Capriles, Ratonsky de
laboratorio
Federico Ruiz Tirado
Desde
chiquitico se sentaba y ¡Pum!, estrellaba el triciclo contra la porcelana de
Baviera para ver a la abuelita hiperventilar, e insultar a las mucamas: brutas,
marginales, ignorantes, incapaces de recoger basura fina. Desde chiquitico
perseguía gatos, perros, salamandras, empleadas domésticas, para morder, escupir,
arrancar pelos con pinzas y si por casualidad alguna “cosa” de esas, huía al cotoperix del patio trasero, el infante corría a
buscar su carrito de bomberos con escalerita para encaramarse al árbol en pos
de la víctima. Así se convirtió en delincuente asalta embajadas.
Desde
chiquitico sus poros destilan mentiras,
de allí que su familia visionaria, sionista por ambos lados, embutiera la criatura
en la cosiata política puntofijista.
Había nacido para eso. Lo del fascismo viene con la memoria genética por
argumento en contrario, como mecanismo defensivo de mercadotecnia cultural,
para que su gen jamás vuelva a ser víctima sino victimaria, muy a la manera del
Likud; nazionalista para invadir el suelo de Cuba en la Franja de Chuao, territorio
colonizado por él, la gusanera anticubana y los vendepatria criollos aquel
terrible 11 de abril.
Entrenado
para congresista desde el seno del emporio familiar -preconiza Thaelman
Urgelles-, exhibe con creces su vocación expoliadora de todas las riquezas del
país que les brindó cobijo, comida, y poder para empobrecernos en la medida de
su peculio. Pero el raquítico intelectual, en su avidez privatizadora del
petróleo, la telefonía, los hospitales, las escuelas, los liceos, las
universidades, el viento, el agua, la luna y las estrellas, se olvidó que los
otros, -nosotros-, también hacemos planes, hacemos buena política, y hacemos
Patria Socialista.
¡Viva Chávez, carajo!
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