viernes, 22 de marzo de 2013


Capriles, Ratonsky de laboratorio

Federico Ruiz Tirado
Desde chiquitico se sentaba y ¡Pum!, estrellaba el triciclo contra la porcelana de Baviera para ver a la abuelita hiperventilar, e insultar a las mucamas: brutas, marginales, ignorantes, incapaces de recoger basura fina. Desde chiquitico perseguía gatos, perros, salamandras, empleadas domésticas, para morder, escupir, arrancar pelos con pinzas y si por casualidad alguna “cosa” de esas, huía al cotoperix del patio trasero, el infante corría a buscar su carrito de bomberos con escalerita para encaramarse al árbol en pos de la víctima. Así se convirtió en delincuente asalta embajadas.
Desde chiquitico sus poros  destilan mentiras, de allí que su familia visionaria, sionista por ambos lados, embutiera la criatura en la cosiata política puntofijista.  Había nacido para eso. Lo del fascismo viene con la memoria genética por argumento en contrario, como mecanismo defensivo de mercadotecnia cultural, para que su gen jamás vuelva a ser víctima sino victimaria, muy a la manera del Likud; nazionalista para invadir el suelo de Cuba en la Franja de Chuao, territorio colonizado por él, la gusanera anticubana y los vendepatria criollos aquel terrible 11 de abril.
Entrenado para congresista desde el seno del emporio familiar -preconiza Thaelman Urgelles-, exhibe con creces su vocación expoliadora de todas las riquezas del país que les brindó cobijo, comida, y poder para empobrecernos en la medida de su peculio. Pero el raquítico intelectual, en su avidez privatizadora del petróleo, la telefonía, los hospitales, las escuelas, los liceos, las universidades, el viento, el agua, la luna y las estrellas, se olvidó que los otros, -nosotros-, también hacemos planes, hacemos buena política, y hacemos Patria Socialista.
 ¡Viva Chávez, carajo!

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