EL CASO DEL JOVEN QUE QUIERE MATAR A MADURO PORQUE "NO HAY GALLETAS OREOS EN VENEZUELA"
Leonardo Javier Briceño tiene 21 años, vive en un barrio pobre del oeste de Caracas, es técnico en informática y quiere matar al presidente venezolano Nicolás Maduro, según lo confesó el jueves 20 de octubre a través de su cuenta en la red social Twitter.
El no es el único. Si se hace la búsqueda de la frase “matar a Maduro” se conseguirán decenas de mensajes de hombres y mujeres muy jóvenes que revelan ese deseo en forma abierta.
Lo que hace prestarle atención al mensaje de Leonardo es la motivación que lo lleva a asumir su voluntad criminal: quiere matar a Maduro porque no hay galletas Oreo Fudge en su país. Y dice que eso es culpa del antiguo chofer de autobús.
Mientras la mayoría fundamenta su intención homicida en la supuesta responsabilidad del mandatario por la escasez de alimentos, la subida de precios o lo criminalidad, este muchacho decidió que una galletita con crema bien valdría una vida, la de su presidente.
El problema es que la decisión del joven residente de Casalta (una zona con apartamentos de interés social construidos en los años 60) está determinada por falsas premisas.
La primera, que en Venezuela no hay galletas Oreo Fudge. Es posible que en la bodega de barrio cerca del apartamento de Leonardo no haya esa clase de galletas. Quizas hay Oreo clásica o en su defecto una versión local marca TipTop, que ha mejorado su calidad en los últimos meses. O tampoco la conseguirá en los supermercados del eje central y comercial de la ciudad, que es por donde se desplazará el joven en su trabajo como instalador de impresoras y fotocopiadoras al servicio de una transnacional de origen coreano que fabrica y vende esos equipos.
Es decir, el problema no es que no hay galletas Oreo en Venezuela o específicamente en Caracas. El asunto es que el segmento de mercado al que pertenece Leonardo no es atractivo para la comercialización de ese producto.
Hoy en día un paquete con seis empaques individuales de Fudge se puede comprar por un monto de entre 3.800 y 5.000 bolívares en cualquier supermercado, bodegón o tienda con pretensiones ubicada en las zonas residenciales del este y sureste de Caracas, donde se concentran sectores de clase media y clase alta. También lo puede conseguir por sitios de venta en línea como MercadoLibre.
Ese costo actual es equivalente a entre 6 y 7 dólares si se usa la tasa de cambio oficial (Dicom), o apenas unos 4 si se calcula con la tasa paralela informal. Si Leonardo quisiera comprar un paquete de Oreo Fudge estaría empleando sus ingresos de al menos dos días de trabajo, y eso si tiene la suerte de recibir un bono especial de alimentación que supera ampliamente el salario mínimo legal.
Ese bono, si se lo pagan sus empleadores y si su trabajo es formal, lo tiene gracias a una serie de decisiones del presidente, al cual quiere matar, en un esfuerzo desesperado por mantener el nivel de ingresos de los trabajadores frente a la escalada de precios impulsada desde el sector comercial. Su salario también ha sido ajustado sustancialmente este año por decretos dictados por su anhelada víctima.
Es decir, que si Leonardo no consigue Fudge en Casalta es porque él y muchos otros no pueden pagar lo que los importadores y distribuidores de Oreo consideran que cuesta su producto.
Siendo falso el primer supuesto (que no hay Oreo Fudge), el otro (que es culpa de Maduro) también queda descalificado.
Pero, cabe preguntarse como terminó Leonardo generando tan absurda pretensión homicida a partir de su imposibilidad personal de adquirir un paquete de galletas. Se podría suponer que una persona de un sector popular tendría preocupaciones un tanto más cercanas a los requerimientos básicos.
Posiblemente la explicación se encuentra en el hecho de que Leonardo recibió su educación secundaria y formación laboral en una institución que sería la versión para muchachos pobres de uno de los más exclusivos colegios de la capital venezolana, regentado por el Opus Dei, la conservadora prelatura de la Iglesia Católica.
Se trata del Instituto Técnico de Adiestramiento para el Trabajo (ITAT), que funciona durante las tardes en las aulas vacías del Colegio Los Arcos, ubicado en el sureste caraqueño, donde reside una buena parte de la burguesía venezolana.
El programa está dirigido a “muchachos que viven en familias donde es normal que falte la figura paterna y desde muy jóvenes deben salir a trabajar para ayudar a su mamá o abuela. En el ITAT se les da una herramienta para que, saliendo de aquí (tras seis años de estudio), ingresen al mercado laboral”, explicó Gustavo Wills, director general en un entrevista con el diario El Universal en 2014.
“Los profesores y compañeros te hablan de otro tipo de vida que se parece mucho a lo que tú sueñas, y te das cuenta de que si perseveras es algo que puedes lograr”, dijo Eduardo Barazarte, uno de los egresados del ITAT.
Todo indica que a Leonardo le hablaron tanto de ese otro tipo de vida que ahora la suya se parece a una galleta Oreo. Seguro cree que si persevera la podrá comprar…pero si no lo logra le queda la opción de matar a Maduro.
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