¿MIEDO A LA PALABRAS O QUE DICE ELIAS JAUA?
– FEDERICO RUIZ TIRADO
En víspera al nuevo congreso
del Psuv, el Ministro Jaua ha desplegado una serie de declaraciones inusuales
que, ignoro, si la mayoría de los venezolanos, tan desacostumbrados a las sorpresas
discursivas, le han tomado el pulso.
No tengamos miedo, dijo recientemente, después
de compendiar la historia convulsa que hemos vivido desde el arribo al poder de
Hugo Chávez, desde los golpes de estado continuado del 2002 hasta las sanciones
y el bloque económico.
Sin duda ha sido un camino –ese con Chávez- arduo,
complejo, entrecruzado por búsqueda de debates estimulados por el mismo
comandante, pero recibidos con cierta candidez, por decir lo menos, por la
dirigencia de un partido que en realidad se ha convertido, sobre todo desde de
su muerte, en una especie de club de amigos que bien saben disimular las
escaramuzas que se baten dentro de él.
Estoy seguro que en ese juego de dominó interno, algo
hay entre el saco; algo se agita nerviosamente. Pero pareciera que de quererlo
ocultar tanto, la gente sabe que tarde o temprano se sabrá sobre cómo es esa
batida de cobre que, dicho sea de paso, no tiene ver con el caldo que hierve en
el seno de millones de personas que van y votan, cada vez que son convocadas, a
sabiendas de que en el marco del cerco económico, la corrupción, la lentitud
del gobierno y la tersura de las
negociaciones y el diálogo con los empresarios en materia económica y de
fijación de precios, dado el misterio y la desinformación, no requiere de
Carbono 14 para determinar los vocablos de los dialogantes y sus razas y
parentescos neoliberales o capitalistas de antaño.
Sin duda el Psuv ha sido un partido exitoso en el
sentido en que lo planteara Alfredo Maneiro en relación a AD y a Copei, que
ganaba alternativamente elecciones cada cinco años y lograba mantenerse en Miraflores y en la dirección de
un Estado ineficiente, cada vez más alejado del pueblo, de sus necesidades y de
sus penurias. Pero hasta ahí. No hay datos que demuestren lo contrario.
El Psuv está a años luz de ser la vanguardia de la
revolución iniciada por Chávez, luego del profundo proceso de refundación de la
república iniciada en el 99 con la Constituyente. Chávez estaba –siempre lo
estuvo- por el problema de la vanguardia, en una Venezuela con signos de
organización social cada vez más alterados, pero de algún modo silenciados: los
campesinos maltratados por los gobiernos locales, los pescadores estafados por
empresas del estado, los millones de agricultores sepultados por los burócratas
campantes, las grandes mayorías viviendo el sofocón de las frustraciones
socioeconómicas.
Cuando Chávez comprendió este mapa desfigurado, se
enfermó. Y murió con esa angustia.
Es decir, no es un paisaje de peritas en almíbar como
para que Jaua agregue: “para continuar el camino victorioso de la
Revolución Bolivariana…”.
Lo que a continuación declara el Ministro es aún más
interesante, al menos en dos sentidos: el primero, es cuando dice no tengamos miedo. Miedo, ¿quién dijo
miedo? Aunque sí: hay que tenerle miedo a ciertas palabras. Jaua lo dice cómo
si necesitara acompañamiento popular para conjurar su innombrable aprensión de
enfrentarse a las pequeñas y grandes corrientes o maquinarias pesuvistas que
pueden aguardarlo a la vuelta de la esquina para una rendición de cuentas. Así ocurre
con los partidos cuando están trillados por dentro. Ni el partido bolchevique
se salvó.
El segundo, y si esa afirmación “novedosa” que
desarrolla Jaua en su artículo, dicha en un momento en que el gobierno se
desdibuja en su autoridad, es una “interpelación” hacia lo interno en aras de
provocar un traqueteo en el Psuv apoltronado, o es una suerte de exhortación al
chavismo que él mismo define como una “expresión de amplias alianzas
patrióticas y fuerzas populares que se haya conformado en Venezuela, obra del
Comandante Chávez” , es, en contrario, un llamado a lo que seguramente se puede
calificar de muchos modos, pero que no dejaría de ser una implosión del llamado
chavismo de base que ya no aguanta más tanto cinismo, banalidad, ineficiencia
y, para decirlo con palabras de él, “gatopardismo”. Transcribo sus palabras:
“El
chavismo tampoco debe tenerle miedo a ejercer su derecho a interpelar y a
protestar contra el burocratismo autoritario, contra la corrupción, contra lo
mal hecho y contra la indolencia que mina la moral de un pueblo que ha tenido y
tiene el coraje de enfrentar las más graves agresiones imperiales.
El campesino tiene el derecho a defender sus tierras y a reclamar acceso a financiamiento e insumos para producir alimentos; el servidor público tiene derecho a luchar por su salario frente a la especulación salvaje del capitalismo y a reclamar un trato digno dentro de sus instituciones; el trabajador tiene derecho a demandar que las empresas de propiedad social sean bien gerenciadas y tengan los insumos y repuestos para producir y tiene el deber de denunciar el desvío de la producción hacia las mafias de bachaqueros; el comunero tiene derecho a exigir que se le reconozca como un sujeto de gobierno real en su territorio; el estudiante tiene derecho a protestar por un servicio de alimentación regular y de calidad; los pobladores de los barrios y caseríos tienen el derecho de alzar su voz contra el abuso policial, de los revendedores de gas y del abuso agravado de los transportistas; el militante del PSUV tiene derecho a plantear con libertad sus opiniones y a ejercer plenamente su soberanía popular.
Invito a los lectores a leer este artículo y a pensar
en términos como “burocratismo autoritario”, “ignominia del capitalismo
salvaje”, “la toma pacífica del Inti”, “tomar la calle de manera organizada”,
“la dirigencia revolucionaria no debe tener miedo al pueblo”, “El IV Congreso
del PSUV debe ser el espacio para que los poderes creadores del pueblo”, y
otras frases para mi claves para empezar a vestir el muñeco que debemos lucir
frente a la puerta del nuevo siglo.
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