De la Carmonada a la Guaidonada
Tres felonías contra mandatarios entrañables. Pedro Carujo, sin embargo,
era complejo: patriota, traidor,
era complejo: patriota, traidor,
conspirador, aventurero, estudioso, políglota, matemático, estratega, intelectual
escritor, valiente. Complejo,
escritor, valiente. Complejo,
pues. A él se debe aquella famosa frase ante el presidente José María Vargas
durante la llamada Revolución
durante la llamada Revolución
las Reformas: «El mundo es de los valientes», a la que el médico respondió:
«No, el mundo es del hombre justo».
«No, el mundo es del hombre justo».
Nos enseñaron a detestarlo desde la escuela.
Pero no quiero hablar de Pedro Carujo sino de dos personajillos que no le
llegan ni al empeine: Pedro Carmona
llegan ni al empeine: Pedro Carmona
y Juan Guaidó, desabridos protagonistas de hechos no solo bochornosos
en lo moral sino intelectualmente
en lo moral sino intelectualmente
enclenques. Ambos me merecerían mera mera displicencia si sus acciones no
por torpes fuesen menos
por torpes fuesen menos
homicidas. Fracasan pero sus fiascos de lujo te salen carísimos.
Imposible describir la versatilidad en el error de la oposición porque es infinita.
No solo son los disparates
No solo son los disparates
ya conocidos sino los que están por cometer en su fuente inagotable de pifias.
Su útero es el «me da la gana».
Su útero es el «me da la gana».
Me da la gana ser presidente y eso basta porque me apoya Trump. Dan las explicaciones
más caricaturescas
más caricaturescas
y tampoco importa porque pa eso tengo la llave de San Simón —como decía aquella
rima de mi infancia:
rima de mi infancia:
Quien hable primero
se traga un tapón.
Yo no me lo trago
porque tengo
la llave de San Simón.
No sé qué llave es esa; solo sé que sirve para no tragar tapones.
Hay otra arma formidable: la inmunidad al ridículo. El ridículo paraliza, pero solo a
quien tiene vergüenza, que
quien tiene vergüenza, que
es un lastre para la calaña de gente que vengo prosando.
Cada vez que perdía, la Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas
cambiaba en su cabeza las
cambiaba en su cabeza las
reglas del juego, o sea, que nunca perdía. Si cualquiera puede autojuramentarse
presidente en una calle
presidente en una calle
entonces no hay ley y cualquiera hace lo que le da la gana, cual la supramentada
Reina. Ejemplos:
Reina. Ejemplos:
el tricolor de Miranda suplicando una devastación gringa tipo Medio Oriente.
Una perversidad babieca y delirante.
Una perversidad babieca y delirante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario