jueves, 19 de septiembre de 2019


Por: Richard Canan
La extrema derecha, con su acostumbrada irresponsabilidad, pretende banalizar y minimizar el grave precedente que se ha generado con la activación y aplicación, en contra de Venezuela, del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Dejando la puerta abierta al conjunto de deschavetados guerreristas que están más que deseosos de armar un ejército de aniquilación (“ayuda humanitaria” lo llaman) para bombardear e invadir a nuestro país.
Todo es culpa de Guaidó y su partido neofascista Voluntad Popular. Actúan como apátridas, como descarados mercenarios al servicio de potencias extranjeras, sin importarles en lo absoluto que nuestro pueblo sea arrasado por una cruenta guerra civil o sea una víctima más de las invasiones militares “preventivas” que terminan en la aniquilación de toda forma de vida, bien cercano al apocalipsis.
Ignora olímpicamente esta derecha fascista opositora, que las bombas “inteligentes” norteamericanas, son especialistas en matar gente inocente, cayendo certeramente sobre hospitales, escuelas, viviendas, y cualquier otro objetivo de la desatinada intelligenza norteamericana.
Muestras hay por docenas en sus casos de recurrente violación a los derechos humanos y crímenes de guerra cometidos en contra de la población civil en Siria, Afganistán, Irak o Libia. Atrocidades que en el 100% de los casos quedan impunes ante la justicia por la “inmunidad” que poseen las tropas invasoras con la anuencia de los presidentes títeres impuestos por Estados Unidos. Gente como Guaidó, que gobiernan escondidos en un búnker o a kilómetros de distancia del centro real de poder.
El TIAR “es un pacto de defensa mutua interamericano” que data del año 1947, en los albores mismos de la guerra fría, una vez finalizadas las confrontaciones de la Segunda Guerra Mundial. Es tutelada por el Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos.
La activación del TIAR ha sido vendida por los “asesores” de  Guaidó como otra de sus geniales panaceas liberadoras. Otro paquete chileno. Otra promesa inaplicable. Y es que el tratado señala expresamente que está “destinado a prevenir y reprimir las amenazas y los actos de agresión contra cualquiera de los países de América”, es eminentemente un acuerdo para la defensa y protección de sus miembros contra amenazas extranjeras. Señala también (urticaria para Guaidó) que velará por la “solución pacifica de sus controversias”. Sin embargo, estos términos no son compatibles con la lógica guerrerista y con las ansias de sangre de la derecha continental, confabulada con Estados Unidos para agredirnos.
El artículo 1 del tratado señala que los miembros “se obligan en sus relaciones internacionales a no recurrir a la amenaza ni al uso de la fuerza en cualquier forma incompatible con las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas o del presente Tratado”. Claramente se prohíbe que un puñado de países, como guapetones de barrio, estén hostigando y amenazando a un país soberano. Los supuestos previstos, de un “ataque armado” o una “invasión” no se han producido hasta la fecha, como bien lo señala el artículo 9 del tratado. Venezuela en su historia solo ha salido de sus fronteras para derramar su sangre en el empeño de liberar a los países vecinos del yugo colonial que los oprimía.
En el tratado se señala que se deben adoptar las “medidas necesarias para restablecer o mantener la paz y la seguridad interamericanas, y para la solución del conflicto por medios pacíficos”.  Sin embargo, desde Washington DC, un pequeño grupo de miembros de la OEA (11 rastreros países), persisten en su cruzada de agresión en contra de Venezuela. Siempre con su verbo envenenado y blandiendo el hacha de la guerra. Nada de paz, de respeto a la soberanía, a la independencia e integridad territorial.
Estas amenazas de agresión militar reabren las heridas profundas de muchos pueblos latinoamericanos que fueron víctimas de invasiones y agresiones norteamericanas en nombre de la libertad. Solo recordar los cientos de muertos de la invasión de Granada (1983) y la masacre de El Chorrillo en Panamá (1989); o el financiamiento de la CIA a los mercenarios Contras en Nicaragua (1980-1991). Todos crímenes de guerra que aún se encuentran impunes.
Alfred de Zayas, el experto independiente de Naciones Unidas para la promoción de la democracia y la equidad, señaló certeramente: “La idea de invocar a Tiar contra Venezuela constituye una amenaza para la paz y es incompatible con la mediación del Secretario General de Naciones Unidas y el apoyo para los Derechos Humanos”. El respeto, la paz y la cooperación deberían ser los principales objetivos de los belicosos miembros de la OEA. Ellos solo actúan como Perros de la Guerra.
Los patriotas nos unimos frente a la amenaza imperial y las acciones apátridas de sus miserables lacayos. Este es otro error de la derecha, que tropezará nuevamente con la movilización del pueblo, siempre activo para derrotar los planes guerreristas de la derecha apátrida.

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