miércoles, 4 de agosto de 2010

LOS ULTIMOS DIAS DE ALVARITO...

2da parte de tres
Colombia ¡Colonia del imperio!
La revista Semana pasa por ser un medio vinculado a la familia Santos, uno de los apellidos incrustados en la elite colombiana desde el período colonial. En la columna semanal de Antonio Caballero, uno de los más brillantes periodistas del país, el sábado 17 de julio, se develan algunos pormenores de la fuerte pugna entre Uribe y Santos. “Es una bofetada a Uribe nombrar canciller a la única funcionaria de su gobierno que tuvo la dignidad de renunciarle porque discrepaba de su clientelismo”, escribió en referencia a María Ángela Holguín, canciller designada por el presidente electo.
“Historia de romanos” se titula la formidable pieza periodística. Porque los emperadores de la decadencia romana solían asesinar a su antecesor, pero siempre fue imposible asesinar al sucesor. “Es precisamente eso lo que está intento hacer en los últimos días de su mandato: asesinar al presidente electo”. Caballero interpreta la denuncia de Uribe sobre la presencia de las FARC en Venezuela como un intento de sabotear la normalización de las relaciones cuando Chávez ya había sido invitado a la asunción del mando el próximo 7 de agosto.
Más aún. La canciller designada había manifestado su deseo de “aclarar las diferencias” a raíz del bombardeo del campamento de Raúl Reyes en Ecuador, lo que supone el intento por despolarizar las relaciones bilaterales, algo que podría ser beneficioso para Colombia pero en modo alguno para el Comando Sur que ha diseñado una política anclada en escalar los conflictos como forma de ganar presencia en el patio trasero.
No quedan ahí las diferencias entre Uribe y Santos. El ministro de Agricultura designado, Juan Camilo Restrepo, se opuso durante años a las políticas agrarias del uribismo. Santos declaró su intención de propiciar la reconciliación entre los poderes Ejecutivo y Judicial, que tuvieron choques casi permanentes durante el uribismo, ya que el segundo denunció decenas de casos de parapolítica (parlamentarios financiados por los narcoparamilitares) en las filas del partido oficialista y finalmente impidió la segunda reelección de Uribe pese a que las encuestas lo daban como favorito.
“Sus últimos días de gobierno los está dedicando Uribe a raspar hasta la costra la olla de las finanzas públicas, dejando comprometidos para 20 años los gastos de la nación”, denuncia Caballero. Entregó minas de oro, firmó obras para el metro y un tren de cercanías, y llegó a nombrar embajadores. Ese es Uribe. El hombre venido de abajo que la oligarquía colombiana, a quien Santos encarna, nunca terminó de aceptar.
Pero las disputas no van a terminar con el emperador acuchillado. “Este país no es un imperio, sino una colonia del imperio. Así que es más probable que la cosa se resuelva con la extradición de Uribe a los Estados Unidos”, concluye Caballero. ¿Exagerado? Sin embargo, de eso se habla en voz baja en Bogotá, por lo menos desde hace cinco años. No es probable que algo así suceda, pero no son pocos los que le tienen ganas a Uribe. Y que se diga en voz alta, como se a hace ahora, es más que significativo.
Uribe integró el narcotráfico y fue aliado de los paramilitares, según figura en el Archivo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos revelado por la revista Newsweek (8 de agosto de 2004). Allí se establece que Uribe formaba, en los años 90, parte del cartel de Medellín, comandado por el narcotraficante Pablo Escobar, de quien era amigo íntimo.
El informe de la inteligencia estadounidense fue emitido en 1991, incluye a más de cien traficantes, sicarios y abogados vinculado a Escobar y dice textualmente: “Álvaro Uribe Vélez, un político colombiano y senador dedicado a colaborar con el cartel del Medellín desde altos niveles del gobierno”. En el mismo párrafo asegura que “es un amigo personal cercano de Pablo Escobar”.

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