que
el SPNS se puede hacer en cualquier contexto, o dicho en sus propias palabras: “con
los rojos, con los azules o con los blancos. La salud es para todos” (con razón rueda por ahí que la entonces protectora
Carmen Meléndez reclamó la “neutra” postura de la gris funcionaria que
pretendió entregar el sistema a los “progresistas” de Lara aduciendo
pretenciosas e inconsistentes posturas técnicas).
No, es
hora de definiciones y el que se sienta que está en transición que lo diga. O
que se vaya a Margarita. El Sistema Público Nacional de Salud en Socialismo
tiene un significado, un sentido, un color, un sabor y un actor: Barrio Adentro. El Barrio Adentro
con que se fajó Cuba y los cubanos rodilla en tierra con ese pueblo al que
ahora se pretende excluir nuevamente. Con razón –dicen- se molestó la
protectora.
¿Qué de racional
tiene que un paciente hospitalizado tenga en su mesa de noche un “hemoderivado”
que el familiar tuvo que buscar en un lugar remoto? De racional nada. El
Hospital debe tener el insumo, almacenarlo, distribuirlo y colocar el
tratamiento a sus pacientes, no es racional que el paciente se someta a la
incertidumbre. La incertidumbre es un infierno aquí en la tierra. De hecho, el
medicamento sin el sistema de conservación adecuado cumple muchos propósitos
perversos: a) desmiente la capacidad y responsabilidad del Estado, del hospital
y del fulano sistema público nacional de salud exponiendo el producto a fallas
técnicas que no tiene por qué achacarse al familiar que angustiado manosea el
producto y lo desnaturaliza al no mantener el frío que garantice la vigencia del
material activo (en una clínica no pasa eso: una clínica factura un banco de
sangre que asegura que el paciente reciba ese insumo en la temperatura y cuidado
respectivo y lo paga igual el Estado a precio de usura porque ese paciente
segurito tiene un HCM que negoció un sindicato y le cuesta al Ministerio o al
Instituto público equis, pero esa es otra historia); b) desampara al paciente
que acude al sector público quien a la propia tragedia de tener que estar
cautivo del sistema sanitario, debe agregarle habilidades de gestoría como si
estuviera jugando a “la oca loca” y adivinar y hacerse experto en conseguir tal
o cual producto; c) fortalece las élites que hacen de la salud un negocio, a los grupos privados, a las roscas de
diverso cuño.
El presidente Maduro nos dice que debemos
defender los logros alcanzados en Revolución. El acceso a la salud es uno de
los principales: No podemos permitir que se tergiverse esa política con
subterfugios. No podemos permitir que sigilosamente nos lleven a la
privatización del sistema. ¿Y Barrio Adentro. Quién se ocupa de su destino?
Chávez vive en las calles y con el pueblo y en
el corazón de esta guerra que pasa por la identificación plena de enemigo
interno.
Presidente Maduro: ponga el ojo donde hay que
ponerlo. Ponga el ojo donde ponga la bala. El pueblo lo espera. No hay tiempo
que perder-
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