Carta abierta al fariseo Mario Moronta
El cura reaccionario Mario Moronta ha escrito una carta abierta al diputado Hugbel Roa. Aclaro primero dos cosas antes de seguir contigo, Moronta, so farsante. La primera es que no voy a referirme a lo que haya dicho o hecho el diputado Roa. Me ocuparé solo de ti, esperpento ensotanado. La segunda es que no soy católico, aunque respeto a quien lo sea, tanto como a un judío, un musulmán, un budista, un ateo, mientras sean personas respetables. Con esto dejo en claro que no tengo porque respetarte a ti, porque tú no eres una persona respetable. Por otro lado, por no ser católico, no debo sumisión a ninguna autoridad de ese credo, llámese Papa, cardenal, arzobispo o lo que sea. Voy contigo, engendro diabólico.
Dices en tu carta que “El Santo Padre Francisco ha vuelto a manifestar su cariño hacia Venezuela al designar a Monseñor Baltazar Porras, arzobispo de Mérida, entre los nuevos Cardenales” ¡Sí, cómo no! Nos quiere tanto el señor Bergoglio que ha designado cardenal a un canalla que celebraba alegremente en Miraflores después del golpe de Estado del 11 de abril de 2002, mientras en la calle se masacraba al pueblo que luchaba en defensa de Chávez, de la Constitución y de sí mismo, a fin de cuentas. Lo hacía acompañado de otros canallas de su misma calaña, como el finado Cardenal Velazco, firmante del decreto Carmona, y el cura y adeco confeso Mikel de Viana, No me vengas a decir que el Papa Francisco no sabía que Porras fue un golpista que en mi opinión debería estar en una mazmorra y que si no lo está, es gracias a la benevolencia de Chávez, un hombre que se parece más a Cristo que todos ustedes juntos, jerarcas facinerosos.
En realidad, a mí no me preocupa si un cura es homosexual o no, eso no es problema mío. Por supuesto, sí rechazo los tantos casos de abusos contra menores cometidos por curas pederastas, de los cuales parece que en Venezuela no hay ninguno, pues aquí tenemos la desgracia de estar supuestamente obligados a respetar a la Iglesia, como si la Iglesia fueran solo ustedes los jerarcas, pandilla de hipócritas ¿Será que no hay en Venezuela curas pederastas? ¡Yo te aviso, chirulí!
Sigue usted con su filípica: “Si usted se atreviera a pedir disculpas, ganaría mucho más que con la postura hasta ahora demostrada”. ¿Ha pedido alguno de ustedes disculpas al pueblo, jerarcas burgueses y apestosos, por sus iniquidades? ¿Pidió disculpas alguno de aquellos que nombré y que festejaban en Miraflores los crímenes de los golpistas contra los venezolanos?
En fin, tampoco puedo perder tanto tiempo con un tipejo como tú, solo te voy a dejar un regalito, el “Mensaje al Papa” del gran poeta francés Antonin Artaud, incluido en su célebre “Carta a los poderes”, en 1925, En aquel entonces ejercía el papado un desgraciado congénere tuyo en la oscura historia del poder católico, llamado secularmente Achille Damiano Ambrogio Ratti y envestido Papa con el nombre de Pio XI. Este sinvergüenza llegó a calificar a Benito Mussolini, con quien hacía muy buenas pulgas, como “un hombre de la Providencia” y animó en las elecciones de 1929 a los católicos para que votaran por los fascistas. También bendijo los cañones italianos que partieron para la guerra contra Abisinia. A pesar del escándalo que produjo esta guerra entre muchos sectores católicos del mundo occidental, tras la anexión italiana de Abisinia el Papa lo comparó con “el triunfo de los buenos” e impulsó la italianización de las misiones cristianas en el África Oriental Italiana. Pío XI tuvo el tupé de felicitar por el triunfo militar al Mariscal Rodolfo Graziani, que por sus matanzas contra la población civil terminó siendo conocido como el Carnicero de Etiopía. Una joyita, pues, de la misma estirpe de Castillo Lara, Velazco, Porras y tú, criatura infernal que esconde su iniquidad detrás de una sotana. Ahí te dejo, pues, el grito rebelde del poeta Artaud ¿Sabes algo, Moronta? ¡No necesitamos tu cuchillo de claridades!
Mensaje al Papa, de Antonin Artaud
No eres tú el confesionario, ¡oh, Papa!, lo somos nosotros; compréndenos y que los católicos nos comprendan.
En nombre de la Patria, en nombre de la Familia, impulsas a la venta de las almas y a la libre trituración de los cuerpos.
Entre nuestra alma y nosotros mismos, tenemos bastantes caminos que transitar, bastantes distancias que salvar, para que vengan a interponerse tus tambaleantes sacerdotes y ese cúmulo de aventuradas doctrinas con que se nutren todos los castrados del liberalismo mundial.
A tu dios católico y cristiano que -como los otros dioses- ha concebido todo el mal:
1. Te lo has metido en el bolsillo.
2. Nada tenemos que hacer con tus cánones, índex,
pecados, confesionarios, clerigalla; pensamos en otra
guerra, una guerra contra ti, Papa, perro.
Aquí el espíritu se confiesa al espíritu.
De la cabeza a los pies de tu mascarada romana, triunfa el
odio a las verdades inmediatas del alma, a esas llamas que
consumen el espíritu mismo. No hay Dios, Biblia o Evangelio, no hay palabras que detengan al espíritu.
No estamos en el mundo. ¡Oh Papa confinado en el mundo!,
ni la tierra ni Dios hablan de ti.
El mundo es el abismo del alma, Papa contrahecho, Papa ajeno al alma; déjanos nadar en nuestros cuerpos, deja nuestras almas en nuestras almas; no necesitamos tu cuchillo de claridades.
Mensaje al Papa, de Antonin Artaud
No eres tú el confesionario, ¡oh, Papa!, lo somos nosotros; compréndenos y que los católicos nos comprendan.
En nombre de la Patria, en nombre de la Familia, impulsas a la venta de las almas y a la libre trituración de los cuerpos.
Entre nuestra alma y nosotros mismos, tenemos bastantes caminos que transitar, bastantes distancias que salvar, para que vengan a interponerse tus tambaleantes sacerdotes y ese cúmulo de aventuradas doctrinas con que se nutren todos los castrados del liberalismo mundial.
A tu dios católico y cristiano que -como los otros dioses- ha concebido todo el mal:
1. Te lo has metido en el bolsillo.
2. Nada tenemos que hacer con tus cánones, índex,
pecados, confesionarios, clerigalla; pensamos en otra
guerra, una guerra contra ti, Papa, perro.
Aquí el espíritu se confiesa al espíritu.
De la cabeza a los pies de tu mascarada romana, triunfa el
odio a las verdades inmediatas del alma, a esas llamas que
consumen el espíritu mismo. No hay Dios, Biblia o Evangelio, no hay palabras que detengan al espíritu.
No estamos en el mundo. ¡Oh Papa confinado en el mundo!,
ni la tierra ni Dios hablan de ti.
El mundo es el abismo del alma, Papa contrahecho, Papa ajeno al alma; déjanos nadar en nuestros cuerpos, deja nuestras almas en nuestras almas; no necesitamos tu cuchillo de claridades.
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