viernes, 1 de septiembre de 2017

La triste historia de la desalmada Eréndira y su centenaria abuela

Federico Ruiz
Érase de una vez por todas, cuando la derecha fascista criolla mordió su derrota hasta hacerse polvo desértico, que una abuelita, al cumplir sus primeros cien años -¿de soledad?- rodeada de nietos dispersos por el mundo de la farándula, y la política corrupta, sopló las velas de una torta, cuyo pastillaje daba fe de la tendencia neocolonial de la anciana y su descendencia.
Érase que la longeva doña, celebraba su centuria repartiendo los tres pisos de un pastel,   reflejo del imaginario geopolítico cipayo: la base del mismo, más grande que los restantes bizcochos, representaba al Méjico de Fox y Peña Nieto -¿nieto de la nona Tintori?-; el segundo bizcocho, ofrendado a la Argentina neoliberalísima de Mauricio Macri; el tercero y último bizcochuelo dedicado a la Venezuela disminuida, simbólicamente apocadas cualquiera de sus magnitudes soberanas. Total un mínimo pedacito para repartir; apenas unos míseros 200 millones de bolívares para gastos domésticos de la familia Tintori Parra-López Mendoza.
Mientras tanto la banca retiene las pensiones de millones de venezolanos por falta de efectivo, se declara iliquidez y se silencian los motivos que la generan, por ejemplo que esos billetes del nuevo cono monetario, con todo y cajones de madera, son lavados en Colombia y potencian la guerra económica en contra nuestra y las derivaciones narcopolíticas de la larga dictadura santanderista, Uribe&Santos Compañia Anónima made in USA, y sus bases militares.
O tal vez estaban destinados a cancelarle deudas guarimberas a los delincuentes que protagonizaron tal festín de odio embebido en fuego, en balas, en sangre derramada por este pueblo manso que dejó de ser pendejo y jamás se entregó, no se rindió, ni con la muerte, como Ramsés, el muchacho barquisimetano que vivía en Loma Linda, era chavista, era bolivariano, era un orgulloso estudiante de la Misión Ribas y se iba a graduar con su abuela. La abuela de Ramsés jamás será una excusa mitómana para traficar 200 millones de bolívares, la abuela de Ramsés siempre será el ejemplo de las amorosas abuelas de esta República Bolivariana de Venezuela, profundamente socialista; profundamente, hasta los huesos, chavista.

Mientras tanto millones de venezolanos son sometidos al escarnio cotidiano de largas colas bajo el sol Caribe, o a plena lluvia tropical e intempestiva, hasta arribar a una taquilla bancaria -los telecajeros están secos, ilíquidos-, y recibir la dolorosa mijaga de 30, 40, ó 50 mil, en marusadas de billetes de cien y de cincuenta, tan viejos y vencidos como la nona centenaria, la de los doscientos millones contantes y sonantes de este cuento sin epílogo.

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