lunes, 27 de febrero de 2017


Desde mi niñez deteste lo que me parecía la odiosa costumbre de “mojar” en Carnaval. Recuerdo que en algunos casos no había límites de maldad, pues hasta las señoras mayores eran bañadas con agua, harina o huevo. Pensé que era un juego que quedó rezagado con el tiempo.

Pero no. Hoy después de padecer por más de tres años de una de las más terribles sequías, veo con asombro y preocupación cómo además de “lavar aceras” nuevamente, en las fiestas de Carnaval estamos despilfarrando agua.

Los orígenes del carnaval se pueden remontar a las sociedades de los egipcios y de los sumerios del Oriente Medio desde hace unos 5.000 años. Tales celebraciones, también las habrían cristalizado los romanos en la época del esplendor del Imperio, cuando en honor del dios Baco (el dios del vino), esas poblaciones dominantes estaban durante varios días en una fiesta que la compartían como iguales con los esclavos, algo que únicamente sucedía durante esa festividad: el don de la justicia social que hasta hoy contrae el carnaval.

También estaría conectada con fiestas indoeuropeas, dedicadas al dios Karna (que en el Mahabhárata aparece como un ser humano, hermano mayor de los Pándavas, hijo del dios del Sol y la reina Kuntí). Algunas personas creen que la palabra carnaval hace referencia a una supuesta antigua tradición pagana en la que se ofrecía carne al dios Baal (carna-baal), en una fiesta donde todo vale.

Con la llegada de los europeos a América en el siglo XV, la fiesta del carnaval se introdujo prioritariamente desde los aztecas hasta el sur del nuevo continente. A pesar de que es una celebración muy típica y antigua en la vieja Europa cristiana, tiene sus orígenes como la mayoría de las festividades en antiguas tradiciones denominadas paganas.

En otra acepción, el origen latino de la palabra carnaval, viene de “carnelevarium”, que se refería al hecho de quitar la carne, algo relacionado con la prohibición del consumo de carne en toda su extensión física, en la cuaresma cristiana. Con la intromisión de Europa en América, la carne se hizo sexo, materia…Se quitó su sabor religioso.

Los etnólogos encuentran en el carnaval elementos supervivientes de antiguas fiestas y culturas, como la fiesta de invierno (Saturnalia), las celebraciones dionisíacas griegas y romanas (Bacanales), las fiestas andinas prehispánicas y de las culturas afroamericanas. Algunos autores consideran que para la sociedad rural, fuertemente estructurada por el cristianismo, el tiempo de «carnestolendas» ofrecía mascaradas rituales de raíz pagana y un lapso de permisividad que se oponía a la represión de la sexualidad y a la severa formalidad litúrgica de la Cuaresma. En fin, la historia de nuestro mundo rebalsa el conocimiento real.

Según la tradición los carnavales que adoran al Rey Momo, se celebran en distintos lugares en formas diferentes, pero siempre protagonizan los desfiles de carrozas, reinas, bailes y saraos, disfraces y comparsas formadas por grupos de máscaras o bailarines vestidos con un estilo que los caracteriza.

Entonces, según lo poco que encontré investigando, allá por los años 50, la tradición de mojar comenzó con lanzar a los que asistían desde las carrozas agua perfumada, serpentina o papelillos. Años más tarde se empezó a tirar agua en pomos o en bombitas (son como globos pequeños que cuando pegan con el agua duele un poco), que además contaminan pues es otro plástico que su destino final es incierto. Posteriormente tiraban con el balde de agua que te empapaba así fueras al colegio o al trabajo, y de ahí se fue degenerando la costumbre.

Sin duda la misma es originaria de Latinoamérica, porque no hay evidencias que en los países del hemisferio norte, se practique tan absurda tradición.

Hoy en pleno siglo XXI, frente a condiciones de clima extremo, a un Cambio Climático donde la alteración de todos los patrones como sensación térmica, humedad, evaporación y de vientos es muy evidente y retrasan las lluvias. Donde almacenar agua en embalses y a cielo abierto, se hace ineficiente. Donde terribles sequías están evaporando estos reservorios, así como lagos y ríos, perece que aún no entendemos el problema. El agua se acaba.

Quienes nos preocupamos, desde hace tiempo sabíamos que la escasez de agua potable amenazaba con convertirse en un grave problema para todo el mundo. Cerca de una de cada diez personas en el planeta (unos 800 millones) no tiene acceso a fuentes seguras del llamado vital líquido.

El Foro Económico Mundial y otras instituciones calculan que para 2030 habrá una demanda 40% más alta, que el planeta no podrá suministrar.

Según un reportaje de BBC Mundo, casi dos millones de personas se mueren al año por falta de agua potable. Y es probable que en 15 años la mitad de la población mundial viva en áreas en las que no habrá suficiente agua para todos.

Nuestro planeta contiene más de mil millones de billones de litros de H2O, pero poca se puede tomar. Más del 97% del agua en la Tierra es salada. Dos tercios del agua dulce está retenida en glaciares y capas de hielo polar. De lo que queda, la mayor parte está atrapada en el suelo o en acuíferos subterráneos.

Eso deja disponible para la mayoría de los seres vivos una fracción mínima. Y la humanidad no sólo la necesita para tomar: casi todo lo que hace involucra al agua de alguna manera. Nuestra Huella Ecológica sobre el Agua, nos demuestra que la demanda y consumo es superior a su capacidad de recuperación.

Por ahora tenemos agua. De seguro vuelva la sequía. Mientras, nos permitimos “celebrar” nuestra limitada existencia despilfarrando la poca agua que aún tenemos

Gustavo Carrasquel
Ambientalista | Comunicador Social | Investigador | Presidente de la Fundación Azul Ambientalistas | Consultor GEO6-PNUMA

No hay comentarios:

  EL MUNDO CAMBIARÁ, EL CORONAVIRUS LO LOGRARÁ. Desde que el mundo es mundo, los imperios con sus monarquías y con apoyo de las religiones, ...