sábado, 1 de febrero de 2020

Todo bajo control…¿del hampa?


El viernes 31 de enero pasé una tarde agridulce. Dulce fue almorzar con una de mis bellas hijas y luego aceptar la invitación que me hiciera para que la acompañara a un concierto del trío tecno alemán Brand Brauer Frick en el Centro Nacional de Acción Social por la Música, en el bulevar Amador Bendayán. Me voy de cuento, porque después viene lo agrio.
Llegamos al lugar a la una y media, cuando supuestamente entregaban las entradas. La entrega comenzó realmente a las dos y media, pero no me quejo, valió la pena la espera por la alta calidad del evento, con el trío alemán y una de las orquestas del sistema, en la bella sala Simón Bolívar.
Como el concierto comenzaba a las cuatro, decidimos acercarnos al cafetín de la Casa del Artista, a tomarnos algún refresco. Ahí tuve el desconcierto menor de la tarde. Pagamos, consumimos y cuando me disponía a usar los baños del lugar, resulta que se me acercaron dos empleados a franquearme el paso pues los baños estaban fuera de uso, porque supuestamente estaban arreglando las cañerías. Mostré respetuosamente mi inconformidad a los empleados, quienes me trataron con la displicencia a la que nos hemos acostumbrado los venezolanos por parte de comerciantes de toda laya. Un par de preguntas a las autoridades de la Casa del Artista: ¿por qué ese cafetín está abierto sin que funcionen los baños, sin ni siquiera un aviso de que hay tal situación, de manera que el cliente decida si consume o no? ¿Por qué está abierto, absolutamente, si están arreglado cañerías en un lugar donde se expenden alimentos y bebidas? ¿Quién atiende ese cafetín, empleados de la Casa del Artista o concesionarios? ¿Quién los controla? ¿O es que hacen lo que les da la gana, como casi todo el mundo en este país? Pero eso es poco comparado con lo que nos ocurrió después.
Al llegar para obtener las entradas, entramos en un aparcadero ubicado justo al lado de la Casa del Artista. Uno de los encargados del lugar nos indicó donde estacionar el vehículo y nos fuimos confiados. Disfrutamos el hermoso espectáculo, pero nos fuimos antes de que terminara porque mi hija tenía un compromiso. Caminamos hasta el estacionamiento y allí empezó lo peor del día.
Resulta que los tipos que regentan el lugar dan estacionamiento a todos los vehículos de quienes vienen a los conciertos, amontonando los carros unos detrás de otros, sin tomar previsiones como quedarse con las llaves para mover los carros si alguien quiere salir. Resulta que estábamos atrapados y teníamos que esperar a que llegaran los conductores de los vehículos que nos trancaban y nos impedían salir. Lo mismo ocurría con una familia que andaba con una niña de unos siete años que se veía afectada por el cansancio y cuyo padre bufaba de la indignación, y que recibía las mismas respuestas evasivas e irresponsables. Por supuesto, planteamos el reclamo y la respuesta fue la de siempre: cinismo, sinvergüenzura, desfachatez, irrespeto. Lo peor es que estos tipos cobran una tarifa plana de cuarenta mil bolívares, el doble de lo que pagas en el Tolón de Las Mercedes.
Yo, que tengo amigos en muchas partes, hice una llamada telefónica y aparecieron dos funcionarios policiales en nuestro apoyo. Después de hablar con unos mentirosos asustados que trataron de poner en nuestras bocas y en las suyas palabras que nunca existieron, los policías dijeron que se irían a buscar una grúa para mover los vehículos y acabar con el desaguisado, con la suerte para estos hampones del comercio de que los conductores que nos trancaban llegaron antes y pudimos salir. Mi hija perdió la cita y yo perdí mi tiempo con unos miserables que convierten en negocio lo que debía ser un servicio. Ahora vienen mis preguntas a las autoridades.
Al camarada constituyente Roberto Messuti: ¿Será cierto lo que me dijo alguien en el sentido de que ese espacio corresponde a la Casa del Artista? ¿Saben los directivos del sistema de orquestas que estos especuladores abusadores hace dinero aprovechándose de los conciertos? ¿Alguien los supervisa? Y a las autoridades en general: ¿Alguien sabe quiénes son estos bichos? ¿Son dueños del terreno o alguien les arrienda? ¿Es un negocio legal? ¿Pagan impuestos? (no vi que entregaran facturas) ¿Cuáles es el criterio para fijar el alto precio? ¿Si a esa familia con una menor le hubiese salido una emergencia y no hubiera podido atenderla, quién sería el responsable? ¿Los hampones en función de comerciantes? ¿La Casa del Artista? ¿El Sistema de orquestas? ¿La Alcaldía? ¿El Gobierno? ¿La Revolución? ¿Todos los antes mencionados?
¿Sabe el camarada Messuti que cuando yo le plantee a uno de los abusadores que yo conocía las leyes porque soy Constituyente me respondió que le sabía a mierda si yo era Constituyente? O sea, Roberto, que tú le sabes a mierda a ese tipo que especula al lado de la institución que tu diriges ¿Es culpa tuya? ¿Es en parte culpa tuya? ¿Y si no, porque no averiguas a ver de quién es la culpa?
Un hombre de la calle me comentó el otro día que lo único que controla el chavismo es el Gobierno (fue enfático en aclarar que hablaba del Gobierno y no del poder). Según este hombre de la calle, el Gobierno no controla la banca, no controla a los comerciantes, no controla la moneda, no controla las divisas, no controla el transporte, no controla al hampa. Anoche me preguntaba, en medio de la frustración, si acaso tiene la razón. Voy a decir como mi amigo Hernández Montoya: es por una duda que tengo.

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